millenial

El Instagram de Dorian Gray (II)

En Antropología filosófica/Asuntos sociales por

Caída y redención del millennial postmoderno (Viene de un artículo anterior)

2.“Vive de máscaras” 

Aquí entra de nuevo nuestro amigo Dorian, que es, por excelencia, el hombre de la apariencia: un atractivo triunfador vitalista, galán y aventurero, árbitro de la elegancia de la sociedad londinense que parece no encontrar otro objetivo a la vida que el de disfrutarla intensamente a cada instante, despreciando toda motivación superior y todo valor y código ético. Pero esa apariencia exterior, en la que vive frenéticamente volcado, oculta un secreto interior, simbolizado en ese cuadro que tiene escondido en el desván. Un retrato que va deteriorándose y encarnando toda la fealdad y degradación que su apariencia no muestra, a medida que abandona a sus amigos, acuchilla fríamente a su mejor amigo y va traicionando a todos sus seres queridos.

¿Qué nos dice esto? Las redes sociales han creado la época de los filtros, multiplicando las posibilidades de comunicación, pero también las de vivir de apariencias, como ilustra con cruel sinceridad el episodio Nosedive, de Black Mirror. En palabras de Sinek:

The other problem to compound it is we are growing up in a Facebook/Instagram world, in other words, we are good at putting filters on things. We’re good at showing people that life is amazing even though I am depressed… (…) Everybody sounds tough, and everybody sounds like they have it all figured out and the reality is there’s very little toughness and most people don’t have it all figured out.

Los millennials corremos el riesgo de vivir en un mundo de en el que nuestros “avatares” cibernéticos van adquiriendo un protagonismo creciente, y pueden ser, sí, vías hacia nuestra interioridad, formas de conocernos, pero pueden ser también muros de defensa y barreras de seguridad. Un sistema de defensa para ocultar mi corazón, ese retrato en el desván que agoniza por momentos. Un corazón que no se sacia, como dice Sinek, con alivios momentáneos en base a chutes de dopamina, chutes que acaban a la larga dejando vacíos y deprimidos. Es necesario recuperar la imagen original, la intuición primera, el proyecto, la misión, la sinfonía para la que nacimos, para la que fuimos creados. Si eres creyente: el sueño de Dios para ti, el rostro de Dios en tu alma, esa chispa del Infinito que sólo tú puedes reflejar.

Y después, asumir el desafío de hacerla brillar en un mundo que tratará de apagarla.

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3. “Si crees en algo, hazlo sin estresarte, y déjalo cuando te moleste”

Afrontamos así el último enemigo, el último canto de sirena, que, sugiriendo el miedo al fracaso y al esfuerzo, disuade al millennial de creer en nada (ya visto), o, si se embarca en algo, le disuade de implicarse de verdad, de estar dispuesto a pagar el precio necesario para hacerlo realidad.

Puede ser interesante para esto acudir a Guardini, y a su descripción de la crisis y prueba que supone el paso de la juventud a la madurez. Guardini indica que la juventud se caracteriza por el idealismo, tanto en el buen como en el mal sentido de la palabra. Idealista porque :

Considera el ideal, la verdad, como la realidad más auténtica, más esencial, más importante, más real que la realidad externa. Esta disposición espiritual no significa sólo decisión por la idea, sino algo mucho más noble: un comportamiento caballeresco frente a lo espiritual-ideal. Las cosas externas pretenden mostrar este ideal como totalmente carente de eficacia, y la fidelidad al mismo como estúpida. Y he aquí que la persona animada por este sentimiento se decide a testimoniar que la idea es la realidad auténtica, fundando, literalmente, su propia persona, con toda su vida entera, sobre la idea. Osa declarar que la idea es realmente capaz de regir su interioridad, osa ponerse sin reservas en su seguimiento, con el peligro de perder la realidad del mundo externo y no poder obtener a cambio ninguna otra

El problema, según Guardini, no es el reconocimiento de la primacía de la verdad y el bien, de los ideales. El problema es la falta de confrontación con la realidad. El joven no se ha medido todavía con la realidad, y corre el riesgo de llevarse un desengaño morrocotudo cuando se dé cuenta de que ésta es más correosa y obstinada de lo que pensaba, cuando se dé cuenta de que el universo no se pliega a su graciosa voluntad y de que el mundo no se cambia sólo con buenrollismo, un poco de ciberactivismo de Facebook en el sofá y cuatro kilos de buenas intenciones. Y en este choque, en este descubrimiento radica la crisis. De nuevo citando a Sinek:

And so millennials are wonderful, idealistic, hardworking smart kids who’ve just graduated school and are in their entry-level jobs and when asked “how’s it going?” they say “I think I’m going to quit.” And we’re like “why?” and they say “I’m not making an impact.” To which we say – “you’ve only been there eight months…”  It’s as if their standing at the foot of a mountain and they have this abstract concept called impact that they want to have on the world, which is the summit. What they don’t see is the mountain. I don’t care if you go up the mountain quickly or slowly, but there’s still a mountain. And so what this young generation needs to learn is patience. That some things that really, really matter, like love or job fulfillment, joy, love of life, self-confidence, a skillset, any of these things, all of these things take time. Sometimes you can expedite pieces of it, but the overall journey is arduous and long and difficult and if you don’t ask for help and learn that skillset, you will fall off the mountain. (…) we need to teach them the joys and impact and the fulfillment you get from working hard on something for a long time that cannot be done in a month or even in a year.

