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Un McDonald´s para Cuba

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En el último año hemos visto una suerte de acontecimientos paranormales en la isla de Cuba.

Santos y Las Farc, aparcando corbatas y trapos paramilitares, poniendo a  la guayabera de Castro por testigo. El Papa Francisco abrazando a disidentes que le cuentan secretos atroces, historias impensables, como que la isla es una dictadura. Obama y sus canas de paseo por la tierra que le valió un Nobel de pega.  Los Rolling Stones repartiendo caña gratis, aunque no de azúcar,  cuando en el Calderón te cobran una lengua de la cara.

Y ahora la última joya del bestiario: Channel,  que ha puesto a desfilar al rasurado nietísimo por el Paseo del Prado de La Habana. Los rezos  estampados en su camiseta, que mezclaban cocos con revoluciones, hicieron salivar a las mulatitas que, desde los balcones, con una brisa  que llevaba un no sé qué de anhelos y libertades,  hacían cuentas del número de décadas que les faltaba para tener a París entre las piernas.

 

Cuba se abre.  Cuba se muere”

 

“Cuba se abre.  Cuba se muere”, deben andar pensando los núcleos fuertes de Somosaguas, que ya solo les queda por ver como el cochino de la bahía termina en la plancha de un McDonald´s.

Pero ocurrirá. Necesariamente tiene que terminar ocurriendo. Bajo lápida los colegas de Guevara; los ingenieros que reciclan baterías, los médicos que dan consulta a cambio de un plato de Ropa Vieja y los maestros que tienen cuestionadas las paradojas de Chesterton, no se conformarán con las superficialidades del nuevo tinte de la bandera de la patria.

Ahora los hipercualificados de la isla, que tienen más formación que comida en el estómago, tienen el capricho de que se sepa que quieren votar, que quieren ir a sus misas y a sus cosas caribeñas en paz, que les apetece salir con billete de vuelta a conocer Disney World y tomarse una hamburguesa de paso.

El orondo y antes citado Chesterton, en su obra “El hombre eterno”, desmonta en un parrafito allá por el final del libro la propuesta vital que ofrecía Marx para el obrero de Friburgo:

“La teoría materialista de la historia, según la cual toda política y la ética son expresión de la economía, es una falacia muy simple. Consiste en confundir las necesarias condiciones de vida con las preocupaciones normales de la vida, que son cosas muy diferentes”.

Al bueno de Mijail, después de llegar a casa de la fábrica, si era amante del plato caliente y de los dos besos en mejilla a sus dos chiquillos, poco le tenían que importar el materialismo dialéctico, la alienación y otros tantos batiburrillos filosóficos de la burguesía. El tener un hogar y sentirse en su hogar seguro, debían componer un porcentaje más que alto de sus preocupaciones de lo cotidiano, donde se rumia la felicidad del hombre.

El mundo de hoy va cerrando sus chiringuitos de techo rojo, sus propuestas más exóticas de lo que debe ser el hombre en sociedad. Todo a favor de una apertura que, sin ser un sistema perfecto (ni siquiera llega a la categoría de regulero), al menos le ofrece a uno la oportunidad de deambular con el perro sin tener que revisar quien va por las esquinas.

Queda atrás la “pesadilla kafkiana” a la que los barbudos sometían al liviano de espíritu, Hemingway. Cosa de biografía y nada más serán los acosos de los militares que iban y venían a ver qué tramaba el americano en su casita de “Quinta Vigía”, cerca de La Habana, al cual cerraron el cerco tras su paseo por la España bélica, al considerarse agnóstico en esto de banderas, martillos, hoces y sangre.

Padura tendrá que repensar ahora  el final de Regreso a Ítaca e incluir alguna imagen de los colegas de toda la vida, divididos por el régimen, pillando un par de Big Macs en la Princesa del Mar.

Ya solo nos cabe esperar la gran confirmación. La profética noticia. Será en la tranquilidad del intermedio de “Salvados”, en el sacro momento de desconexión en los anuncios, cuando nos digan que una nueva “Mc” rojigualda gira y gira, como un águila imperial, esperando a que los cubanos vayan a mojar sus pesos en salsa barbacoa.

 

FOTO: supuesta instantánea de un McDonald´s en Guantánamo 

 

(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.

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