Revista de actualidad, cultura y pensamiento

A ti, mi íntima desconocida

En Asuntos sociales/Bioética por

Es imposible escribirte estas líneas sin sentir una emoción que me sobrepasa, al grado de tener que secar el teclado de vez en cuando. Me han pedido que te escriba esto y sin pensarlo he dicho que sí y ahora me enfrento a estar hablando con alguien a quien aún no conozco. Sabemos tan poco de ti y aun así nos parece muchísimo. Que eres mujer, que tienes ya uñas, hasta sabemos que eres inquieta y que tu cerebro está “bien irrigado”. Pasamos noches imaginando cómo serás, cómo hablarás, cómo será tu carácter y sobre todo, si podremos cumplir nuestra única misión para contigo: quererte bien para que te sepas amada por El Gran Amor de tu vida, Él, que te creó.

Hay tantísimos libros que me han recomendado, desde qué debo o no debo comer, si puedo teñirme o no el cabello, si es mejor caminar o reposar, hasta cómo debo hablarte desde ahora y hasta que crezcas para hacer de ti alguien feliz. ¿Para hacer de ella alguien feliz? ¡Qué fácil lo afirman por uno y otro lado! ¡Con qué ligereza a veces me parece que hablamos de ti! ¡TÚ FELICIDAD! ¿A cargo de mí? ¿De tu papá? ¿De leerme todos los libros, comer la mejor comida y darte la mejor leche? ¿Te haré feliz por nunca levantarte la voz ni decirte la palabra “no”? ¿Te haré feliz por cogerte en brazos o dejar de cogerte en brazos cada noche?  Impensable, Macarena. Tu padre y yo hicimos una noche un gran descubrimiento y es que no podremos nunca hacerte feliz. Porque tu felicidad no es nuestra para dártela, ni siquiera la propia es nuestra para auto-dárnosla. Porque el sentido de tu propia vida es un descubrimiento tan íntimo que, ni aunque ahora habites en mí, puedo descubrirlo para ti. Porque compartimos tu y yo una intimidad desconocida y porque en ese corazón tan pequeño que late tan rápido dentro de mi cuerpo habita un silencio sagrado que no compartes desde ahora ni conmigo ni con tu padre, porque hay una minúscula ventana para Tu Padre y sólo a Él le permites la entrada. Y el mirarte a través de una única imagen que no podemos dejar de contemplar, que viene de un frío aparato, y descubrirte así, tan pequeña, tan necesitada de cuidados, tan dentro de mí, y a la vez tan misteriosa, tan desconocida, tan grande, tan otra, nos hace sólo querer arrodillarnos y agradecer a Quien te ha dado el aliento por la tarea de recibirte desde ahora, tan nuestra y tan poco nuestra.

La belleza que he descubierto en el mundo y en los que lo habitan será tuya para descubrirla, la misericordia será tuya para experimentarla y la experiencia del amor del Amor será tan íntimamente tuya que desde ahora la miro de lejos y con sagrada reverencia.

Este artículo fue publicado primero en la web del Instituto Newman, con cuyo permiso es reproducido aquí.

¡Toca o haz click en la imagen para ir en nuestro auxilio!

Lo último de Asuntos sociales

Ir al inicio
A %d blogueros les gusta esto: