(@ChemaMedRiv)
(Chema en Facebook)
Grados en Filosofía y en Derecho; a un año de acabar el grado en Teología. Muy aficionado a la buena literatura (esa que se escribe con mayúscula).
Me encanta escribir. Culé incorregible. Español.
Los hombres no tan valiosos habrán experimentado alguna vez este estrangulamiento mío, este estrechamiento íntimo, tan distinto al de quien apenas ha olido aún las delicias de la perfección humana, pero sí se ha convencido de la podredumbre que lo rodea.
Somos unos románticos, enajenados en visiones futuribles de una comunidad dichosa, caminante hacia la belleza que puede salvarla, e integradora en su seno maternal de los débiles y los fuertes.
Somos unos idealistas que esperamos lo que creemos que no ha de llegar, y ese deseo de álgidas bondades es el que nos constriñe una y otra vez a la umbría realidad, cuando nos enfrentamos contra el imponente Saturno que nos resiste, para después, vencidos en la noche de la ciudad posmoderna, devorar nuestra entraña.
La disciplina de voto se ha convertido en un personaje habitual de la política española. La crisis del PSOE y la consecuente Comisión Gestora convirtió la disciplina de voto en un asunto de estado. Una política que se ha convertido en un personaje habitual del escenatio político y que da pie a un debate de estado por su intención de dejar de lado el sentido común del político como sujeto y convertirle en una marioneta del común sentir del partido. Ciudadanos ha sido el último en refrescar el debate al expedientar a dos concejales que otorgaron la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife al PSOE. El hecho de que la cúpula general se tire de los pelos escenifica el grado de finura y amplitud con la que se cosifican los acuerdos. Lo que se vota en Santa Cruz influye en Madrid y lo que se pacta en Cáceres se cierra en Logroño. Así es la política de pactos y así lo necesitan los partidos. Una acción que provoca un dilema que va más allá de lo fáctico: ¿es favorable este sistema a la democracia?
Nos hemos acostumbrado ya a que los telediarios abran con noticias sobre corrupción, detenciones, irregularidades, contratos un tanto sospechosos y adjudicaciones
Hace unos días escudriñábamos en esta revista el informe que la acusación particular encargó a un investigador privado, uno de los dos pilares sobre los que se apoya el proceso judicial; destacábamos sus incongruencias, su acusada parcialidad y su profunda impericia para enjuiciar determinados aspectos esenciales en el caso. Hoy examinamos, para completar el episodio, el contrainforme encargado por la defensa —la mujer de Miguel Rosendo— y presentado asimismo en el proceso penal.
«¿No debería ser un magistrado, no digo el mejor aplicador de la ley, ni el intérprete más astuto, sino una sonda de acero para llegar a los corazones, una piedra de toque para probar el oro de que está hecha cada alma con mayor o menor aleación?».
Alejandro Dumas, «El Conde de Montecristo».
En anteriores artículos introdujimos que el proceso penal se apoyaba sobre dos basamentos absolutamente artificiosos, risibles; que la farsa se fundamentaba en otras farsas previas que trataron de legitimar el grave crimen legal, que aún hoy se acomete contra Miguel Rosendo da Silva y «Orden y Mandato de San Miguel».
Se trata, en primer lugar, de las conclusiones que obtuvo Manuel Salcidos, sacerdote del «Opus Dei» y visitador canónico por exigencia del Obispo de la Diócesis de Tuy-Vigo —que comentaremos en futuras entregas—. Y en segundo lugar, el informe de un investigador privado sobre la asociación pública de fieles y, principalmente, su fundador.
En pasadas ocasiones prometimos un análisis específico y pormenorizado del documento antedicho. Aquí se lo traemos.
De la credibilidad profesional de don Armando
Armando González Freiría es el investigador privado que firma el informe en el que se define a los Miguelianos como “secta”. FOTO Intelligence Press
El «trabajo de investigación» —el lector atento comprobará lo justificado de las comillas— lo firma Armando González Freiría, al amparo de la sociedad «Investigación Zentral SL», de la que, junto con MA. A. B., es administrador. Fue encargado por una colectividad, representada por don José Lima —de quien hablaremos seguidamente—, con la intención de introducir, posteriormente, una querella contra Miguel Rosendo da Silva en los Tribunales.
Don Armando ha desempeñado otros cargos de cierto renombre, como el de presidente de la Asociación Gallega de Detectives Privados —que actualmente no figura inscrita en el Registro de asociaciones del Estado ni en el comunitario de Galicia—, el de presidente del Colegio profesional de detectives privados de Galicia o el de profesor asociado en la Universidad de Vigo.
Entrecomillábamos más arriba porque, efectivamente, el caballero firmante se ha limitado, por toda investigación para construir su relato sobre los hechos, a leer los cuestionarios que hubo preparado para los seleccionados —que enseguida comentaremos—, los «informes» y otros documentos aportados por los promotores del proceso que se personarían, ilegítimamente, como acusación particular en el proceso ulterior. Optó por otorgarles credibilidad cuasiabsoluta y apriorística.
Por parte de don Armando, el trabajo se resume en haber revestido los datos facilitados de la forma de relato, y haberlo enriquecido, dudosamente, con textos copiados y pegados de otras fuentes para analizar absurdos que poco tienen que ver con su ámbito de actuación, como la relevancia penal de lo «investigado» y la calificación de la asociación, desde una óptica psicológica, como «secta destructiva»; haber consultado registros públicos para ofrecer información actual sobre determinados bienes, y la introducción de fotografías irrelevantes.
Y eso es todo sobre los hechos: testimonios, casi todos indirectos y muchos contradictorios, que además han evolucionado desfavorablemente para la causa penal —según la reiteradísima jurisprudencia mayor, que no expondremos aquí, y que no entendemos que no se haya aplicado—, cambiando sus versiones, con el tiempo y las circunstancias —sobre todo con las circunstancias—, en aspectos sustanciales.
Desde lo que puede quedar de una investigación privada llegados a estos extremos; desde meras acusaciones, endebles y organizadas, procedemos a continuación a destacar las carencias más flagrantes de este documento. Paupérrimo.
No es nuestra intención denigrar al ponente; no confunda el bienintencionado lector los siguientes párrafos con burdos argumentos ad hominem o falacias similares. Pero nos parece necesario destacar la débil credibilidad profesional del autor del trabajo: las faltas de ortografía, o en general gramaticales, abundan en un texto plagado adicionalmente de errores de formato y tipográficos; el investigador adjunta imágenes intercaladas con el texto que son del todo inútiles. La chapuza es de tal calibre que apenas alguna fotografía de algún texto es ligeramente legible. Ni siquiera ha estado afortunado con las capturas de la página web de Orden y Mandato de San Miguel, tan pixeladas que es difícil reconocer la esencia del elemento.
