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Habitar la propia vida: el espacio, las personas, el presente

En Antropología filosófica/Pensamiento por
habitar la propia vida

El ser humano es por naturaleza un ser que habita, un ser que transforma la realidad no solo con el fin de obtener cosas útiles, sino con el afán de dejar su huella en el mundo, de dejar algo de sí mismo en la realidad. Vosotros mismos cuando habéis llegado a vuestro cuarto, aquí en el Colegio Mayor lo habéis habitado, lo habéis llenado de fotos de vuestros seres queridos y de objetos que siendo poco útiles os son muy preciados pues forman parte de vosotros, dicen algo de vosotros, de quiénes sois y de qué es lo que os importa en este mundo; desde la bufanda del Real Madrid que cuelga del corcho de la pared, hasta la claqueta que adorna el escritorio recordando las noches de Butaca C. Allá donde moramos dejamos huella, imprimimos algo de quiénes somos en la realidad, la hacemos nuestra, nos pertenece a la par que le pertenecemos a ella.

[Este texto procede de la lectio inaugural del curso 2020-2021 del Colegio Mayor UFV, que ha sido editada para su publicación aquí]

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Una vida oculta: la muerte como entrega total

En Cine por

Terrence Malick ha insistido siempre en la sobreabundancia y la desproporción. Si en El árbol de la vida todo giraba en torno a la muerte de un hijo, donde pasado, presente y futuro se entremezclaban para ofrecernos una joya acerca de la vida y del misterio de la muerte en diálogo continuo con el infinito, en Vida oculta la muerte se presenta como colofón, como la entrega total que es el martirio. En definitiva, como verdadero don. Acogido, aceptado y triunfante.

El martirio es también una desproporción. ¡Pero qué absurdo! Nadie se va a enterar. Son solo palabras. Puedes jurar una cosa y pensar lo contrario. ¡A Dios no le importa lo que digas, solo lo que hay en tu corazón! ¿No ves lo inútil que es todo esto? ¿A qué criterio obedece? Tienes una mujer preciosa, una madre que te quiere y tres hijas maravillosas. No haces ningún bien a nadie. A nadie. ¿Para qué todo esto? Pero Franz mira a su esposa y dice: «¿tú lo entiendes?» Comienza a sonar el Agnus Dei… Su respuesta no es sí o no. Es te quiero, y estoy contigo pase lo que pase, siempre. Entonces, una extraña y alegre serenidad se apodera de Franz, que comienza a llorar. Haz lo correcto, dice ella. E inmediatamente Malick nos vuelve a mostrar su habitación, los pies de la niña pisoteando el vientre de la cuna.

En la película se insiste en el lecho del matrimonio una y otra vez. Sus sabanas, sus cojines, sus muebles. Se insiste en la casa. La casa, el vínculo, el amor, la tierra, las manos sucias, y siempre las montañas, la fronda y el cielo, como una espectacular, majestuosa y amable presencia. Es palpable como la naturaleza no se presenta como el telón de fondo de un idilio bucólico, sino como don precioso que manifiesta el señorío del Padre sobre la creación y de la criatura sobre su dominio, el suyo, el que le ha sido dado, en mitad de las montañas, de sus montañas, de su tierra.

Todo espacio está presidido por el mismo Cristo o su Madre. Nuestra mirada no puede obviar el Cristo colgado en la esquina del bar, donde se celebra la fiesta, se danza y canta y bebe, y es que, como dice Pieper, «Sólo un trabajo lleno de sentido puede ser suelo sobre el que prospere la fiesta» (pues viven de la misma raíz).

Son días que bastan porque la vida no puede ensancharse más en el amor: familia, trabajo, pueblo, culto. Hacen lo que deben hacer y así lo aman. Hasta que la comunidad política se pierde, y lo hace desde el mismo momento en que se adhiere a consignas y eslóganes. La película abre con las imágenes de El triunfo de la voluntad de Riefenstahl mientras el coro de Handel canta: «Israel vio la mano potente que mostró Yahvé para con Egipto, y el pueblo temió a Yahvé, y creyó en Yahvé y en Moisés, su siervo». Es la claudicación de la conciencia por la nueva conciencia nacionalista, es decir, romántica, mediante lo que Canals Vidal refería como «sublimación del resentimiento».

Ahora solo nos queda recordar los tiempos mejores, se dice. La memoria, es decir, la esperanza. El patrimonio de vida acumulado en el tiempo. Y es aquí, en el desierto, cuando el amigo evoca el Gorgias de Platón: es mejor padecer una injusticia que cometerla.

No hay un ápice de reserva del amor. Las muestras de afecto son constantes. La vida se derrama en los gestos. Todo anuncia el destino de cuerpo y alma: la gloria. Reservada para aquel que en un determinado momento ha sabido decir no. Para aquel que ha afirmado su fe negándose a sí mismo. Porque en Vida oculta se proclama lo mismo que se proclamaba en El árbol de la vida y es aquello que, como señalaba Juan Manuel de Prada, se ha dejado de proclamar en los púlpitos: «que Dios es Señor de la Historia –Alfa y Omega– […] que el misterio del sufrimiento humano sólo es plenamente comprensible si se espera la resurrección de la carne»; que «hemos salido del Padre y volveremos al Padre».

