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Francisco y el pabellón de los refugiados cristianos de Europa

En #RumboJMJ16/Asuntos sociales por

Son las 07 de la mañana en la hospedería de los carmelitas, en el Valle de Eliasówka.

Me asomo por la ventana que varios millonetis pagarían por tener instaladas en sus cuevas urbanas. Bosque, campo y rosales flanquean los accesos a la casa principal donde están las sostras del Carmelo Descalzo.  Hace fresco. Pero éste, por contrato con Polonia, no tardará en esfumarse en un par de horas, cuando enfilemos rumbo a los autobuses y al tren que nos lleve con el resto del grupo a la Universidad Económica de Cracovia.

En las habitaciones de abajo, breve paréntesis a modo de memorándum; hace un par de noches que tuve que subir a la buhardilla por mi sonora incompatibilidad con mi compañero de habitación, escucho el crujir de los maderos mal ensamblados, las alarmas de Samsung y las cañerías bailando, con las primeras duchas, un tango profético a través de las paredes.

Huele distinto. Hoy es distinto. Vamos a ver al Papa.

–¿Creéis que Dios calla?

–Nunca. Lo que pasa es que nosotros no sabemos escucharle.

–¿Tú qué opinas?

–Yo creo que no.

–Yo tampoco.

–Pues yo creo que sí.

La chica que me da esa respuesta tiene los ojos más oscuros. Las facciones detalladas. El pelo liso. Una manchita en el centro del colmillo superior derecho.  Es bella. El cuerpo con intuiciones de adulto. Pero solo eso. Intuiciones. No se explica cuando le animo a que alargue algo más su respuesta.

–¿Hay que exigirle algo a la iglesia?

–¿A la iglesia qué le vamos a tener qué exigir?

–Yo creo que sí. Hay que decirle que se modernice.

–¿A qué te refieres con que se modernice? ¿A que pongan wi-fi en los bancos de la parroquia?

Risas de distinta intensidad en el grupo de 12 chicos que esperan de bruces y con las piernas cruzadas en la estación del tren de Czerna. Llevamos un rato largo. Las manos tienen trincheras coloradas por culpa de la arenilla y el sobrepeso en la zona.

–Me refiero. No sé. Con lo de los trámites de los divorciados. No me parece bien que si te casas y te divorcias al poco tiempo te den la nulidad por inmaduro y que si te casas y a los años tú mujer o tú mismo, te vas con otra, que a la persona abandonada no le puedan dar la nulidad. No sé. No me parece bien, vamos.

Los cierres con deje andaluz. Tolerancia, respeto, Cristo. Paz, amor, Cristo.  Dudas. Respuestas cortas. Algunos se levantan y se van a tumbar a otro lado.

–Cuando os preguntan ¿Qué opináis de aquellos que no entienden que exista un Dios que permita la pobreza o la injusticia contra los más débiles? ¿Vosotras sois del Puerto de Santa María, verdad? ¿De qué Dios le hablamos a un niño que está a 700 kilómetros de vuestras casas, en medio de un poblacho del Atlas, sin nada que llevarse a la boca?

–A ver. Es que nosotros tenemos que ocuparnos de que eso no ocurra.

–¿Cómo lo harías?

–Pues yendo a todos esos rincones.

–Pero eso es imposible. ¿Por qué no estás allí ahora entonces si de ti o de nosotros, los cristianos, depende?

–Pues porque me tengo que formar aquí para ir allí.

–Eso no tiene mucho sentido.

Las preguntas empiezan a irritar a algunas chicas y a despertar la vehemencia y maquinaria de argumentación de otras, adormilada por los esfuerzos generales de contentar y agradar a los amigos hechos durante los últimos días en la JMJ.

–¿Creéis que el cristiano tiene que tener algún tipo de relevancia en el plano económico, político, social y cultural de esta Europa?

–No

–¿Qué dices, tía? Claro que sí.

–¿En la economía también? Yo creo que no.

–Sí.

–Sí.

–¿Por qué?

Nadie concreta nada. Nadie se moja. No hay una propuesta que aquí pueda anotar. La edad o el cansancio no les deja. En cualquier caso, unos cuantos se esfuerzan. Estamos entre dos vagones. Se nos suman algunos curiosos de otros grupos. Algunos miembros del círculo original están ya en otra siesta.

–Lo que hay que hacer es hablarle de Dios a las buenas personas. Aquellos que hacen buenas acciones pero que todavía no han conocido a Cristo. Y hay que decirles que con Dios es mejor. Que el que es buena persona y además cree en Dios, es mejor persona.

Me lo dice un chico que roza los dos metros y que en otro contexto, si fuera quien no es, con temas más viscerales y banales como la política o el fútbol, si tratase de pasarme de listo, me hundiría en el suelo de un cabezazo.

–¿Qué hay entonces del Padre Maciel?

Callan. Son chicos del Regnum Christi. No han encontrado respuesta para eso todavía.

“La misericordia siempre tiene un rostro joven”

Llegamos a la universidad a las 13 horas. No hay tiempo para el plan habitual: paseo, misa y actividad de la tarde. El Papa está en la ciudad. El Papa lo copa todo. No solo se apodera del horario de cientos de miles de jóvenes. El tráfico, las distancias a pie, el transporte público y hasta la comida. Todo con limitaciones, ausencias y restricciones porque el Papa ha llegado. Pope in town.