Se come letras en algunas palabras, confunde otras con términos similares y, al resaltar un vocablo en negrita, a veces aplica el formato solo a algunas de sus letras. Indicios que nos sugieren que don Armando no ha tenido a bien leer una sola vez siquiera su trabajo después de escribirlo. Algún párrafo, todavía, en la fuente «Comic sans» y en color verde azulado, entre esos fragmentos textuales que pega íntegramente de fuentes pretendidamente relevantes, que además encierran, en algunas ocasiones, graves contradicciones en sí mismos. Por ejemplo, este fragmento (página 112):
«La Doctrina [se antepone] sobre la Persona. Esto quiere decir que antes de las inquietudes o necesidades del individuo o persona de dentro del grupo está la doctrina que promulgan y que practican. Es decir, se anteponen las necesidades del fiel a la doctrina que practica incluso en el caso de que ambas fueran contradictorias».
El texto, además, está subrayado por don Armando.
Parte del informe se centra en tratar de ofrecer pruebas fácticas sobre el carácter sectario de la asociación pública de fieles. A eso se ordena que el autor desautorice, en repetidas ocasiones, las prácticas de los correligionarios bajo la dirección de Miguel. Decide adoptar una postura arbitral, con presunciones de dominio de la Doctrina y las prácticas de la Iglesia Católica, para sentenciar que tal cosa, de entre lo acontecido bajo las siglas de Orden y Mandato, no es acorde a tal enunciado magisterial.
Pretensiones las del investigador que nos vemos obligados a desmentir: en primer lugar, es francamente risible que don Armando se refiera, reiteradas veces —¡todas las veces!…—, a la figura del «visitador canónico», que tan relevante papel ha jugado en el devenir de esta injusticia, con la locución «visitador canónigo». El autor confunde la institución canónica con ensaladas o catedrales.
Más divertido nos ha parecido que confunda las siglas «CIC», acrónimo de la expresión «Codex Iuris Canonici» (Código de Derecho Canónico), con el «Catecismo de la Iglesia Católica». Los fatales párrafos están en la página 62 del informe, y así dicen:
«El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) que es la presentación de la doctrina oficial de la Iglesia católica Romana, que incluye multitud de temas organizados en párrafos enumerados de forma consecutiva (autorizado por el Papa Juan Pablo II en la clausura del vigésimo aniversario del Concilio Vaticano II en sesión extraordinaria del Sínodo de Obispos el 25/01/1.985), es instrumento de derecho público para la Iglesia Universal al exponer los aspectos de la doctrina y los principios de la moral y la liturgia.
»Los artículos (can. 594 y 595.1) del CIC establecen que los Institutos de Derecho diócesano (sic), los erigidos por el Obispo (tal cual es el caso de la Orden y Mandato San Miguel Arcángel), están bajo el cuidado especial de Obispo (sic) (en este caso y fecha, el de D. Luis Quinteiro Fiuza, Obispo de Tuy-Vigo), e indica cuáles son sus competencias respecto de tales Institutos».
Creemos que don Armando se habría dado cuenta del grave error si hubiera consultado las referencias; habría comprobado que sólo el Código de Derecho Canónico se organiza en «cánones», y que el 594 reglamenta, efectivamente, los institutos de derecho diocesano, mientras que el punto 594 del Catecismo de la Iglesia Católica —el citado por don Armando— resume los enunciados precedentes que confiesan a Jesucristo como único Dios y Salvador.
También atribuye, con exclusividad, determinadas tareas a los presbíteros sacramentalmente ordenados, y reprueba que Miguel las haya desempeñado (apoyado, como siempre, sólo en los testimonios de los acusadores); se trata de acciones como haberse revestido de alba litúrgica, o haber expuesto o reservado el Santísimo Sacramento. Lo cierto es que son conductas que pueden ser desempeñadas por los fieles laicos en determinadas ocasiones. En particular, la primera —revestirse de alba— es obligada cuando se realiza algún oficio o ministerio en la Liturgia.
En la página 77 también alude a la «Diócesis del Obispado de Madrid», aunque puede tratarse de uno de los innumerables errores de que rebosa el documento y no deberse directamente a la profundísima impericia del investigador privado.
Pincha en la imagen para acceder a la página del especial.
Los cuestionarios del informe
El documento que presenta la sociedad limitada presenta la siguiente estructura: en primer lugar, se adjunta el modelo de un cuestionario al que don Armando somete a los elegidos, con las respuestas obtenidas; segundamente, se ofrece un relato de los hechos, siempre basado en los testimonios que ofrecen los encuestados, protegiendo su identidad con códigos identificativos de la fuente, y se adorna con fotografías inútiles y otras referencias irrelevantes, a excepción de aquellas que aluden a otros documentos o materiales aportados por las partes acusadoras; por último, se presenta un apartado recogiendo las conclusiones.
Como se ha avanzado más arriba, los cuestionarios consisten en el núcleo de las «investigaciones» de don Armando; conjuntamente con algunas entrevistas realizadas con los mismos encuestados y otros que acudieron a él por propia iniciativa —el autor las denomina «operativas»—, comprenden la totalidad de las indagaciones realizadas por el investigador en la dimensión de los hechos.
Respecto de los encuestados seleccionados, el investigador dice así en la página 6 del informe: «Este grupo está conformado, en sus distintas épocas de relación con el asunto de interés, por clientes de FMRD [Feliciano Miguel Rosendo da Silva] en sus diferentes consultas y tiendas de herboristería (con preferencia en c/ Cruz Blanca, 7-bajo, de Vigo), miembros fundadores del Grupo de San Miguel Arcángel y miembros y familiares del anterior y de la Asociación Orden y Mandato de San Miguel Arcángel (INFORMADA)».
Nosotros hemos querido especificar más: el número de los encuestados asciende a 23 (usamos las cifras en lugar de los cardinales, ahora y en adelante, para una mayor claridad expositiva). De ellos, solo 20 conocen personalmente a Miguel Rosendo da Silva (página 8). De 23, 10 no formaron parte nunca de Orden y Mandato de San Miguel —la asociación contaba con cerca de 200 integrantes, según el propio investigador privado (así se lee en la página 28); cabe preguntarse por las dificultades de don Armando para encontrar informadores más cercanos—. De estos 10, a su vez, 9 son padres de miembros de la asociación que fueron alarmados previamente por los instigadores de la «investigación» privada.
Es decir: casi la mitad de quienes rellenan los cuestionarios no puede ofrecer testimonios directos sobre la asociación pública de fieles; como se expondrá más adelante, la única conclusión obtenida por don Armando es que se trataba de una «secta destructiva». Pues bien: casi la mitad de quienes rellenan los cuestionarios son escasamente relevantes para el enjuiciamiento de tal cuestión.
Por otro lado, casi la mitad de los encuestados —la mitad de quienes conocen a Miguel— es parcial en el relato de su versión; se trata de quienes dirigen la querella contra Miguel y la asociación, de quienes se conciertan bajo la representación nominal de José Lima para construir este relato y solemnizarlo en la forma de «investigación» privada.
Más adelante se detallan las principales contradicciones en torno al contenido de los cuestionarios.
Sobre la imparcialidad de don Armando
Sorprende que, en algunas ocasiones —aunque escasas—, el autor introduzca injustificadamente juicios de valor negativos en lo tocante a Orden y Mandato y a Miguel, tratándose de un documento con pretensiones de objetividad e imparcialidad.
