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El Derecho a mirar hacia otro lado

En Asuntos sociales/Bioética por

Nos decía ayer, 3 de febrero Javier Sampedro en el País –a propósito de la “técnica de los tres padres genéticos”– que “la oposición a la técnica aprobada en Londres no es bioética: es religión”.

Según esto, dicha técnica no presentaría “ningún” problema bioético, y la oposición que ha suscitado sería otro fenómeno de la incomprensible e irracional agresividad de la Iglesia- de las religiones en general- contra la Ciencia.

La afirmación resulta tan gratuita que resultaría cómica, si no se tratara de un tema tan grave. ¿De qué religión y de qué bioética estamos hablando?

Obviamente la religión tiene algo que ver con todo esto, pero se refiere a los fundamentos del problema. Es bien sabido que Dios no dictó a Moisés nada parecido a “No utilizarás técnicas de reproducción asistida manipulando embriones humanos”. Sin embargo, el Cristianismo sí defiende el valor absoluto de la persona, del hombre, valor que deriva de su condición de hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, redimido con la sangre de Cristo y llamado a la vida eterna. Eso es religión.

Eso es religión, y sin embargo, creo que no está ahí el problema. Porque creo que cualquier europeo medio, elegido al azar, creyente, ateo o agnóstico, estaría totalmente de acuerdo con ese principio: la dignidad y el valor absoluto de la persona humana (aunque no compartiera su fundamentación teológica).

Estaría de acuerdo porque es un principio accesible a la razón. Accesible a la razón entendida no como racionalidad estrecha, limitada exclusivamente al terreno de las ciencias naturales (que tampoco nos podrían demostrar, por ejemplo, que es preferible la actitud de Gandhi a la de Hitler, o que se deba preferir la Justicia Social al capitalismo feroz), sino a la Razón en toda su amplitud, que incluye la dimensión moral.

Es una Razón, como horizonte, en el que aparece la Ciencia como una región particular. Así, Kant nos hablaba de tratar a la persona siempre como un fin en sí misma, y nunca como un medio, y es de eso de lo que estamos hablando: de preguntarnos, como apuntaba la diputada conservadora Fiona Bruce, que se oponía a la iniciativa, si estamos dispuestos a sacrificar dos vidas humanas para crear una tercera. Si estamos dispuestos a utilizar personas como material desechable.

El problema no está en este primer aspecto, (espero), esto es, en si se debe respetar o no el valor de la persona. Eso debería ser terreno común. El debate puede estar en discutir si el embrión es o no es una persona. La Iglesia no ha tenido una postura “teológica” a priori sobre la cuestión. Es una cuestión racional. ¿Qué nos dice la Ciencia al respecto? Que en el momento de la concepción es generado un nuevo organismo humano –no una bellota ni un cocodrilo- con un código genético propio que contiene toda la información necesaria para desarrollar el “programa” del nuevo hombre o mujer. Que, a partir de allí, todas las diferencias posteriores serán accidentales, de manera que, si no hablamos de ser humano y de persona desde el inicio, no se sabe por qué nuestra pelota de células debería ganar ese honroso status al cumplir treinta o noventa días.

La Iglesia no defiende la dignidad del embrión porque haya recibido una revelación celeste sobre los secretos de la bioética. Es la Ciencia, con los avances que nos ha proporcionado sobre el desarrollo del feto humano, quien ha evidenciado la naturaleza humana del embrión. La Iglesia defiende, simplemente, la dignidad del hombre, de todo hombre, de modo especial de los que no tienen voz. Y del mismo modo que el siglo XVI el dominico Francisco de Vitoria defendía desde Salamanca la dignidad y los derechos de los indios americanos, hoy enarbola la causa de los concebidos no nacidos, junto con muchos otros hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no.

Naturalmente, estas consideraciones racionales pueden ser oscurecidas por motivos pragmáticos o emotivos, y, del mismo modo que una gran parte de la sociedad alemana aplicaba el “ojos que no ven, corazón que no siente” con el Holocausto nazi, hoy gran parte de Occidente puede no sentirse muy preocupado por los derechos de unos embriones que no pueden gritar, ni votarán en las próximas elecciones. Pero eso tampoco es ciencia. Ni siquiera es derecho a creer. Es derecho a mirar hacia otro lado.

 

 

(Más artículos de Rafael Pou LC en LC Blog)

Felizmente consagrado a Dios como religioso legionario de Cristo. INFJ, Libra, 0 negativo; 2% práctico. Entre mis aficiones: amar a Dios, servir a los hombres, conquistar el mundo para Cristo.

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