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Sudán: el pueblo frente al ejército

En África desde dentro por

Lo que está pasando en Sudán puede parecer novedoso, pero no lo es. Ya ha pasado en otros países dónde el pueblo, con sus manos vacías y una fuerte determinación, consiguió deshacerse de una dictadura armada y represora. Ya pasó en Túnez y Egipto en lo que se llamó la primavera árabe; luego en Burkina Faso contra el presidente Blaise Compaoré y, en última instancia, en Argelia.

Las noticias que llegan de Sudán no son alentadoras. El ejército está masacrando al pueblo que se supone debe proteger. Es una verdadera contradicción pero no es ni mucho menos excepcional en África dónde los ejércitos suelen confundir al jefe de Estado con el Estado mismo. La crisis de Sudán estalló de manera irreversible en diciembre de 2019. Todo partió de un problema de pan. Así de sencillo. Quien dice pan, dice comida. Sin comida, el ser humano está dispuesto a arriesgarlo todo incluido la muerte. Es un problema de supervivencia. Si entonces, el detonante fue el pan, hay que entender que el país llevaba mucho tiempo arrastrando una crisis económica de mucho calado que se añadía a un agotamiento del sistema político en fases de podredumbre.

Omar el Bechir se hizo con el poder en 1989. Instaló un sistema dictatorial fuerte dónde todo giraba en torno a su persona y a sus servicios secretos. En los años 2003, empezó una crisis de gran envergadura en la región del Darfúr llevando por delante a miles de personas. Este conflicto que oponía a diferentes tribus fue alentado desde la capital Jartum por las milicias llamadas Ndjandjawids. La condena internacional consiguió que el presidente Bechir fuera imputado por el Tribunal Penal Internacional de la Haya. A día de hoy, el mandato internacional de llevarlo a juicio no ha sido ejecutado.

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Como todo en este mundo caduca, el poder de Bechir no iba a ser una excepción. En diciembre de 2019, empezó una protesta popular a raíz del precio del pan que había triplicado. En el inicio, nadie podía prever el alcance del enfado y del cansancio del pueblo con respecto a un poder agonizante. La protesta de expandió por todo el país como una mancha de aceite. Las medidas policiales no dieron ningún fruto. En febrero, después de fracasar con las promesas de reforma, el presidente decretó un estado de sitio en todo el país. La crisis se agudizó más.

En abril de 2019, el pueblo, harto hasta la saciedad, se movilizó masivamente en Jartum con el propósito de derrocar el régimen. Pidió la ayuda del ejército. La caída de Bechir se asemejó a la caída de un elefante con los pies de arcilla. El ejército le depuso sin que pudiera oponer resistencia. Sus servicios secretos y sus milicianos no le pudieron proteger. Nada resiste a un pueblo determinado. En su casa, encontraron una cantidad impresionante de dinero que utilizaba para corromperse y corromper al mundo. El 11 de abril de 2019 será marcado en la historia como un día de júbilo para todo el pueblo sudanés y de esperanza para todos los africanos que creen en la fuerza de un pueblo oprimido.

En África, los ejércitos militares suelen confundir al Jefe del Estado con el Estado mismo”.

Sin embargo, el ejército empezó las maniobras para robarle el poder al pueblo. Un militar, el general Awad Ahmed Benawf se hizo con el Consejo Nacional de Transición. Las negociaciones para transferir el poder a una autoridad civil llevaron a un callejón sin salida. Entre tanto, el pueblo seguía sitiando la capital reclamando el fin total del régimen dictatorial.

El 3 de junio de 2019, la cúpula militar ordenó la matanza por medio de los milicianos que tienen estructuras paralelas al ejército nacional. Dispararon en la muchedumbre con el propósito de desmantelar las manifestaciones hasta allí pacíficas. La matanza se salvó con más de cien muertos. Todos los acuerdos alcanzados con los manifestantes fueron disueltos por los militares. 

La ONU no consigue sacar adelante una condena de la matanza por la oposición férrea de Rusia y China”.

Es muy difícil esperar una respuesta de la Comunidad Internacional dividida por intereses económicos y estratégicos. La ONU no consigue sacar adelante una condena de la matanza por la oposición férrea de Rusia y China. La Unión Africana, titubeante en el principio, acaba de expulsar a Sudán de sus filas. Egipto y Arabia Saudí no parecen interesados en ningún cambio. Así va el mundo. Los intereses siempre van por delante de los derechos humanos.

¿Hasta dónde llegará la crisis? 

Este artículo fue publicado originalmente en el blog del autor, Gaetán Kabasha, y ha sido recopilado para esta web con permiso del mismo.

Gaétan Kabasha es licenciado en filosofía y en ciencias eclesiásticas. Ruandés de nacimiento. Vive en España. Tuvo que huir por el genocidio y se refugió en la República Centroafricana. Actualmente está realizando su tesis doctoral en filosofía sobre violencias y conflictos, desde la perspectiva de Girard, mientras ejerce como capellán del hospital Clínico San Carlos de Madrid. Es autor de la página http://afroanalisis.blogspot.com.es/ donde comenta la actualidad de África. Es autor invitado en El País. Su preocupación es elevar el nivel cultural y espiritual de Africa, y dar a conocer la verdad del continente. Además colabora en un proyecto dedicado a conseguir becas para los universitarios de Ruanda .

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