Además, creemos indudable que interpreta torticeramente, muchas veces, los cuestionables datos a que accede. Los casos más clamorosos son los siguientes.
En la pregunta 90 del cuestionario, únicamente una persona manifiesta que Miguel se identificaba como la reencarnación del arcángel san Miguel —posteriormente se facilitan datos que nos han permitido descubrir el código bajo el que se ampara el anonimato del encuestado, que es el IC.2416/29. Lo juzgamos de gran relevancia para lo que se expondrá más adelante—.
En ninguna ocasión más se hace referencia alguna a supuestas reencarnaciones. No obstante, don Armando considera, en la página 32, que Miguel actuaba «haciéndoles creer, al menos en una ocasión, (código IC.2416/29) “… que el espíritu de San Miguel entraba en su cuerpo”». Sugiere así, a partir de un testimonio aislado, único —y carente de credibilidad, según se expondrá más adelante—, que ocurría en más casos. Sin más datos que lo corroboren.
Para culminar la vergüenza —reiteramos, sin ofrecer en todo el informe una sola referencia más a la reencarnación—, en la página 106 concluye así respecto de la espiritualidad de Orden y Mandato de San Miguel: «Destaca el componente pseudo espiritual-religioso (sic), mezcla de catolicismo, budismo (reencarnación) […]». En la página 108 también concluye en parecidos términos: «FMRD se autoidentificaba como Padre Miguel, Vigía, Enviado de Dios, Reencarnación de San Miguel o el mismo Dios».
En varias ocasiones interpreta que el cambio de nombre de los miembros, en el momento de su consagración a Dios, constituye un elemento propio de las sectas que despersonaliza profundamente a los integrantes. Elemento, por lo demás, común a innumerables órdenes religiosas, solamente en el ámbito de la Iglesia Católica.
En la página 54 se dice lo siguiente, respecto a la afinidad a la asociación pública de fieles de Olalla Oliveros y Tamara Falcó:
«Este tipo de informaciones (sic) se asemejan a elementos promocionales utilizados para difundir el nombre e ideario de movimientos o grupos tales como la Cienciología y otros a través de personajes de relevancia pública (mayormente artística), como el actor norteamericano Tom Cruise o, también, por los propios protagonistas para recuperar presencia pública.
»[…] En el caso del grupo, coadyuva a […] su capacidad para la captación de nuevos miembros o colaboradores».
Durante los dos párrafos en que se tratan estas relaciones, únicamente se expone el hecho. Nada más. Así lo interpreta, con tamaña arbitrariedad, don Armando. Eso sí, el párrafo anterior lo introduce con la siguiente fórmula: «En este contexto y sinprejuzgar la génesis vocacional religiosa [de las dos mujeres] […]».
Las otras conclusiones
Ya hemos avanzado que al investigador privado solo le vale el informe para concluir —a nuestro juicio, indebidamente— que Orden y Mandato de San Miguel constituye una «secta destructiva». No llega, sin embargo, a afirmar que se hubieran producido los supuestos abusos sexuales por los que se le juzga.
A este respecto, en las preguntas 113 y 114 del cuestionario, solo dos personas afirman que los «bastones» (algunas consagradas) dormían con Miguel, y únicamente una manifiesta que mantenían relaciones sexuales. En el número 140 se pregunta directamente: «Presenció o tiene conocimiento de la práctica de alguna actividad o hecho delictivo dentro de la Asociación o de la Orden», y solo contestan válida y afirmativamente tres personas. Una lo acusa de «quedarse con el dinero destinado a la Organización para su uso personal»; solo dos personas denuncian la comisión de abusos sexuales, y una de ellas se retracta posteriormente ante la policía.
Más adelante, en la página 49, don Armando detalla: «Al respecto de esta posible relación “intima” (sic) entre FMRD y sus bastones, los testimonios obtenidos son indirectos teniendo, eso sí, algunos de ellos, su origen en manifestaciones verbales de una (sic) de tales bastones a, entre otras (sic), sus propios padres».
Por último, en el apartado en que expone sus conclusiones, don Armando incluye este párrafo: «Respecto de las supuestas relaciones sexuales ( que algunos denominan abusos), entre FMRD y algunas mujeres y “religiosas” de la Orden y Mandato (sic) y según las cuales ” mediante la intermediación de su cuerpo -el de FMRD- (sic), comulgabas con Dios -las mujeres-“, no ha podido obtenerse autorización para el uso de testimonios directos (verbales o documentales) sobre estas prácticas (de resultar veraces) de interés en el ámbito penal (…)».
Desconocemos los motivos de las supuestas víctimas para no denunciar los hechos que hubieron padecido, habida cuenta de que toda declaración iba a estar amparada por un perfecto sigilo respecto a cualquier elemento que permitiera identificarlas. En cualquier caso, don Armando no considera ciertos tales relatos.
Como se avanzó más arriba, exponemos a continuación algunas de las más flagrantes contradicciones en las respuestas a los cuestionarios.
Ante todo, resulta sorprendente que, de 23 personas encuestadas, responda a determinadas preguntas un número tan reducido de participantes. A modo de ejemplo, a la pregunta «Cómo supo de la consulta [de Miguel]» contestan solamente 13 personas. Cualquiera con una relación suficientemente cercana con Miguel o con Orden y Mandato tiene —tenía— conocimiento de tal consulta.
Nos parece oportuno recordar, antes de continuar, que 10 de los encuestados participan posteriormente en la querella, constituidos como acusación particular.
En primer lugar, destacan determinadas preguntas relativas a situaciones objetivas, que no admiten subjetividad alguna en la respuesta, en las que, sin embargo, se obtienen contestaciones que se excluyen entre sí. Abundan, pero algunos casos destacan por el número de cuantos se oponen. Así, ejemplificando, a la pregunta «Se presentan, en Asamblea, las cuentas de la Asociación», 7 personas responden afirmativamente y 7 negativamente; a la pregunta «Estaban los miembros de la Orden sujetos al voto de pobreza», contestan 8 que sí y 8 que no; a la pregunta «Convivían ellos [los menores de edad] con sus padres», responden 5 afirmativamente y 6 negativamente.
En la pregunta 58 se inquiere: «Habitaba D FMRD la misma vivienda que su familia»; responden solo 3 que sí y 14 que no. En la número 60, se pregunta: «Quienes (sic) convivían con D FMRD», 8 responden que su familia; solo 5 confirman que no vive con su familia.
La contradicción más patente es la relativa a las aportaciones económicas efectuadas por cada uno de los encuestados. A la pregunta 40 («Realizó aportaciones de dinero a la asociación») responden afirmativamente 17 personas; las mayores cantidades son una cifra de 20.000 € y otra de unos 84.000 € al cambio respecto de las antiguas pesetas, procedentes de la venta de un piso por 14 millones de pesetas, contraprestación entregada, según los pagadores, íntegramente a Miguel.
