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La piedra desechada de la Eurocopa

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Nos produce un gozo celestial, casi lo mismo que una buena rascada de barriga, ver al humilde vencer. Aunque sea sólo una vez al año. Claro que esto se cumple exclusivamente en el fútbol y con nuestro círculo de amistades más cercano. El resto de los días, cargado de matices y salivazos sucios, somos más de la hornada de los Karamazov de Dostoievski; donde el Starets Zosima anunciaba con acierto “que los hombres se alegran de la caída del justo y  de su deshonor”.  En lo cotidiano, por norma general, nos sale un topo negro y feo de las entrañas que se ocupa de hablar por nosotros.

Y esta introducción “pizpireta” para decir la siguiente verdad: la selección de fútbol de Islandia se ha metido por méritos propios y con un fútbol pésimo en cuartos de final de la Eurocopa Francia 2016. El país con más volcanes que jugadores profesionales, con más ovejas que seres humanos, donde la tradición sigue permitiendo que un islandés se apellide con el nombre de su padre; ha conseguido hacer chorrear a los influyentes lectores del Marca y del AS al trazar una nueva epopeya en la historia.

El pase de la selección vikinga -dirigida por un dentista- tras dejar en la cuneta en octavos a una siempre decepcionante Inglaterra, nos anima a rebuscar en el extraño juego químico que se produce en nuestra corazón cada vez que “David vence a Goliat”.

A lo largo de estos últimos 180 años de fútbol hemos encontrado este tipo de situaciones de forma recurrente. El ascenso hace un par de años  de los punkies del St. Pauli en Alemania, el título de la Premier conquistado por el viejo huargo Ranieri con el Leicester o las dos Copas de Europa consecutivas del Nottingham Forest  en la década de los setenta.

También en el fútbol patrio tenemos un buen puñado de ejemplos recientes: el Getafe rozando la semifinal de la Europa League contra el  Bayern de Múnich (¡Pobre Pato Abbondanzieri con esas manitas de monigote de concesionario!), el Mirandés del jugador/banquero Pablo Infante derrotando al Villareal en los cuartos de final de la Copa del Rey, el Málaga de Pellegrini a punto de estar entre los cuatro mejores equipos de Europa en la 12-13 o recientemente el Leganés, el equipo con menor presupuesto de las primeras divisiones europeas, en ascender a la mejor liga del mundo.

Cuando los pequeños, los “justos”, los que con su sudor y escueta cuenta corriente logran una victoria que les pondrá en Wikipedia, los televidentes encojemos el corazón y llenamos Twitter con sentencias brutales.

“Sin palabras. Esto es fútbol”.

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Dicen las leyendas de las redacciones deportivas que el origen de estas proezas no corresponden a Manolete y sus falacias sino a un tipo, con levita al otro lado de la silla y pipa en el bolsillo, que decide en verano quién será el equipo revelación, el jugador que copará las portadas por tener una cara pasada por aceite hirviendo y por haber metido el gol en el último minuto de descuento.

Una suerte de mago que comprende en el silencio de la madrugada, al más puro estilo Camus, “que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”, y que para aderezar el circo futbolístico se necesita a un payaso triste, un héroe popular, con ganas de cargar y empatizar con las desdichas de sus desdichados aficionados.

Y ese mago tiene un nombre y apellido. John Carlin.

El periodista y escritor británico, que en las últimas semanas ha estado en portada por partida doble (Brexit y KO de Inglaterra), estuvo el otro día con Larrañaga en COPE y hablo del hito de tener a una selección de un país sin liga profesional entre los mejores ocho de Europa. Lo catalogó de la siguiente manera:  “puede que sea una proeza sin igual desde hace mil años, cuando Leif Erikson descubrió América”.

Un inglés que apostó 10 libras a que Islandia ganaba la Eurocopa. Un aventurero, un loco, que supo encontrarle las cosquillas al mundo y que con su actitud de “pero ¿y por qué no?” nos ha regalado seguir a Islandia como al primero de los pueblos, conocer su mythos, acompañarles en su historia.

No sabemos lo que le sucederá a Islandia este próximo domingo. Seguramente Francia los devuelva a Reikiavik de madrugada. Pero ¿Y si no? ¿Y si mantienen el idilio de que al menos una vez al año puede haber un chivo que purgue nuestras “justicias poéticas” y chorradas varias y nos vuelva a hacer usar el plural mayestático en el siguiente topicazo: “hemos vencido a los poderosos”? Nosotros, los españoles islandeses, sonriendo por la felicidad ajena de aquellos que hasta hace dos días mataban a nuestros balleneros.

Fuerza a Islandia, que tiene que redimirnos a nosotros, los mediocres.

 

 

 

(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.

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