Los desconocidos
Siete de la mañana. Noche profunda. Los halógenos iluminan sin agresividad una cafetería del distrito de Moncloa. Un señor que ronda los 70, enjuto, con aspecto de Corto Maltés envejecido, se sienta a mi lado con un café con leche y unas porras.
–Yo vengo aquí todas las mañanas. También al mediodía. Siempre -me dice, conversador.
–Ah, muy bien -respondo medio dormido.
–Siempre me bebo una cerveza a mediodía. Yo ya no me privo de nada.
–Como debe ser.
–Fíjate, a mi yerno de 40 años le han dado el otro día un mes de vida. Qué vida esta… Yo ya no me privo de nada. Sigue leyendo