Se trata de José Lima —ya aludido en este artículo— y Maricarmen Santana, integrantes posteriormente de la acusación particular en el proceso penal y padres de miembros de la asociación pública de fieles, enfrentados a ellos y que niegan su relato. En la página 50 del informe se indica su código identificativo, y es precisamente aquel al que nos referíamos anteriormente, IC.2416/29, al que negamos toda credibilidad.
En la pregunta 82 («Hizo usted aportaciones económicas a OMSMA [Orden y Mandato de San Miguel Arcángel]»), responden afirmativamente solo 11 personas, 6 menos que a la pregunta 40, idéntica semánticamente, y solamente 8 personas detallan la cuantía cuando se les exige, en un subapartado, «Estime la cuantía total». Aquí, José y Maricarmen «olvidan» hacer referencia a su piso.
Todavía más: en la pregunta 153, se pide: «Cantidad total estimada por Vd., aportada (sic)»; 11 personas reseñan las cantidades estimadas. Sin embargo, difieren sustancialmente de las presentadas en la pregunta 82; solo coinciden dos cifras, de 20.000 € y de 10.000 €. Una vez más, vuelve a estar ausente el montante de 84.000 € procedente del piso de José y Maricarmen.
En la página 50, decíamos, se revela su código identificativo; se infiere también que es uno de los que acusa a Miguel de haber abusado sexualmente de su hija; relatan que ella misma se lo reconoció. Posteriormente, al interrogar la Guardia Civil a José Lima por estos hechos, reconoce que su hija no le dijo nada parecido, pero que él se «lo imaginaba».
Es también el código IC.2416/29, el de José Lima, el único que afirma que Miguel decía ser la reencarnación de san Miguel Arcángel.
En la misma página 50, se recupera el relato de que vendieron su piso entregando la totalidad de lo obtenido a Miguel, en pesetas. Solo que ahora la cantidad se rebaja de 84.000 a 66.000 € al cambio. 18.000 € menor.
Por último, en la página 57 del informe, el investigador concluye probada la relación de José Lima en lo relativo a las cantidades y el piso, a pesar de la manifiesta contradicción entre los dos montantes referidos. Pero es que, para colmo, ahora la cantidad resulta ser de 72.000 € (12 millones de pesetas).
Un auténtico disparate.
A la pregunta 110 («Le constan entregas de dinero con destino a OMSMA / De qué modo»), un encuestado contesta que le consta, por «haberlo recibido» él mismo, la entrega de 160.000 €. Muy poco más adelante, reconoce el mismo encuestado que «desconoce las cantidades porque iban dentro de sobres y maletines cerrados».
Por último, en la pregunta 136 se inquiere si la permanencia en la Orden era voluntaria u obligatoria: 8 responden «voluntaria» y 4 «obligatoria». Sin embargo, en la pregunta 138 («Le constan acciones coercitivas para impedir el abandono de la Asociación o la Orden»), curiosamente responden 9 en sentido afirmativo y 4 negativamente.
En descargo de don Armando, debemos decir que al menos en este caso, pero solo en este caso, reconoció la abierta contradicción entre los propios encuestados, considerados, esta vez, individualmente:
«Las respuestas anteriores entran en manifiesta contradicción con las obtenidas a (sic) la pregunta 138) del cuestionario referida a si les consta (sic) -a los miembros y afines a OMSMA- (sic) acciones coercitivas para impedir el abandono de la Asociación o la Orden y a la que responden afirmativamente (9) y negativamente (4) (sic)» (página 52).
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«Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme».
Salmo 40.
Confusión es esa sensación incómoda que provoca en nosotros la arbitraria mezcolanza de incoherencias. Inconexiones a lo menos. Cuando tales elementos, además, son antitéticos —se excluyen unos a otros—, evoluciona en perplejidad. Imagínese usted la estupefacción al contemplar el descenso de la nieve a treinta y cinco grados en un mes de julio.
Cuando la antítesis enfrenta lo más sublime a lo más abyecto, lo más santo a lo más demoníaco, lo ínclito a lo deleznable, el espectador enmudece; cáense los brazos, flaquean las piernas, resbala la barbilla, el corazón se hiela.
Es el aturdimiento de los videntes del insólito abrazo de Dios y Satanás.
(Lo que se expone en el artículo procede de información facilitada por las partes defensoras de Miguel y otras pruebas documentales a las que ha tenido acceso Democresía. No hemos tenido oportunidad de contrastar la versión con los acusadores).
No hubo visto demonios Gabriel cuando decidió involucrarse en una naciente asociación católica, que lo conquistó con su celo apostólico y su anhelo proselitista. Con el tiempo daría en llamarse «Orden y mandato de san Miguel».
Recibió el sacramento de la Confirmación allá por el año 2001, ha diecisiete años. Al poco conoce a un hombre, Miguel Rosendo da Silva, y comienza a cambiarle la vida. Se interesa por las cosas de Dios, por la verdad del hombre y la vocación a algo mayor, veraz, superior a cuanto hubo conocido. Tras un breve lapso algo más alejado de la vida sacramental, retorna a la celebración de la Eucaristía, vuelve a rezar, se involucra más y más en la misión apostólica de la Iglesia, colaborando en la catequesis y en otras actividades misionales.
Tampoco advierte rastros infernales, misas negras o posesiones diabólicas en adelante, y en 2009 —tras ocho años en contacto con el grupo— decide consagrarse en el ámbito de la nueva realidad eclesiástica, que caminaba en curso a su aprobación en cuanto orden religiosa. Estudiaba Ingeniería de Telecomunicaciones.
Su madre, sin embargo, descontenta con la vocación de su hijo, trata de apartarlo. Gabriel no accede a sus pretensiones, por lo que decide acudir a una instancia superior; en 2006 escribe una misiva a José Diéguez, entonces Obispo de la diócesis de Tui-Vigo: que «le están comiendo el coco» y se llevan a mi hijo.
Don José contacta con Juan Diz, presbítero de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —entidad estrechamente vinculada al «Opus Dei»— y primer consiliario de la asociación, y le ruega que investigue y le informe. Tras un tiempo prudencial, Juan responde al Obispo que todo lo aprecia bueno y sano, y así se lo comunica este a la madre, que no se da por vencida y escribe a la Nunciatura eclesiástica, con idénticos resultados.
Es la primera acusación de sectarismo contra «Orden y mandato de san Miguel». Ahí quedó la cosa, pero con el tiempo resurgirá la verdad para unos, la burda calumnia para otros.
Gabriel, a marzo de 2018, sigue alabando ante esta revista la labor de la asociación disuelta, a la que sigue espiritualmente vinculado, con gran dolor y mayor esperanza.
En nuestra entrevista he juzgado absurdo preguntarle si alguna vez ha visto a Belcebú escurrirse tras una esquina, en la oscuridad de la casa madre.
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El poder de convocatoria de la agrupación de fieles es asombroso; en los noventa comienza a organizarse un círculo con inquietudes, y en 2003 se dotan de estatutos y reciben la bendición de don José Diéguez, cabeza de la diócesis, que ya ha aparecido antes en esta historia.
