En un nuevo alarde de antropocentrismo animalista (¿?), la conocida por todos plataforma de Netflix, que pretende erigirse como la nueva productora de cultura (o “cultura”) a nivel planetario, ha publicado el documental titulado “Our Planet”; un documental en el que llegado un momento, se muestran imágenes de cientos de morsas que yacen sin vida en la base de un acantilado, y otras tantas que desde lo alto y por la presunta culpa del impacto humano en el medio natural y el cambio climático…¿se suicidan?
Del que se suicida suele decirse muchas veces que es un cobarde. Como si fuera un ejercicio de orgullo y reafirmación de su vida y valentía, los hay que traducen el suicidio en un acto para ellos impensable, de abandono y de cobardía, por el que uno decide no enfrentarse a la realidad, decide no seguir luchando y como si fuese una batalla, se rinde -y rendirse, se dice, no es una opción-. Pero también hay quienes consideran que la naturaleza de la vida es deseable en sí misma, y que puede que el problema sea precisamente que la vida se ha convertido en una lucha sin estar pensada para eso; por lo que vivir, se ha vuelto insoportable. Y se dice en un sentido opuesto, que no hay nada que requiera de mayor valor, que quitarse la vida a uno mismo.
Pese a estas valoraciones contrapuestas, es posible que se comparta una idea: que no hay mayor desazón que la que nos produce la idea de la muerte; pero que en lo que respecta a nuestra propia vida y a nosotros mismos, si hay algo que nos produce más tristeza y miedo que la idea de la muerte, es la idea del suicidio. Porque el suicidio es el sufrimiento tan profundo e incesante que por la ausencia total de felicidad, por no haber ya esperanza alguna, uno ya no tiene ganas de vivir, y decide irse para siempre.


¿Qué le debe haber pasado a esa persona para acabar así? ¿Cuánto sufrimiento estaba soportando esa persona, que ha decidido acabar con su vida? Todas las preguntas posibles que podamos hacernos al respecto manifiestan un sufrimiento inimaginable; o lo que es lo mismo, que todos deseamos para nosotros mismos lo bueno, que para el hombre feliz el existir es deseable en sí mismo -que diría Aristóteles-. Que es tan bueno, tan deseable en sí mismo, que no por cualquier cosa uno decide dejar de existir -y de ahí el impacto, la incomprensión, y las dudas-.
Pero en efecto, y como una especie de cóctel molotov dirigido a chamuscar nuestros cerebros, uno de los pocos vídeos al respecto propagados para la indignación del espectador, es justo el que nos muestra la injusta situación en que uno desearía que el ser humano no hubiera existido jamás, porque el ser humano es el único ser vivo del planeta al que los demás seres no necesitan para sobrevivir.
Mucho menos las morsas, que tras pensar si era mejor la soga o siete ibuprofenos, se han trasladado a una colina que, tras ser calculadas sus dimensiones, ha sido acreditada y ratificada asambleariamente para su suicidio masivo.
Existir es tan bueno y deseable en sí mismo, que no por cualquier cosa uno decide dejar de existir”.
Pese a lo que digan en Netflix, al margen de que uno no encuentre un nexo entre el “suicidio” de las morsas y el cambio climático, que más bien parece una banalización de lo que supone el suicidio al entenderlo como la mera causación de la muerte propia, lo que entendemos por suicidio está cargado de humanidad. Y ello es así por el carácter negativo, intrínseco e incomprensible para nosotros los vivos, que tiene el plantearnos que alguien decida -esto es, que una persona quiera- acabar con su vida -una vida que no es aséptica, que es buena, que conlleva un inevitable juicio de valor-. Lo que entendemos por vida respecto del suicidio no es la exposición al sol y la absorción de agua y sales minerales, y por eso si existiera una planta que en un momento determinado decide autodestruirse no nos parecería malo, ni tampoco bueno; sino natural.
Pero de igual forma, puesto que el suicidio es al fin y al cabo una forma de morir, se está equiparando la muerte de todos los seres; lo cual viene a concretarse en que la muerte del que entendemos como sujeto de la moral o sujeto de lo justo y de lo injusto a manos de otro de su misma especie, es equiparada a la muerte de un ñu por un león -y viceversa-. Porque es la vida a secas lo que nos une, o el sufrimiento de ambos, y por ende esto es lo que se debe tener en consideración a la hora, por ejemplo, de castigar al león por matar al ñu -o de no castigar a un ser humano por matar a otro-.
Sarcasmos a parte, la significación de la vida humana que le damos al hablar del suicidio es en realidad y como se ha dicho, un juicio de valor sobre una declaración de voluntad; cosas que en principio, permanecen a día de hoy como algo netamente humano, con independencia de que estas categorías le sean aplicadas a seres vivos que no deciden, que no emiten juicios de valor y que por tanto no aman, y que no son conscientes de su existencia, como lo somos nosotros.
El ser humano es el único ser vivo del planeta al que los demás seres no necesitan para sobrevivir, pero también el que defiende algo lo justo y lo bueno”.
Y este riguroso y científico análisis de las morsas que parte de capacidades humanas, pone de manifiesto una contradicción en la que desde luego no caen las morsas, que no son animalistas, que no van a votar a ningún partido verde y que si efectivamente la actividad humana acaba propiciando la destrucción de nuestra especie, ello no será para ellas ni bueno, ni malo; porque lo bueno y lo malo existe en el planeta como consideraciones mentales de los seres que piensan, sobre cualquier cosa de la que la piensan.
Y si una cosa que tomamos como característica del ser humano es aquello de que somos el único ser vivo del planeta al que los demás seres no necesitan para sobrevivir, es justo definirnos también como que es el ser humano, en definitiva, el que defiende algo como justo, como bueno, como virtuoso para él, o beneficioso para los animales; de lo que se sigue que si el ser humano como especie se suicida empíricamente, no habrá nada ni bueno, ni tampoco malo, sino la intemperie de la Naturaleza.
Pero a esto podría responderse que si efectivamente el ser humano es sujeto o responsable de lo malo, ese bien solo se justifica por una previa acción malvada del ser humano; y que sería todo mejor si llevásemos a cabo un suicidio colectivo y así, no habría mal en este horrible mundo. En tal caso, es de suponer que visto que lo bueno y lo malo no son sino categorías surrealistas e irrelevantes que impiden el verdadero correcto desarrollo de la vida en el planeta, esa persona dejará de ser persona, renunciando a su pensar, o procediendo a dejar de estorbar o de existir.
Pero no es el segundo tipo de suicidio al que, en principio, estamos asistiendo. No es el calentamiento global, o las Guerras, la única forma de suicidarse para el ser humano; porque si cada cual es, sobre todo, su pensar, matar no es la única forma de arrebatarle al ser humano su Humanidad.

