(La Navidad…) «es cristiana y la belleza de esa fiesta es que ha desbordado su contenido y sus valores y ha hecho que sea una fiesta internacional» (1 de diciembre de 2016).
Esta frase no es de la última carta pastoral del obispo de Madrid, ni del último discurso del Papa Francisco en el último ángelus. Es una cita de la alcaldesa de Madrid, la Excma. Sra. Manuela Carmena.
A veces asombra la intuición que tienen los de fuera para explicar lo que hay por dentro. El cristianismo nunca ha tenido el menor reparo en compartir su fe. Se quiera o no, su vocación es católica, término cuya etimología griega apunta a la universalidad (“kata”- sobre; “olos”- todo).
Manuela Carmena, tiene usted toda la razón: la Navidad es, en sentido estricto, la celebración litúrgica de Aquél a quien los cristianos consideramos el Hijo de Dios, salvador del mundo; en sentido amplio la Navidad significa, por lo tanto, esperanza, salvación, confianza en el futuro del ser humano. En todo el ser humano, no en unos pocos.
Es una fiesta internacional porque hay algo que festejar. Se celebra con alegría y en familia porque hay un motivo para ello. Y también usted lo señala, Sra. Carmena: es cristiana. El Nacimiento de Dios en la familia de José y María de Nazaret es el motivo último.
Desbordar el sentido de una fiesta no es vaciarla, en el fondo es lo contrario.
Desbordar no es vaciar. En el fondo, es todo lo contrario de vaciar. Se trata de imagen interesante: desborda lo que no cabe en un continente. Y así sucede con los misterios de la Iglesia: no caben en la copa de los católicos, se desborda y se derrama, inundando el mundo entero. Estoy seguro de que hay personas paganas y ateas que viven con una emoción profunda celebraciones que son originalmente cristianas.
Decía Chesterton -parafraseo- que los valores principales defendidos por los grandes movimientos socio-políticos modernos, son, en realidad, valores cristianos sacados de contexto y, en ocasiones, inmoderados hasta límites no cristianos. Esta inmoderación nunca será motivo para que el cristianismo deje de mostrar la belleza de sus valores.
El principal valor del cristianismo es religioso: se refiere a la relación de Dios con el ser humano. En torno a este hecho común a todas las religiones, se han formado la gran mayoría de las estructuras culturales. Al menos hasta el siglo XX.
Éste es un hecho innegable: las religiones generan cultura. Son los principales motores de nacimiento y desarrollo cultural.
La religión cristiana tiene, además, el increíble poder –reconocido una y otra vez a lo largo de la historia– de transformar las culturas que toca. Un ejemplo clásico de esto es el del árbol de Navidad. El árbol sagrado de los germanos, donde se sacrificaban niños inocentes para invocar la venida de la primavera en el solsticio de invierno, se convirtió en el árbol de Navidad que cobijó la primera liturgia de Navidad en Alemania.
Manuela Carmena, su misión es velar por los intereses de los madrileños. Hay una gran mayoría de madrileños que somos cristianos. Por eso usted ha dicho bien: la Navidad es cristiana y está llamada a abrazar al mundo entero –también a Madrid, a todos los madrileños–. Cuánta razón tiene usted.
La misión de los cristianos es velar por la sacralidad de la navidad, para que aquello que se ha desbordado no se devalúe.
Comprenda, por otro lado, que la misión de los cristianos es velar por la sacralidad de la Navidad: que ese contenido que se ha desbordado más allá del misterio litúrgico no se devalúe. Para que la Navidad no se convierta en un monstruo contrario al más genuino espíritu navideño.
Hay puntos de encuentro: la caridad hacia los necesitados, la misericordia (en la que tanto ha insistido el Papa Francisco), el apoyo a la familia y al hogar, la alegría sana de un festejo que no debe ser politizado, y el deseo de ofrecer a Madrid el servicio que todos merecemos.
Me parece que estamos en disposición para un diálogo muy fructífero.
¡Feliz Navidad, señora alcaldesa!