Estamos llamados a la subversión, a poner el grito en el cielo.
Hoy he recibido una llamada de mi padre donde recomendaba que, de ahora en adelante, usásemos mascarilla para vernos.Mis hijas y mi madre eran potenciales exponentes del virus y a partir de ahora había que extremar las precauciones.
¿Hasta dónde vamos a llegar? El bozal puesto ante la sopa. El bozal puesto hasta para dormir.
Tenemos que ponerle un cerco al virus partiendo de la base de que no nos va a doblegar.
Si seguimos permitiendo que se vayan cumpliendo el vaticinio de las distopías culturales, a las que nos hemos visto acribillados durante los últimos años, permitiremos que el estado de psicosis colectiva se vaya fortaleciendo. Y cada paso que demos en esa dirección será más difícil de deshacer después.
Mis sueños ya van con mascarilla. No recuerdo las sonrisas de las personas con las que fantaseo mientras duermo.