En 2005 hay quienes advierten una vocación divina, y deciden consagrarse en el seno de «Orden y mandato». Y, finalmente, en 2009 festejan la aprobación de unos nuevos estatutos, con los cuales el nuevo Obispo Luis Quinteiro la constituye como asociación pública de fieles, siguiendo un proceso natural ordenado a convertirse en orden religiosa.
Llega a aglutinar en su derredor a unas doscientas personas.
De izquierda a derecha, Isaac de Vega, Luis Quinteiro (actual Obispo de Tui-Vigo) y Miguel Rosendo.
Hubo un cambio de consiliario en el año 2006: aparece en escena una figura emblemática y de indudable importancia en el devenir de la asociación, de su presidente Miguel y de los fieles ligados a ellos. Se trata de Isaac de Vega, sacerdote asimismo de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —ligada al Opus Dei—.
Es capellán en la cárcel de La Lama; dedicado principalmente a la pastoral penitenciaria, recurre a la asociación buscando ayuda en su misión. La obtiene. Entonces comienza la relación, que va estrechándose más y más, entre el presbítero y «Orden y mandato de san Miguel».
Llega, decíamos, a ser muy estrecha; en 2007 celebra su cumpleaños con ellos, y con ellos convive durante un mes. Los partidos de fútbol —él, acérrimo madridista— se ven en la casa madre, con la familia de Miguel y el resto de fieles, ocasiones en que (a decir de algunos de ellos) comienzan a experimentar el genio explosivo del nuevo consiliario.
Poco a poco, Isaac va acumulando las tareas propias de un asistente eclesiástico, con gran implicación personal en la entidad religiosa. El cargo, canónicamente, lo recibe del Obispo en 2009 —cuando la asociación, recordamos, adquiere el estatus de «pública de fieles»—. Pero más de un año antes su integración en la estructura del grupo ya era completa: tenía plena conciencia del recorrido tanto del grupo como de cada uno de sus constituyentes; pasaba cuatro días a la semana con ellos y se unía a los viajes que organizaban.
Paralelamente, parece que Isaac desarrolla negocios contrarios al ordenamiento jurídico y a la moral cristiana más elemental. Lorena, consagrada, hija del portavoz de la ilegítima acusación popular en el proceso penal, fue una de las encargadas de colaborar con el cura en la pastoral penitenciaria. Recurrentemente comunicaba sus dudas al capellán: qué hacemos aquí, Isaac; por qué solo tratamos con los convictos por narcotráfico; nunca he advertido un atisbo de arrepentimiento en ninguno de ellos; me siento idiota hablando de Dios a quien se deleita decididamente en el pecado, y otras del estilo. Por respuesta, que el celo por las almas no hace acepción entre pecadores; que mientras haya posibilidades de salvación para uno de ellos, su labor merece la pena; que Dios ha venido a redimir también a los narcotraficantes.
Un día, Lorena descubre en su cuarto una bola de hachís del tamaño de su cabeza. Isaac, que siempre fue muy celoso de sus espacios y su intimidad, le asegura que era de un preso, que lo hubo descubierto y se lo confiscó.
Otras fuentes, cercanas a Isaac de Vega, ajenas al entorno de «Orden y mandato de san Miguel», y cuya identidad nos exigen que no se revele —se sienten amenazados—, aseguran que Isaac hacía negocio con los narcotraficantes del clan de los charlines y que solo trataba con presos por tráfico de drogas, que se lucraba con dinero de tal origen ilícito —nos hablan de «grandes cantidades»—, y que recibía de ellosno pocos favores de índole sexual.
Muchos de los miembros del clan que han cumplido condena lo hicieron en la cárcel de La Lama, cuya pastoral penitenciaria estaba a cargo del sacerdote.
Las irregularidades en esta prisión alcanzaron extremos asombrosos: Isaac conseguía favores para los narcotraficantes y hasta llegó a gestionar para ellos permisos penitenciarios, con resultados en ocasiones más que sospechosos, como aquellos de 2008 de que se hizo eco la prensa (entre otros casos, Interviú), en que cuatro presos de la misma banda, con sus respectivos permisos gestionados por el capellán, escapan de prisión en el espacio de cuatro meses. Cuatro. Los informes de la Junta de Tratamiento de la prisión, y los de la policía, fueron decididamente contrarios: existía un elevado riesgo de fuga y se trataba de presos peligrosos —condenados por introducir 124 kilos de cocaína y tenencia de armas de fuego—.
Desde el entorno de la asociación pública de fieles aseguran que el consiliario realizó gastos destacables en favor de aquella, que les parecían inalcanzables para un presbítero, y que llevaba un alto nivel de vida.
¿TODAVÍA NO SABES DE QUÉ VA ESTE ESCÁNDALO JUDICIAL? LEE EL PRIMER ARTÍCULO DEL “CASO MIGUELIANOS”. POR CHEMA MEDINA
Con tal integración en la asociación, es llamativo que Isaac no hubiera advertido ningún desorden hasta unos cinco años más tarde —según su propia dicción, denuncia al Obispo los excesos de los «miguelianos» en diciembre de 2012—.
Comienza una serie de movimientos para reunir un grupo de víctimas o, a lo menos, de atacantes. Miembros de «Orden y mandato de san Miguel» nos aseguran que Isaac comienza a llamar casa por casa a los padres de los integrantes, y consigue apoyos para su denuncia. Apoyos que se verán reflejados en un informe cuestionable de un investigador privado (del que nos ocuparemos en ulteriores artículos), que sirve de fundamento al subsiguiente proceso penal. Apoyos entre los cuales figura el de un párroco de Madrid.
Otro escándalo eclesial, de menor entidad y a cientos de kilómetros al sur, consumaría el proceso. Nos situamos en la archidiócesis de Madrid; dos sacerdotes en ella incardinados —Eduardo Lostao y Juan Luis Castón— e Ignacio Oriol son simpatizantes muy cercanos a la asociación.
Coinciden en su primer destino en la diócesis: Juan Luis llega de Getafe en el año 2011, y el entonces Obispo Antonio María Rouco Varela le destina como vicario a una parroquia del entorno de Moratalaz. Ignacio acaba allí también —habiendo abandonado recientemente la Legión de Cristo—, así como Eduardo, que entonces aún era seminarista. Y surgen determinados conflictos con los catequistas y con el párroco: con los unos, de índole dogmática e ideológica; con el otro, por evidencias de hurto.
Robaba. Juan Luis le descubre y le denuncia al Obispado, cuyo regente decide resolver la situación destituyendo al párroco y separando a Juan Luis.
Antonio M. Rouco Varela se lo lleva a otra parroquia, en otro lugar relativamente lejano al anterior, y lo acompaña Eduardo —a Ignacio lo mandan a Aravaca—. Miguel Rosendo, desde Galicia, les ruega que atiendan también un grupo de matrimonios del entorno que residen en la capital.
Juan Luis habla con el Obispo auxiliar, Fidel Herráiz —que volverá a salir en esta historia (actualmente es Arzobispo de Burgos)—, pidiéndole permiso para acceder a las peticiones de Miguel, que se lo concede. Procede de la misma forma con su nuevo párroco, JML. Así queda configurada la pastoral de los tres curas.