¿Cuáles son, siguiendo a Guardini, los posibles desenlaces de esta crisis?

El joven puede, en primer lugar, caer en un escepticismo cínico, renegando de los ideales en los que había creído y considerándolos “cosas de niños”. Inaugurando una existencia cínica, pragmática y hedonista, en un universo sombrío, al más puro estilo “Game of thrones”, en el que la injusticia reina y la crueldad impera, mientras los dioses callan y los buenos, si no se espabilan, son rápidamente despachados. Es en el fondo la consolidación del Dorian Gray como opción de vida: la opción definitiva de no tomar opciones definitivas, el compromiso de no comprometerse con nadie, que quien se mueve no sale en la foto, si te he visto no me acuerdo y nos separamos de buen rollo.

El segundo posible resultado es el de vivir fuera de la realidad, en un infantilismo egoísta que se encierra en sus deseos y se niega a afrontar el mundo concreto, con las condiciones y exigencias concretas que nos presenta la vida. El eterno adolescente, el avestruz existencial. Éste puede adoptar diversas formas: el eterno revolucionario que “no encuentra ningún contacto con lo dado, no sabe qué aspecto tiene un logro real y no sólo imaginario, e intenta compensar su propia esterilidad con un perenne querer hacer las cosas de otra manera”, el cerrado de mente que se aferra a sus ideas absolutas y se queda solo, hosco y huraño, criticándolo todo sin construir nada, etc…

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La tercera opción es la del hombre maduro que, conociendo los límites e insuficiencias que nos presenta la existencia, no haciéndose ilusiones sobre victorias épicas y triunfos indoloros, permanece, sin embargo, fiel a sus ideales, y es capaz de trabajar humildemente por construir un mundo más humano. Son estos, para Guardini, los hombres de carácter, verdaderamente “mayores de edad”, que gozan de una firmeza sin rigidez y de una verdadera densidad y peso existencial; los que son, como sugiere el If de Kipling, “hombres” de verdad. Y son estos los hombres capaces de ser padres, no sólo en un sentido biológico, sino también existencial, porque la paternidad requiere una firmeza interior, una fuerza tranquila, un orden y consistencia interiores que no surgen por generación espontánea.

Guardini considera que la altura, la elevación humana de una época, de una sociedad se mide por la cantidad de hombres de este tipo que viven en ella, y de cuánto hacen sentir su influjo. Y advierte de que crece una alarmante sensación de que el mundo está en manos de personas cada vez más inmaduras, que no son “verdaderamente hombres” en ese sentido, y que, aun peor, no tienen la voluntad de llegar a serlo.

También el Occidente contemporáneo en su conjunto ha vivido, en cierto modo, etapas similares…generalizando de un modo brutal podríamos decir que los años 60, con sus hippies, su amor libre y sus deseos de paz mundial, fueron esa alegre esperanza del joven de que con vestidos estrafalarios y dibujos de palomas en las paredes el mundo iba a caer convertido a sus pies. Esperanza que fue convirtiéndose en la oscura conciencia de que “Nothing’s gonna change my world”, en unos sombríos 70’s.

Podríamos decir que los años 80’s y 90’s, con su caída de las ideologías y el “fin de la Historia”, supusieron la consagración del escepticismo materialista y pragmático: sólo nos quedó la fe en el progreso, y la esperanza en mi bienestar personal. Y tras la crisis económica, nos encontramos con una generación de millennials en un mundo cambiante y un Occidente envejecido, sin ideas claras ni fuerza para luchar por ellas, educados con videojuegos y preservativos en vez de con sueños y ganas de trabajar por alcanzarlos, preguntándonos qué puñetas deberíamos hacer con nuestras vidas.

¿Qué hacemos? Yo diría que ante el triple “no”, debemos responder con un triple “sí”:

  • Sé sincero. Con los demás, pero, sobre todo, contigo mismo. No acalles tu corazón, no lo ocultes en el desván, no sepultes la verdad tras las apariencias.
  • Busca la verdad y el bien, busca el sentido, descubre tu “retrato”, encuentra tu Ítaca y tu Beatrice, encuentra tu bandera: busca las personas y los valores por los que estarías dispuesto a morir,
  • y entonces vive para ellos. Entrégate. Ama. Aunque duela a veces, aunque duela a menudo. Nada realmente bello, satisfactorio, verdadero, auténtico, saciante, ha sido nunca conseguido sin sacrificio. Jamás. No temas morir a veces para vivir una vida que sea, no necesariamente fácil, no necesariamente indolora, pero grande, bella, auténtica. Una vida que sea, ya, hoy, eterna.

Felizmente consagrado a Dios como religioso legionario de Cristo. INFJ, Libra, 0 negativo; 2% práctico. Entre mis aficiones: amar a Dios, servir a los hombres, conquistar el mundo para Cristo.