«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Anuncio publicado en el Times, año 1907 con motivo de la partida del Endurance.
Hoy ya pocos conocen la historia del Endurance, menos aún han oído hablar de la de su capitán, Ernest Shackleton.
Viajero y explorador, de esta suerte de hombres que había antes, formados en el arte de mil quehaceres, era la tercera incursión en la que se adentraba en territorio antártico. El objetivo de Shackleton era alcanzar el polo Sur tras haber recorrido la mitad de la Antártida y había jurado no descansar hasta llegar al otro extremo.
Tras sufrir todo tipo de desventuras, el Endurance quedó atrapado por la banquisa a la deriva sin ninguna posibilidad de alcanzar las costas antárticas. Triturado por la presión de los hielos, el barco terminó hundiéndose en noviembre de 1914. Perdieron casi todas las mercancías además del equipo de abordo y las provisiones. Tuvieron que sacrificar a los perros que llevaban para poder alimentarse. Haciendo turnos para llevar sus pocas pertenencias en trineos, recorrieron seiscientos kilómetros a pie o en botes en dirección a la isla de Paulet.
Cuando estaban a punto de alcanzar su objetivo, se vieron obligados a cambiar el rumbo debido a las fuertes corrientes que les impedían el paso. Era el mes de abril de 1915. Shackleton y sus hombres dirigieron entonces sus pasos hacia las aguas del paso de Drake, en una epopeya cuyo recorrido de 1.280 kilómetros la convertía en una experiencia cercana a una muerte segura. Su objetivo era la isla de San Pedro, donde había una antigua base ballenera.
Semanas más tarde, ya racionando el agua, alcanzaron la isla de Georgia del Sur. Allí se quedó parte de la tripulación a esperar, mientras Shackleton partía con algunos de sus mejores hombres en busca de la estación ballenera situada al otro lado de la isla. En agosto de 1915, tras un viaje épico, Shackleton regresó a por sus hombres a bordo de un remolcador. Todos sus hombres regresaron a Inglaterra sanos y salvos.


La historia de Shackleton dio la vuelta al mundo y fue considerado durante muchos años un hombre digno de admiración y al que se le tenía por un hombre a imitar por sus valores y su sentido de la responsabilidad y el honor. Lo que toda la vida de Dios se ha conocido como un modelo. ¿Quiénes son nuestros referentes ahora?
Si giramos la cabeza podemos verlos en nuestros antepasados, y en tantos grandes hombres que cambiaron el curso de la historia. Se me viene a la cabeza, rara avis para los tiempos que corren, el marino Telmo de la Quadra, sobrino de Miguel de la Quadra- explorador y medallista olímpico que ostenta hasta la actualidad el record de jabalina en España. Pueden conocer un poco mejor a Telmo en esta entrevista que le hace Milenio.
Si le preguntásemos a un niño en la actualidad, a uno de esos niños que ya no leen cómics de Tintin y que sólo se distraen con videojuegos, quiénes son sus modelos o qué querrían ser de mayores, lo más seguro es que no dirán que sus modelos son San José, Andreas Hoffer, Roger de Flor o Blas de Lezo. Los niños ahora quieren ser como Messi, Neymar, CR7 o Mbappé.
¿Qué tienen en común estos tipos? Son jóvenes, musculados, deportistas de élite, famosos e inmensamente ricos. Son los nuevos gladiadores del siglo XXI y los estadios, sus coliseos. El fútbol siempre fue un deporte de masas, pero nunca como ahora, tan desvirtuado, tan convertido en un negocio. No se entiende sino que un futbolista profesional haya pasado 15 minutos de reloj tumbado en los campos de Rusia revolcándose por el suelo. Eso no es de profesional. Es una actuación digna de optar al Oscar a mejor actor de reparto.
Y así, con el futbol copando la programación todos los días a todas horas por reparto de los derechos televisivos, no nos olvidemos que esto es ante todo una cuestión de dinero, y el dinero no siente los colores. Sorbiendo el seso a la población, nos vamos tragando el sustrato que nos proporciona, siempre poco a poco. En dosis que nos permita seguir inoculando más. Así es como se pasa del partido de los domingos por la tarde a los partidos de todos los días menos el domingo por la tarde.
Soy un enamorado del fútbol, es por eso que critico precisamente aquello que no me gusta del mismo. Todos sabemos apreciar el arte. Me decía el otro día una amiga que cómo había podido acertar recomendando un película a una amiga suya, si apenas la conocía, y es porque todos sabemos apreciar lo bueno. Un buen gesto técnico, como es una lambreta, llevar una contra en tres toques a portería contraria, o el atajo de un portero, en dos tiempos, a una bolea desde la frontal del área.