Ocurre que JML también robaba. «Pero muchísimo», matiza Juan Luis para esta revista. Juan Luis, que ya conoce la cantinela episcopal, reúne en esta ocasión pruebas económicas fehacientes, con la colaboración de algunos feligreses —Juan Luis trabajó para «JP Morgan», y uno de tales fieles era un general de brigada retirado que había trabajado como interventor de la Armada. No les resultó especialmente complicado—. Acreditan un mínimo de 25.000 € anuales que JML se embolsaba de los fondos de la parroquia.
Acuden de nuevo al Arzobispo. Nos situamos en la transición entre A. M. Rouco Varela y C. Osoro. Ninguno quiso escucharlos: el primero los despacha con frases como «aquí haya café para todos», o «ni vencedores ni vencidos», y el segundo continúa la misma línea de su predecesor, en ocasiones con formas coléricas y prepotentes. Juan Luis insiste.
Paralelamente, JML estalla. Llega a gritarles en la parroquia que fue secretario de uno de los Vicarios episcopales de Madrid, y que si él caía, caerían muchos. De hecho, acude en numerosas ocasiones al Obispo durante este proceso.
En esta situación, muy tensa, JML tiene noticia de lo que empieza a labrarse en Galicia, en relación con Isaac de Vega, Miguel Rosendo y «Orden y mandato de san Miguel». Advierte asimismo los vínculos entre la asociación pública de fieles y Juan Luis y Eduardo, y decide viajar al norte. Estos dos últimos —junto con José Ignacio Martín Sánchez, un tercer presbítero muy ligado a «Orden y mandato», y de quien hablaremos en futuros artículos— nos aseguran que JML se entrevista con Isaac y colabora en la hechura.
LEE EL SEGUNDO ARTÍCULO DEL “CASO MIGUELIANOS”. POR CHEMA MEDINA
Es JML quien aporta el ingrediente final; en el contexto de fuertes presiones en el ámbito interno eclesiástico —también en próximos capítulos—, fabrican la guinda del pastel: satanismo.
Después de más de cinco años de estrecha relación entre Isaac y Miguel Rosendo da Silva y la asociación que promoviera, no solo aparecen supuestos abusos y agresiones sexuales, coacciones, delitos contra la integridad moral, contra la Hacienda Pública o blanqueo de grandes capitales de orígenes antijurídicos, sino que ahora también se realizaban prácticas satánicas. Se llega a asegurar que Miguel decía ser la encarnación de san Miguel, el arcángel —a veces, del mismo Dios—; que entraba en posesión padeciendo convulsiones y balbuciendo lenguas extrañas, al tiempo que practicaba, dicen, exorcismos y rituales dudosos sobre miembros de la entidad religiosa.
Y JML erige como ministros del infierno a Juan Luis, a Eduardo y a Ignacio; con el tiempo se les conocerá en los medios de comunicación como «la Trinidad satánica». Consigue una fenomenal bomba de humo, desquitándose contra sus colegas —sus hermanos en el presbiterado—, y atrayendo sobre ellos la atención que se hubo posado sobre él, y que tan poco le convenía. La campaña de desprestigio continúa y se intensifica, hasta marginar a unos en Galicia y a otros en Madrid: don Carlos Osoro llega a retirar a sus sacerdotes el sueldo durante cuatro meses —hasta que don Fidel, Obispo auxiliar, interviene en su favor—. Pasan más de dos años en tinieblas, sin saber de su Obispo, sin dignarse este a escucharles, sin interesarse por ellos lo más mínimo. Ni una sola llamada de tantísimos sacerdotes amigos, cuando no se tornan beligerantes.
Mientras, el proceso se desarrolla. Los defensores de Miguel y «Orden y mandato» enmudecen, por obediencia filial a su nuevo Obispo Luis Quinteiro, cómplice en la trama por circunstancias que posteriormente se expondrán, que les exhorta a guardar silencio. Durante dos años. Años que se aprovechan, evolucionando las acusaciones y adquiriendo forma hasta dar con Miguel en prisión, en diciembre de 2014. Y disolverse la asociación.
Hasta aquí este capítulo de la novelesca pero realísima historia de los ángeles que son demonios.
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«No pensaba yo que tus proclamas tuvieran una fuerza tal que, siendo mortal, se pudiera pasar por encima de las leyes no escritas y firmes de los dioses. No son de hoy ni de ayer sino de siempre estas cosas, y nadie sabe a partir de cuándo pudieron aparecer. No había yo de, por temer el parecer de hombre alguno, pagar ante los dioses el castigo por esto».
Sófocles; «Antígona», a Creonte, rey.
Tenemos nuestras razones para eludir ahora la presentación de Miguel Rosendo da Silva, y la asociación pública de fieles que fundara décadas atrás. Las barbaridades judiciales que se están sucediendo en el proceso penal, y la urgencia de su denuncia, nos han obligado a posponerlo, alterando el orden lógico de este relato.
Pero confiamos en la virtud de nuestro lector. Si bien es imposible amar a quien no se conoce, no es éste requisito de la prudencia y la justicia. Valore en tales términos las tropelías que seguidamente exponemos, y juzgue si son acordes a Derecho. Es más: allende la ley positiva, valore si son acordes a la dignidad humana, fuente de los derechos fundamentales enunciados en nuestra Carta magna (art. 10.2 CE), y pilar fundamental del ordenamiento jurídico. Sigue leyendo
«¡Un hombre al mar! ¡Qué importa! El buque no se detiene por eso. El viento sopla; el barco tiene una senda trazada, que debe recorrer necesariamente».
«A veces no podía más; pensé en acabar con mi vida porque la vida así no es vida, es un infierno». Lo dijo Romano Liberto Van Der Dusse, cuando el Tribunal Supremo suspendió la injusticia que lo hubo llevado a prisión. Más de doce años.
Doce años.
Un caso similar al de José Antonio Valdivieso; nueve años inmerecidos de cárcel, y desoladores esbozos anímicos en sus informes psiquiátricos, que testimonian una ruptura vital, un desastre existencial:
«sentimiento de incomprensión por parte de quienes le rodean, del sistema judicial y de los profesionales que lo atienden en prisión»; «grave intento de suicidio de alta letalidad —ahorcamiento— y baja rescatabilidad (sic) —busca un sitio aislado y solitario en el que no haya testigos que puedan rescatarlo—»; «conductas autolesivas»; «hostilidad y desconfianza hacia el mundo,aislamiento social, sentimiento constante devacío y dependenciade sus padres y su novia, sentimientos deestar en peligro o amenazadomostrando frecuentemente actitud de vigilancia e irritabilidad, y embotamiento afectivo».
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José Antonio habría escuchado en clase de filosofía aquello del «Gorgias» de Platón, que más vale padecer la injusticia que cometerla. Pero hay una diferencia cualitativa importante entre la horca de Judas y la que el madrileño se preparó en su celda.
