Hace algo más de medio siglo, en nuestra memoria audiovisual blanquinegra, España buscaba a Chencho, unida en torno a La gran familia, la saga familiar del aparejador Carlos Alonso (inolvidable Alberto Closas), su esposa, el abuelo Pepe Isbert y los dieciséis hijos que llenaban de vida el pequeño apartamento y la gran pantalla. La familia se fue encogiendo y estirando con el siglo XX hasta transitar por La familia y uno más o La familia, bien, gracias y La gran familia … 30 años después, cuando solo los problemas crecían y la familia menguaba.
Hoy nuestro espejo sentimental se parece más a aquella otra Familia a la carta de Fernando León de Aranoa, la cinta de 1996, en la que ya se apuntaba hacia esa familia caleidoscópica (¿familias?), familias de ficción y fragilidad que incluyen como condición de felicidad tener perro y, al menos hasta que las posibilidades económicas lo permitan, pasan palabra cuando les preguntan por los hijos. Sigue leyendo