Seguro que a más de uno no le habrá pasado desapercibida la incipiente crisis por la que pasa la cultura y la formación de todo lo que vaya más allá de mover el esqueleto un juernes en el garito de turno. Hemos cambiado las tornas, ahora estamos las veinticuatro horas pendientes del posible fichaje de Wesceslao Jr. del Botafogo B por trecientos millones. Es prensa rosa deportiva. Ejemplifica mucho que el panfleto más leído en todo el país sea Marca y que se desconozcan webs de artículos muy buenos de análisis del fútbol como es Ecos del Balón, que mis conocidos ya saben que no me canso nunca de recomendar.
Si nuestros hijos ven por la tele a tipos musculados que la masa idolatra, y sus compañeros del colegio los tienen como referentes, lo más seguro es que los tengan por modelos también. Porque no nos engañemos, el culto al cuerpo y los gimnasios, si bien se pusieron de moda años atrás, tienen mucho que ver con los futbolistas (no me entretendré en comentar sus peinados de dinosaurios porque darían para otro artículo).
Un futbolista antes podía ser panadero, tener unos kilos de más y llevar una vida normal. Hoy día vemos que el insulto más recurrido a Higuaín durante el mundial ha sido “Cementerio de canelones”. Más allá de que tenga cierta gracia que le llamen “pingüino jubilado” o algún otro epíteto de lo más original, lo cierto es que este tipo seguramente ganase en una carrera al 99% de los Nerones que cerveza en mano y pitillo en la otra profieren en exclamaciones contra el Pipita. En qué mundo vivimos que se le presta más atención a lo que diga un central que a Virgilio o a Dante. Qué es esto de que se tengan que tapar la cara para que no les espíen las cámaras cuando hablan, que les asalten la casa por conseguir chismes, que vivan a diez mil euros al día, que un tipo valga 300 millones. Clubes humildes comprados por jeques árabes e hinchados a reventar a dinero como si fueran animales de pasto a los que cebar. Cada vez se exige más a los jugadores, que ya no son tales sino atletas profesionales.
No son hombres de honor, son deportistas que pese a ser el referente mundial de muchos niños siguen sin dar ejemplo, y no lo dan porque no lo tienen que dar, porque no son modelos. A pesar de que el mundo ahora los trata como tales y la prensa comente todo lo que hacen.


Lo cierto es que el fútbol no tiene más importancia de la que debería de tener una pachanga con nuestros amigos un sábado por la tarde. Se valora mucho la fidelidad a un equipo porque, convertidos en empresas, choca que un jugador se quede en el club de sus amores a pesar de que otro le ofrezca más dinero y un palacio en China.
¿Quién ha oído hablar del nuevo trineo de viento de Ramón de Larramendi, que permite surcar los hielos con una cometa?, ¿De la vuelta a España en trimarán, embarcación de vela y remo de Quico Taronjí?, ¿De Fyodor Kunyevjov, stranik ruso que ha dado la vuelta al mundo en globo aerostático y ostenta el récord mundial a sus sesenta y seis años entre otras muchas proezas?
No nos engañemos, los futbolistas son los nuevos gladiadores del siglo XXI. No son modelos, aunque los traten como tales, solo son hombres con una habilidad especial para dar patadas a un balón. Y deberíamos tratarlos como tales. El fútbol es lo más importante de lo menos importante, pero lo primero es lo primero.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de su autor y es reproducido aquí con su autorización.