Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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Ricardo Ruiz de la Serna

Profesor en la Universidad CEU San Pablo e investigador asociado del Instituto CEU de Estudios Históricos.

Ricardo Ruiz de la Serna tiene 7 artículos publicados

Un diccionario para comprender nuestro tiempo

En Pensamiento por

La editorial Confluencias, que tiene uno de los catálogos más sabrosos del panorama independiente actual, ha publicado “Diccionario de adioses”, de Gabriel Albiac. Se trata de una nueva edición de la obra que comprende los grandes temas del autor desde Espinoza hasta el Holocausto. Por sus páginas transitan la Modernidad y su crisis impregnadas de la tristeza que suele caracterizar las obras de Albiac. Si Confluencias ya había acogido en su tienda a “Alá en París”, la colección de piezas escritas por la misma mano después del atentado terroristas yihadista contra Charlie Hebdo, no ha de sorprendernos que “Diccionario de adioses” enriquezca los fondos de esta editorial. Ambos libros comparten la mirada dura, lúcida e implacable sobre el fracaso del proyecto moderno y sobre sus ruinas, en las que ahora habitamos.

En efecto, “Diccionario de adioses” es un libro utilísimo para el universitario porque permite leer los grandes temas de la historia, la filosofía, el arte, la cultura popular -y, ¡ay!, la política- desde una perspectiva distinta a la que nos exige la corrección política.

Así, en la voz “Idénticos (los): nacionalismos, fascismos, populismos”, Albiac se remonta a la Tubinga de 1795 para recordarnos su proximidad a la “mitología de la razón” que cristaliza en la idea de Volkgeist y que evoca en palabras de Fichte: “Sois vosotros, (alemanes) quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos modernos, el germen de la perfectibilidad humana y a quienes corresponde encabezar el desarrollo de la humanidad… Si vosotros decaéis, la humanidad entera decaerá con vosotros, sin esperanza de restauración futura”. Su definición del nazismo “la forma administrativamente centralizada -esto es, socialista”- del nacionalismo” abre puertas y ventanas para que corra el aire del pensamiento en torno a la estrecha relación que existió entre ambas ideologías en sus orígenes (recuérdese la década de 1920 en la historia del nazismo) y su retorno en nuestros días de la mano de ciertos populismos. Desde aquí podemos llegar al panarabismo y la ideología del Foro de São Paulo.

Me resulta especialmente seductor el apartado que dedica a la “judeofobia” (así se titula y no “antisemitismo”) y que abre con una célebre cita de Emil Fackenheim. Albiac recuerda la obligación -tal vez decir “imperativo moral” sería más sonoro- que gravita sobre todo ser humano y que Zola formula ante el caso Dreyfuss: “mi deber es hablar, no quiero ser cómplice”. Frente al horror del Holocausto y del camino que condujo a los campos, a los guetos, a las fosas comunes y los hornos crematorios, se alza la pregunta bíblica por el destino de tu hermano. Callar puede ser una forma de complicidad e incluso de autoría. El texto de Albiac es inmisericorde. Pasa del antisemitismo en la Europa de la Modernidad al terrorismo en Oriente Próximo. No perdona ni a Arafat ni a sus simpatizantes. “Jugamos con serpientes”. “No, no existe cuestión judía. Sí, cuestión antisemita. Como una de las lacras más perennes y más enigmáticas de la conciencia europea”.

El libro se cierra con otro texto sobre Berlín, la ciudad que yo tanto quiero y en la que todos los que nacimos el siglo pasado hemos vivido, aunque jamás hayamos puesto los pies en ella. En efecto, “Berlín era una amalgama de cine y libros. Pantallas de la Guerra Fría, novelas de Le Carré: leyenda. Dorada o negra. Dorada y negra: es lo mismo. El Próspero de La Tempestad se hubiera sentido en casa: Berlín era la materia de nuestros sueños. Mejor, de nuestras pesadillas”. Evoca la caída del Muro: “Berlín fue lo imposible: la libertad. Para aquellos que nunca la conocieron. Poca cosa. Todo”.

