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¡Viva el pasodoble!

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A lo largo de los meses de agosto y septiembre, municipios de media España se visten con el atuendo propio de las fiestas patronales. Cada localidad o barrio se engalana con multitud de rojigualdas en honor a San Juan, San Lorenzo, San Mames, San Roque, San Bartolo o cualquiera sea el santo que por tradición venera.

Es común que en el programa para estos días se encuentren actos religiosos, procesiones y novenas, pero también eventos paganos como las verbenas. A medida que pasan los años, resulta más visible que estos pequeños festejos son la reserva musical de España. Pequeñas orquestas nómadas nos recuerdan con algún pasodoble y vals el encanto del cortejo elegante a través del  baile.

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  Sobran los escenarios con grandes focos, luces de colores o artilugios expendedores de humo. Un cuarteto formado por un humilde teclado, una guitarra, el batería y la cantante (a menudo enfundada en un apretado y basto vestido de noche) es suficiente si trae consigo un buen repertorio.

Para mi gusto (y el de la amplia mayoría de los seniors) eso significa dejar a un lado las listas de reproducción propias de las discotecas actuales para recuperar un oxidado pasodoble y alguna que otra ranchera en proceso de fosilización.

Estos géneros son tregua y alivio entre tanto ruido hiper sexualizado que repite sintagmas malamente construidos sobre percusiones deshumanizadas por ordenadores. Por el contrario, el compás binario del pasodoble invita a otros ritmos que no solo se refieren a la coreografía (se da un paso por tiempo). Este baile implica mayor formalidad a la hora de escoger pareja, sugiere un acercamiento distinto que supera el hecho de arrimarse a un cuerpo sin preámbulo alguno.

Tras haber tomado la iniciativa uno de los dos, este suele avanzar de frente en busca del otro como muestra clara de sus intenciones. Le tenderá la mano en forma de proposición y, una vez aceptada, comenzarán el vaivén moderado. Durante los minutos que se extienda la pieza, toca mantener los cuerpos en paralelo, dos manos contrarias unidas mientras que las sobrantes se posan en la cintura de ella y en el hombro de él.

El pasodoble deja espacio para que las parejas puedan tararear si el tema se encuentra entre sus predilectos, en esa misma canción podrán permanecer en silencio para disfrutar de la compañía o conversar en susurros si hay algo que decirse. En definitiva, este tipo de música pone banda sonora a momentos que permiten el diálogo.

   Sin embargo, muchos jóvenes apenas entienden este lenguaje. Vienen a la plaza de vez en cuando para confirmar si todavía siguen esas canciones de antes o ya ha llegado el turno de aquellas que, a su modo de ver, son mejor recurso para el galanteo.

   Aunque las piezas puedan bailarse sin connotación amorosa, los ritmos latinos que a día de hoy conquistan los tugurios apresuran a buscar una mujer. Pero precisamente no es una chica lo que se quiere, sino el placer sensual (para lo que ella resulta ser necesaria). Frente a esta dinámica, el pasodoble promueve que no se desee al hombre o a la mujer sino a uno de ellos en particular. Es fácil intuir el mensaje al observar la clase de cercanía que la coreografía genera o el procedimiento usado a la hora de sacar a bailar.

Además, hay algo de costumbre y recurrencia en el pasodoble que apunta a la exclusividad propia del eros, ya que el duplo formado suele frecuentarse y, precisamente, todos detestamos la idea de ser reemplazables.

Así pues, celebro el buen humor que sigue a los pisotones, los tropiezos y los giros afortunados. Brindo por esos comienzos de verbenas repletas de este genuino sonido español y por las letras que sin tapujos proclaman las bondades de esta tierra. En estos tiempos en que una serie de mitos y relativismo mal llamado “progresista” impiden hacer justicia a la historia, puede que alguno se conmueva al ver a su país en forma de un pasodoble. Tal vez incluso recuerde, en palabras de Chema Medina Rivas, que el patriotismo es solo amor al prójimo, modulado por una relación y que nadie puede entenderse sin su circunstancia, que a veces es causa de sí mismo. Brindo también por los que bailan y nos regalan “la estampa de nobleza” que encierra la representación que interpretan.

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El tiempo que empleo en el Periodismo y las Relaciones Internacionales esconde inquietud, un deseo de búsqueda, profundidad y encuentro. Soy algo intensa. Me apasiona conversar, contar historias, abrazar lo ordinario y querer lo extraordinario. Persigo los detalles y la poesía.

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