«Pero lucha todavía. Trata de defenderse, de sostenerse, hace esfuerzos, nada. ¡Pobre fuerza agotada ya, que combate con lo inagotable!».
Esta clase de barbaridades fue la que más asombró a los ilustrados. Las primeras conquistas en el proceso de democratización de Europa consistieron en rebuscar entre los maestros latinos e instaurar los derechos de defensa en el proceso penal. Que nadie puede ser condenado sin haber sido previamente oído, el «habeas corpus», y por Dios, la consabida presunción de inocencia: que la carga de la prueba recae en la parte acusadora y no en el acusado, que no existe culpa mientras no se acredite lo contrario, que nadie está obligado a la «probatio diabolica» de no haber delinquido para continuar en libertad.
«Hay pájaros en las nubes, lo mismo que hay ángeles sobre las miserias humanas; pero, ¿qué pueden hacer por él? Ellos vuelan, cantan y se ciernen en los aires, y él agoniza. Se ve ya sepultado entre dos infinitos, el océano y el cielo; uno es su tumba; otro su mortaja».
Siéntese ahora, que cierro la puerta, y le traigo un taco de folios y un flexo y dos fotografías, de Romano y José Antonio. Mírelos a su cara de papel, que evoca virtualmente angustias realísimas en alguna parte, actuales, ardorosamente vivas. Escuche, quizá, a José Antonio decir a los Magistrados de la Audiencia de Madrid, con santa ira y pocas ganas de ser educado, que le importa una puta mierda sus buenas intenciones. Y reconozca que tiene razón.
El taco de folios lleva por título un nombre, una vida, un presente y un futuro. Y lleva también un pasado de casi cuatro años en prisión. A José Antonio le bastaron tres para echarse una soga en derredor del cuello.
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Desgranando el caso de los Miguelianos: capítulo I
Se llama Miguel Rosendo da Silva, y aunque aún no se ha iniciado la fase oral del proceso, ya es culpable para la media España que se ha embriagado de la alienante teta de las grandes cabeceras. Si le resulta más fácil, porque su nombre ya le evoca lejanos ecos de «miguelianos», «secta satánica», «fetos humanos en frascos de cristal», «delitos contra la Hacienda Pública» o «repetidos abusos sexuales», tape la portada. Dele un seudónimo; que se llame Pepe o Manolo o Margarita o Elvira. O José Antonio, o Romano.
Algo así es lo que significa que Jueces y Magistrados han de ser «independientes (…), sometidos únicamente al imperio de la ley», en el artículo 117.1 de la Constitución española.
Y en el taco de folios que le traigo, y que le voy a dosificar las próximas semanas, va usted a leer verdaderas barbaridades: una versión de los hechos contada por una de las partes que no ha hallado, lamentablemente, tanto eco en la prensa. Va a descubrir cosas curiosas: mujeres violadas, víctimas de Miguel, que según los correspondientes exámenes periciales ginecológicos son vírgenes más puras que manantiales de alta montaña; un relato sobre el lado más negligente y oscuro de la jerarquía eclesiástica española, y el atropello del Derecho canónico; asombrosas irregularidades judiciales que conforman un todo aberrante, admirable, inverosímil. Y danzando en derredor de tamaño aquelarre, ocultas motivaciones de algunas partes acusadoras.
No va a descubrir elementos de culpa ni de inocencia; de todas formas, por fortuna o por desgracia, no es a usted a quien corresponde enjuiciar el caso. Pero sí encontrará una retahíla tal de irregularidades que rasgará sus vestiduras, atónito, y se preguntará en qué oscuro rincón yacen la imparcialidad, el sentido común, las garantías y la justicia.
Acaso sirva para desmentir la gravísima presión mediática que sufre una de las partes en este proceso, inaceptable en el ideal Estado social y democrático de Derecho con que se nos llena la boca orgullosa. Acaso sirva para cobrar conciencia de las exigencias de la dignidad humana, y de los más elementales dictados del Derecho penal, o canónico.
No sirve para exigir la condena del malhechor o la absolución del inocente. Su foro es la Audiencia de Pontevedra. Sirva para elevar un clamor por el respeto a los derechos procesales y sustantivos de los procesados, aun si a la postre resultaren culpables.
El respeto al proceso, a los derechos de defensa de posibles culpables, habría librado a Romano y a José Antonio de tan salvaje injusticia.
«¡Oh destino implacable de las sociedades humanas, que perdéis los hombres y las almas en vuestro camino! ¡Océano en que cae todo lo que deja caer la ley! ¡Siniestra desaparición de todo auxilio! ¡Muerte moral! La mar es la inexorable noche social en que la penalidad arroja a sus condenados. La mar es la inmensa miseria. El alma, naufragando en este abismo, puede convertirse en un cadáver. ¿Quién lo resucitará?».
Víctor Hugo, «Los miserables».
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Leía esta mañana los tuits de una actriz de teatro a la que venero, cuyo nombre no revelo por las voces que aquí siguen: que no era ella de ‘banderitas’, decía, afeando que a la repulsiva revuelta contra todo en Cataluña le siguiera el ondeo de rojigualdas en tropel. Y lo de repulsiva lo digo yo, que parece que en el mundo feliz de su cabeza la cosa era también idílica, rosada y celeste. Sigue leyendo
Lo decía el gran Dámaso Alonso, aquel poeta enhollinado de la era franquista: subía la demografía en la capital española y se situó por primera vez sobre el millón de habitantes. Los residentes de la gran villa aplaudían orgullosos de que su ciudad creciera, y esbozaban sonrisas de altanería y superioridad. Y mientras los titulares de los diarios afamaban el nombre de Madrid, él escribía en Hijos de la ira:
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres, según las últimas estadísticas.
¡Ah! ¡Cadáveres…! Madrid era un sepulcro, y sus habitantes sacos de hueso y ceniza. Sigue leyendo
Monesvol: así se llama la reciente deidad descubierta en 2005 por Bob Henderson, el aclamado “profeta” de la religión pastafarista. El Monstruo del Espagueti Volador, un lío de pasta adornado con un par de albóndigas, se coló en las conciencias de muchos como protesta frente a la decisión del Estado de Kansas de permitir la lección de las tesis creacionistas junto a las evolucionistas en las escuelas públicas. Un sinsentido para tantos que iban a lograr su revocación tan solo un año después. Pero el nuevo culto iba a trascender lo anecdótico para erigirse como una opción más en el mercado religioso.
En España ya han intentado cuatro veces introducirse en el Registro de Entidades Religiosas, en que son inscritas las confesiones cumplidoras de ciertos requisitos para recibir la protección que nuestro ordenamiento jurídico —por ahora— otorga a los derechos aglutinados bajo la sentencia “libertad ideológica, religiosa y de culto“, del artículo 16 de la Constitución. Sendas tentativas han resultado absolutamente infructuosas, como cabía esperar. O no… Sigue leyendo
Los hombres, si conocemos, deformamos. Esta es la gran verdad sobre la mirada del único ser con capacidad intelectual —presuntuoso término este derivado del latín “leerdentro“(de lo real, se entiende)—.
