¿Habéis oído hablar de la cara oculta del poder? El profesor de Stanford, Terry Moe, explica que el poder puede ser explícito mediante leyes y decisiones emanadas de los órganos a los que el sistema esa facultad. No obstante, también hay una segunda cara oculta, no necesariamente presente en las instituciones formales, pero con una fuerza en el ecosistema político que es capaz de bloquear decisiones formales.
El autor ejemplifica esta cara oculta en las prácticas racistas y la segregación racial en grandes partes del sur de Estados Unidos. Me explico. En estos estados, a pesar de unas leyes que aseguraban la igualdad, y a pesar de la famosa sentencia de la Corte Suprema Brown vs. Board of Education U.S. 483 (1954) que prohibía la segregación en las escuelas, el racismo fáctico fue parte del espacio público durante años. Terry Moe señala que la privación del derecho a voto de gran parte de la población negra y el segregacionismo en las escuelas continuó debido a la pervivencia de un statu quo racista que se expresaba mediante la ocupación de poderes intermedios por parte de personas con una cultura racista y perteneciente, en muchos casos, a entidades racistas. Estos frenos a cambios institucionalizados es lo que el autor llamaría la cara oculta del poder.
¿Qué nos puede explicar la cara oculta del poder en el contexto educativo actual? Para Terry Moe, la cara oculta del poder en las políticas educativas americanas se expresa mediante el enorme poder de bloqueo de los sindicatos de profesores. A pesar del símil, en ningún caso me refiero a que los sindicatos de los profesores sean racistas, sino que su fuerte presencia en el diseño e implementación de políticas educativas impiden cualquier atisbo de reforma real. En este sentido, al autor le parece muy significativo lo que pasó en Luisiana tras el Huracán Katrina.
El Katrina supuso una destrucción completa para el sistema educativo de esta ciudad: escuelas destruidas, un presupuesto muy limitado, la fuga de cierto personal… La necesidad de rearmar un sistema educativo de calidad de forma rápida y eficiente en un contexto de desolación neutralizó la cara oculta del poder. La consecuencia fue la evolución de un sistema educativo anclado en el inmovilismo y en la caída permanente de los indicadores de calidad a un nuevo paisaje educativo, caracterizado por la innovación, la entrada de nuevos actores y que ha sorprendido a todos por su mejora en los indicadores de calidad.
En general, las políticas y dinámicas educativas son complicadas de cambiar. Muchos actores implicados, muchas dinámicas inamovibles, poco dinero y poca paciencia. De esta historia, los buenos resultados son una feliz coincidencia, pero lo que debemos retener son las posibilidades de reforma de los sistemas educativos en entornos más volátiles e inestables.
La capacidad de reforma educativa en España, a pesar de la multiplicidad de iniciativas legislativas, ha sido prácticamente nula. Buena muestra de ello es el trabajo realizado por el profesor de derecho constitucional Carlos Vidal Prado, que muestra que en España, a pesar de la moda de cambiar de ley con cada cambio de gobierno, de facto solo ha habido un cambio de ley implementada, el paso de la LOGSE a la LOE.
No sé si en España se pueda señalar de forma tan explícita como en Estados Unidos a los sindicatos como principales responsables del bloqueo de innovaciones en las políticas educativas. No obstante, la teoría del poder oculto sí nos puede servir para explicar la falta de estas reformas. Las políticas y dinámicas educativas son complicadas de cambiar. Muchos actores implicados, muchas dinámicas inamovibles, poco dinero y poca paciencia.
El coronavirus, como el Huracán Katrina, puede ser el elemento revulsivo capaz de terminar con la cara oculta del poder en muchos sistemas mundiales y facilitador de una reforma educativa. El octogenario decano de la Facultad de Educación de Boston y activista por los derechos civiles, Charles Glenn, decía en su último artículo que nunca en el mundo había habido un panorama tan favorable para hacer las reformas educativas necesarias. Podríamos decir más: el mundo educativo necesita de múltiples reformas, no sólo por la realidad del coronavirus, sino para asegurarnos que el disfrute del derecho a la educación sea completo y relevante para todos tanto cuantitativamente como cualitativamente. La Agenda Educación 2030 es un buen síntoma de esta urgencia.
Volvamos a España. Los resultados PISA están estancados desde 2003. Las tasas de abandono escolar de nuestro país siguen entre las más altas de los países de Europa. A pesar de tener un mundo volátil y en constante cambio, aún no contamos con un plan nacional – ni regional- de formación continua del profesorado. El fin último de la educación según los instrumentos internacionales ratificados por España es “el desarrollo pleno de la personalidad”, desafío complejo en una sociedad plural, el cual, en España, no ha provocado apenas discusión. Sin ser exhaustivos, estamos ante cuatro problemas compartidos por toda la comunidad educativa, de una lista que podríamos seguir. No quiero ser catastrófico; el sistema español no está en una situación de siniestro total. No obstante, tiene problemas graves que apremian reformas estructurales.
Estamos ante un contexto favorable para realizar grandes reformas estructurales del sistema educativo y, justo en España, se está tramitando una nueva ley educativa. Estamos viendo una reforma en la que apenas hablamos de fracaso escolar, de calidad de enseñanza, y que está tensando a muchos padres y escuelas no-gubernamentales. La pregunta que les invito a formularse es ¿Servirá esta reforma para hacer frente a las auténticas deficiencias de nuestro sistema educativo; o estamos institucionalizando el (los) poder(es) oculto(s) en un momento en que estos se tambalean?