Los tickets del peregrino, aceptados exclusivamente en dos grandes superficies y en los puestos de comida cerca de los escenarios centrales, son el principal punto de queja de los chicos. Colas kilométricas desde las 12 hasta las 17 para cuatro pedazos de pollo rebozado.

La cantidad absurda de furgones policiales, en fila, derrochando luces y ruido, es constante. A todos lados con sirena, aunque sea para detenerse a por un café. Las porras y walkies están en cada esquina, aburridas de no encontrar costilla con la que relacionarse o sospechosos que anunciar a la central. Las cenas se desvían de su previsible conversación  papal a descargas viscerales contra las “fuerzas represivas del estado” por no tener ni idea de inglés ni del mapa de su ciudad. Los helicópteros siguen buscando al fugitivo de Harrison Ford.  El clima es de permanente urgencia ante la catástrofe que no ocurre.

Los tranvías, autobuses y trenes cerrados antes de tiempo y sin aviso, con retrasos o hasta los topes de católicos. Hay que tirar a pie. Apple Watch y sucedáneos hablan de 22 kilométros de media al día. Las farmacias y Compeed, adelantan en su cuenta de resultados el agosto.

Sigo con problemas con mi acreditación y está lloviendo. Compañeros me han avisado de que el Papa no estará durante mucho tiempo en el encuentro inaugural con los jóvenes en el parque Blonia así que opto por quedarme en la universidad, donde pasaré la noche, y escuchar al Papa por internet.

Aprovecho para acercarme al pabellón, dónde me habían enseñado fotos de cuatrocientas personas desperdigadas por el suelo.

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La foto se quedaba corta en lo que a impresión y composición dramática se refiere. Si un medio exótico hubiese necesitado de alguna instantánea para completar la crónica de un incendio o terremoto de devastadoras consecuencias, aquí debería haber mandado a un reportero gráfico.

Sacos, mochilas, bragas, calzoncillos, sobras de comida, chanclas, champús, libros de oración, amarracos, esterillas plateadas, banderas de El Salvador (Dios, Unión y Libertad), gafetes filipinos, gradas como perchas de toallas húmedas,  altavoces para el móvil entre almohadas de avión…

Todo regado de la inconfundible luz de tungsteno.

Se ha hecho tarde entre anotaciones, vídeos y fotos.

 

Enciendo el ordenador y me encuentro con un Francisco serio, agotado, que sonríe cada vez que arranca un nuevo baile y luego se embebe en no sé qué jaleos vaticanos.

–Espero que no sea así en la homilía.- Me digo más alto de lo habitual.

Obviamente, no fue así. Se despertó, para agrado de un servidor, de José Luis Restán, 13 tv y compañía. Terminados los bailes y el show previsible para una gran cita, el Papa se acercó al púlpito y dio doctrina inductiva.

Pausaba con acierto, enfatizaba con energía, recogía todo el rostro hacia el solideo cuando era crucial que los pueriles aplaudieran y se grabaran a fuego las siguientes frases.

“La misericordia tiene siempre abierta las puertas a un emigrante”.

“Cuando el corazón está abierto y es capaz de soñar, hay lugar para la misericordia”.

“Me dar dolor ver a jóvenes que parecen jubilados antes de tiempo”.

“Me preocupa ver a jóvenes que han tirado la toalla antes de haber empezado el partido”.

“Quien acoge a Jesús, aprende a amar como Jesús”.

“Señor, lánzanos a la aventura de la misericordia. Del mundo. A la aventura de socorrer al pobre. Solo y abandonado. Al que ya no encuentra un sentido para su vida. Lánzanos a acompañar a los que no te conocen y decirle, lentamente, que con mucho respeto, en tu nombre, el porqué de mí fe”.

“La misericordia es la mejor parte de la vida y nunca nos será quitada”.

Aplausos, muchos planos de chicos que andaban absortos en la masificada explanada y que al ver que salían en pantalla gigante saludaban a casa y a su gato. Como siempre, algún culebra, sabiendo que está en primera plana del mundo, se mantiene con la mirada fija, ensoñadora, en algún botón de la sotana inmaculada de Francisco, aunque, ¡Ay pobre pecador!, se tira varios reojillos para ver  si sigue siendo protagonista.

La homilía deja buen sabor, el corazón ligero. Alguien te ama sin condiciones. ¿A quién no le gusta eso? “70 veces 7”, serás perdonado.

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La reiteración de maestro de primaria cala en todos o eso me dicen por la noche.

La gente está algo recogida sobre sí misma. Han visto al Papa Franciso por una pantalla y a una motita blanca sobre el escenario. Les ha hablado a ellos. A él en particular y a su comunidad tan concreta con criterios generales. Hay una misión que cumplir. Tenemos un llamado del pastor. Están realizados. Hay que sacar esto fuera, ponerlo al servicio del mundo. Adelante con la fiesta. Volvamos a la primera noche del mundo.

portada 2.

(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.

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