La idea, que en griego significaba “lo que se ha visto“, es algo así como la suma de dos factores: el objeto real que se presenta y la estructura subjetiva con que se entiende lo de delante. Las flores que posee tu mujer son aquellas que le estás regalando, ¡oh atentísimo marido!, con algo de ella misma. Si está enfadada, probablemente sean muy distintas las tuyas de las suyas, siendo únicas ahí fuera. Sigue leyendo
Hará un par de semanas abrí mi portal de Facebook y apareció lo siguiente en mi sección de noticias. Un dramático Pessoa augurando pesimismos sobre el amor y etcétera.
La revista lanza en la publicación una interpelación final en la que no quiero detenerme demasiado. Solo dejo esta perspectiva a modo de aforismo, con la gratuidad del opinante irresponsable que ni reflexiona ni argumenta siquiera, y basta: que el amor es tan egoísta como altruista; si se ama se hacen propios los bienes y los males del amado, y así le identificamos con nosotros. Se unen sendas venturas cuando dos se quieren. Eso de negarse uno mismo para afirmar al otro en soledad es, si no imposible, una monstruosidad. Monstruos los espiritualistas que llegaren a destruir el amor propio —para lo cual se hace necesario anhelar no la muerte sino nunca haber existido—. Sigue leyendo
El mundo es tiniebla. Una densa espesura de nada y vacuidad. Vanidad, sentencia Qohelet, el mundo todo es vanidad.
En la noche oscura de san Juan, la del alma que escenifica la sombra de fuera, nada se ve. Quizá no falte la luz al ojo, y sea el objeto que le mostrare la nada. Ante ella, la misma luz que la educe es absorbida y contraída hasta el no-ser, como uno de esos agujeros negros de los astrofísicos: negros como la noche del alma. Quizá no sea sombra, sino vacío. Sigue leyendo
“Manzana llena, pera y plátano, grosella… Todo esto habla en la boca de la vida y de la muerte“.
Rainer Maria Rilke, Sonetos a Orfeo.
Comienzo este artículo paladeando un caramelo de naranja, una de mis frutas preferidas. Adoro el sabor ácido de los cítricos y esa indescriptible reacción en la lengua. No puedo entender por qué en el tarro que sobró de la repartición de Halloween sobreviven numantinamente tantos de los míos. ¡Oh, otros!, siempre seréis una incógnita. Sigue leyendo
Recuerdo que una vez en el colegio un profesor, no recuerdo de qué asignatura, me preguntó a quemarropa: “¿tú cuál crees que ha sido el mejor invento de la Historia?“. No me detuve a pensar un solo momento acerca de la cuestión, convencido como estaba entonces de que la sabiduría consiste en haber reflexionado sobre todas las cuestiones –y haber obtenido respuestas– en un tiempo ignoto pero siempre anterior al de la inquisición de terceros. Contesté altaneramente que el candidato perfecto había de ser el coche.
El profesor había estado aguardando con cierta curiosidad mi resolución, como si intuyera que había de sorprenderle, y cuando me escuchó hizo una mueca de aceptabilidad y resignación y se marchó. Sigue leyendo
Se fue ya el verano, la estación orgiástica en que se disipan las obligaciones y florecen por doquier los latentes anhelos, esos que hibernan de crepúsculo a crepúsculo y amanecen solo al calor del mediodía.
Vacaciones, descanso u holgazanería, el tiempo de vacío en que cabe al fin la realización de los hombres. Donde alcanzan el ser los proyectos gestados en el invierno, bajo la gelidez de la nieve que sabe a nada, a modo de solución fantástica al tedio que anegara la ciudad –los corazones en la ciudad–. Mañanas en que se alza el sol como jugando en casa, y no con la timidez fugaz de diciembre; con decisión y poderío, dominando el cielo con báculo de fuego, inundando la vida de calor y movimiento, hasta abrasar la piel y aun el alma. Sigue leyendo
Al igual que ocurrió tras la invasión enciclopedista en Europa, la revolución industrial, y con ella el utilitarismo y hasta el atractivo por lo horrendo –aún más que indiferencia respecto a lo bello–, iban a desencadenar una huida radical hacia la experiencia estética, en búsqueda de la felicidad, de la satisfacción de los anhelos más profundos del hombre. Así fue con Oscar Wilde.
Escribe una única novela el dramaturgo inglés (casi un guión teatral en prosa), con frecuencia considerada como el mejor ejemplo de la corriente literaria del esteticismo: “The picture of Dorian Gray“. El relato, muy original, pivota en torno a tres personajes principales: Dorian, Basil Hallward y Henry Wotton –o Harry, la forma medieval–. Basil es pintor, y decide retratar al joven Dorian, de incomparable hermosura. Misteriosamente, el cuadro se convierte en imagen del alma del modelo; tras la seducción que obra en él lord Henry, un perfecto hedonista, la obra irá mutando y perdiendo su pulcritud al ritmo de la destemplanza del muchacho, hasta ilustrar un viejo decrépito. Sigue leyendo
Dijo uno que el racismo se cura viajando. Pero no a los Estados Unidos de América.
El 16 de septiembre llega a la gran pantalla “Los hombres libres de Jones” (“The Free State of Jones” es el título original), un relato basado en hechos reales, sumergido en la contienda que iba a enfrentar en 1861 a los Estados de la Unión con los Confederados del sur. Sigue leyendo
Negó una vez Unamuno que fueran personajes quienes tomaban tiempo y lugar en sus novelas; eran personas, vivas, de carne y hueso; seres de entidad semejante a la nuestra –a la suya–, llevadas a escenarios extremos en la pluma innovadora de su autor. De su Creador, y aquí sitúa el vasco el centro de la reflexión que iba a identificarle con Augusto Pérez, el núcleo de su “Niebla“. Sigue leyendo
El otro día me topé de nuevo con Pedro Antonio de Alarcón, uno de mis novelistas preferidos. Ahí estaba, en mi mesilla de noche, interpelándome desde el lomo blanco que lo envolvía; “novelas completas”, se podía leer aún. Lo abrí y escogí una de las que todavía me quedaban por leer: El Capitán Veneno. Y entre hojas desenfadas, aun cómicas –que vivamente recomiendo–, me encontré con esta perla: Sigue leyendo
El otro día encendí el televisor y tuve una epifanía. Retransmitía la cadena un reportaje especial sobre el atentado de Niza, cuyo recuerdo aún nos conmociona, y centraron el objetivo en un hospital de la zona.
Explicaba un facultativo que desde la masacre se había producido una oleada de donaciones de sangre, y que seguían llegando ciudadanos generosos a sus puertas a pesar de que habían emitido un comunicado público afirmando que poseían suficiente.
En ese momento la cámara se posó sobre una mujer –ni alta ni baja, ni gorda ni flaca, ni vieja ni joven–, a la que con toda seguridad habían interrogado sobre los móviles de su conducta, que así respondía: “ya, si ya sé que no hace falta más sangre, pero es mi forma de acercarme a las víctimas y mostrar mis condolencias“. Sigue leyendo