Es un libro magnífico para reflexionar y un texto estupendo para discutir entre humanistas. No rehúye ni la mirada severa sobre la filosofía ni la crítica feroz de la autocomplacencia de los intelectuales. El camino al horror del siglo pasado está jalonado de libros, de artículos, de periódicos y de panfletos y de ideas incendiarias.

Este libro es una buena carta de navegación para adentrarse en la Modernidad y encontrar el camino entre los restos de la devastación.

Por qué estudiar griego

En Pensamiento por

Todo hombre libre ama el mar. Todo amante del mar es griego aun sin saberlo. Cuando los soldados de Jenofonte, de regreso a casa desde el corazón de Persia, avistaron las aguas corrieron hacia ellas porque, allí donde otros ven una barrera, ellos veían un puente y un camino a casa. En un tiempo de barreras, fronteras y obstáculos, deberíamos volver la vista a Grecia y al griego antiguo para recordar quiénes somos.

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Por qué debería gustarte el boxeo

En Cuero por

El verano nos brinda la posibilidad de descubrir el boxeo no sólo como un deporte, sino como una forma de vida cuyos principios y valores desafían las convenciones de nuestro tiempo. Hace algunos años, en mayo de 2014, la editorial Libros del K.O. publicó La edad de oro del boxeo. 15 asaltos de leyenda, que reúne las crónicas de Manuel Alcántara, maestro de periodistas, editadas por el profesor Teodoro León Gross y por Agustín Rivera con epílogo de José Luis Garci, director de cine, hincha del Atleti y aficionado al noble arte del marqués de Queensberry, cuyas reglas inspiran las normas del boxeo moderno.

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¿Qué hay que celebrar el día de la Hispanidad?

En Historia por

Todo comenzó con una forma de ver el mundo. Alfonso Reyes lo describía así en “Visión de Anáhuac”: “En la era de los descubrimientos, aparecen libros llenos de noticias extraordinarias y amenas narraciones geográficas. La historia, obligada a descubrir nuevos mundos, se desborda del cauce clásico, y entonces el hecho político cede el puesto a los discursos etnográficos y a la pintura de civilizaciones”.

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El vampiro más elegante

En Cine/Democultura por

Hace 61 años moría el gran actor húngaro Blaskó Béla Ferenc Dezső (1882-1956), que ha pasado a la historia como Bela Lugosi. Había nacido en la Transilvania del Imperio de los Habsburgo –aún no se había perpetrado la destrucción que consumaría el Tratado de Trianón– en el territorio de lo que hoy es Rumanía. Provenía de una familia de la pequeña burguesía -su padre era empleado de banca- y luchó en la I Guerra Mundial como teniente de infantería en el Ejército Imperial y Real. Como tantos jóvenes de su tiempo —recuerden la descripción de aquellos años turbulentos que nos legó Koestler— se acercó a la izquierda.

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Por qué deberías tener un librero (o varios)

En Democultura/Literatura por

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;/ a mí me enorgullecen las que he leído”. Jorge Luis Borges comenzaba así su famosísimo poema “Un lector”, que es el penúltimo del poemario “Elogio de la sombra”. Este argentino prodigioso, que tanto amaba la lectura, se quedó ciego y, en una “magnífica ironía” que atribuyó a Dios, ocupó el cargo de director de la Biblioteca Nacional de Argentina de forma que le fueron dados, a la vez, “los libros y la noche”. Uno puede imaginarlo tocando los volúmenes y esperando una voz amiga que se los leyese.

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Si te gusta el flamenco, te encantará el rebétiko

En Democultura/Música por
rebétiko

El lector debe prepararse para un viaje a tabernas atestadas de humo y antros sórdidos llenos de marineros y presidiarios. Unos y otros tienen su música. Aquéllos cantan los amores perdidos y la nostalgia de los puertos del Mediterráneo y el Mar Negro. Éstos lloran la prisión, la soledad y lo perdido. Unos y otros frecuentan los cafés llamados amán –una palabra árabe-persa que significa “pena”– y locales de mala fama. Allí se canta, se fuman pipas de agua y acuden personas de dudosa reputación por no decir francamente desacreditadas.

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