Tony (fumador empedernido, medio acohólico, padre de familia, infiel reincidente y, sobre todo, capo mafioso con una sensibilidad extrema) no sabe qué ha sido del paradigma de hombre americano: fuerte, valiente, honesto. Sobre la nacionalidad no voy a hablar, ya que es un tema que, al personaje, familiar de inmigrantes, no le importa demasiado. Sin embargo, sí parece interesante su asombro ante la falta generalizada de hombres valientes.
Tony no comprende en qué punto del camino nos hemos convertido todos en unos lloricas, que simplemente somos capaces de hablar de nosotros mismos, de nuestros traumas infantiles, de adelgazar y de derechos (nunca de obligaciones). Sin entrar en demasiado detalle, como mínimo parece una aproximación interesante a la personalidad de la posmodernidad occidental. Y es que la pregunta es: ¿a cuántos hombres valientes conoce usted?
Sí, todo ese rollo del héroe anónimo me lo sé. Esos hombres y mujeres sin rostro, ni nombre, capaces de luchar contra lo injusto, contra sus propios miedos, a favor de los más pequeños detalles y las grandes batallas. En fin, todo eso. Pero no hablaba de eso. Hablo de valientes en un sentido Johnwayneiano. Hablo de esos tipos, capaces de arriesgarlo todo por algo y (sobre todo) aguantar las consecuencias. He ahí un punto clave: las consecuencias.
En los diarios las noticias son de tribunales. Y nada más. Bueno tribunales y tiempo. Pero eso es otro tema. Dentro de poco veremos programas de previa y post partido de las reuniones del Supremo o las vistas en la Audiencia Nacional. Hace algunos días pudimos seguir las declaraciones de algunos de los implicados en el proceso independentista catalán y de unos macarras de Alsasua.
Los primeros bueno, ya saben. Hace meses que no saben qué hicieron. Todo era simbólico, nunca pretendieron nada, nunca quisieron realmente nada. Vaya, un poco más y nos juran que era todo obra de los Monty Python. Los segundos ahora dicen que estaban borrachos, que no saben cómo acabaron abriendo la cabeza a golpes a dos guardias civiles y a sus novias. Que desde luego era típica riña de bar, pero poco más.
Lo peor de estos dos ejemplos es que son gente que lo que hizo fue por sus ideales. Unos rompieron España ilegalmente, otros rompieron huesos de los Guardias Civiles y sus novias. Ambos grupos de delincuentes lo hicieron con la determinación que te da actuar acorde a tus más profundas convicciones. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Ven a unos cuantos con togas y ya se viene todo abajo? ¿Dónde están los ideales? ¿Dónde queda la convicción? En definitiva, ¿qué ha sido de John Wayne?