El papel de la monarquía y la supervivencia de la idea de España
«España es una encina medio sofocada por la yedra. La yedra es tan frondosa, y se ve la encina tan arrugada y encogida, que a ratos parece que el ser de España está en la trepadora y no en el árbol. Pero la yedra no se puede sostener sobre sí misma».
Ramiro de Maeztu, 1934
Los recientes acontecimientos vividos en nuestro país han servido para avivar el ya más que longevo debate acerca de la vigencia de ciertas instituciones democráticas. El debate, instigado por algunos partidos políticos, ha girado en torno a la utilidad de la institución monárquica, a la que se le ha achacado cierto grado de pasividad durante la crisis sanitaria (actitud que, por cierto, le es obligada teniendo en cuenta sus limitaciones constitucionales). Quienes han adoptado una u otra postura, como niños delante de una tienda de chucherías, a menudo han optado por un criterio —digamos— “emotivista” a la hora de adherirse a una u otra opinión; guiados no más que por el torrente de circunstancias que rodea a la situación de cada uno; y desdeñando un posicionamiento que tenga en cuenta la relevancia y profundidad que requiere el debate.
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