Vida oculta es una celebración constante de la Encarnación. Ese cuerpo desnudo y moribundo de Cristo que preside los espacios, los cuerpos que no pueden dejar de expresar lo que se aman. Cuerpos que trabajan, que rezan, que se entregan, que se echan al suelo y se abrazan y se manchan. No hay rastro de puritanismo. Son campesinos que viven la Encarnación con la sencillez de los pastores de Belén. Es apasionante la insistencia de Malick en lo carnal: los besos (los más verdaderos que he visto en el cine), las caricias, lo abrazos, las manos, las piernas. El amor, como los ríos y el agua que no puede dejar de mostrarnos; agua que surca la tierra y da vida. Es un no parar. Es la obsesión del que no puede dejar de insistir una y otra vez en comunicar lo que ha descubierto como fundamental.

Me sorprendió uno de los primeros planos, que nos mostraba el interior de una cubierta a dos aguas, hecha de vigas de madera. Un plano fugaz. La casa, el techo, los muebles, la cuna, la cama. Dice Fabrice Hadjadj en su Via Crucis:

«Al inicio, Dios plantó árboles para que el hombre y la mujer los cultivaran, cogieran sus frutos e incluso los imitaran, ya que ‘fructificad’ (Gén 1,22) es el primer mandato de Dios al hombre. Y la construcción de madera servirá también para acoger esta fructificación humana: en el hebreo bíblico, ‘tener una posteridad’ y ‘construir una casa’ se dicen con las mismas palabras. El Verbo sabe del tema, ya que se hizo carpintero. Le gusta la madera. Ha llevado vigas para construir casas. Pero he aquí que sobre sus hombros, la madera de fecundidad y de hospitalidad se ha convertido en madera de expulsión y crimen. Ya no se trata de la vigueta que llevaba ligeramente para hacer un techo: es la traviesa mal adaptada, que grava todo su peso sobre su nuca y cuyas astillas se clavan en sus manos».

Y las campanas, siempre las campanas, resonando en el valle. El templo que se eleva sobre la tierra y en cuyo seno se actualiza cada día la muerte y la resurrección. Campanas que anuncian el triunfo. No de la voluntad ni de la autonomía. Franz dice: yo te quiero, esposa mía, y por eso camino hacia la muerte. Solo queda la fidelidad. Llegará un día en que entendamos; en que lo oculto se desvelará y, por fin, conoceremos el sentido de todo. Una hora en que no habrá misterios.

Sobre la etimología de Apocalipsis, fin −destino y término− de los tiempos, dice Castellani: «[Apocalipsis:]Revelación. Literalmente, desde-lo-oculto, del verbo griego kalypto: cubrir, velar, ocultar; y la preposición apó, intraducible en castellano exactamente; como si dijéramos des-en-velar, desenvelación.»

Porque estas fieles vidas ocultas resucitarán de las tumbas que nadie visita para gozar de la eterna dicha a la que están llamadas.

Vida oculta es una oración que recorre los valles y las simas del alma y deja en carne viva las grandes cuestiones del hombre. Es un dialogo entre la criatura y el Creador, de vocación eterna. Mediante una experiencia verdaderamente espectacular, un himno de alabanza apoteósico, nos purifica y nos redirige el paso hacia la vida a la que hemos sido convocados, culminando con el misterio del martirio, «el supremo testimonio de la verdad de la fe». Es la película que necesita nuestro tiempo.

Houellebecq. Cuando la felicidad es una idea sin sentido

En Literatura por

“¿Era capaz de ser feliz en soledad? No lo creía. ¿Era capaz de ser feliz en general? Creo que es la clase de preguntas que más vale no hacerse” (Serotonina).

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La vida y los personajes secundarios

En Asuntos sociales por

Me gustaba bajar a tomar una cerveza en el bar de Juan cuando no tenía nada que hacer. Compartir con él detalles nimios de la vida; que si hace frío; que si vienen pocos clientes; qué mal esta el Real Madrid; está rico este pincho; ponme otra cerveza; ¿tienes mechero?; qué tranquilo está el barrio… Su bar ni siquiera era bonito, no sé muy bien por qué entré un día allí, qué me llamó la atención o qué estaba buscando, pero Juan se convirtió en uno de los actores secundarios de mi vida. Sigue leyendo

La Navidad, algo para cada uno

En Religión por

Mi padre detesta los regalos de Navidad. Le parece una costumbre insípida y puramente comercial. Está convencido de que siempre se acaba por entregar objetos innecesarios, pero, por no faltar al detalle, cada diciembre me pregunta si me gustaría recibir algo en concreto y me recuerda tajantemente que él no. Sigue leyendo

Andrea Barone o el “like” que le costó la vida

En Asuntos sociales por

Andrea Barone quería existir. En lo alto del centro comercial Sarca de Sesto San Giovanni buscaba la enésima fotografía que colgar en Instagram diciendo al mundo entero que su vida valía la pena. Es difícil saber qué pensaba o sentía realmente, pero hay deseos y emociones que te llevan a bajar la guardia, a pensar que la realidad se someterá a tu voluntad de poder, a tu necesidad de existir.

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La vida es para el verano (II)

En La angustia de vivir por

Decía Luis Racionero en El ansia de vagar que él podría agrupar los viajes por medios de locomoción: coche, tren, barco, avión, balsa, a caballo, a pie. Entre todos ellos, el autor no duda en concluir que el viaje más cómodo es el que puede hacerse sin cambiar de cama: “y eso solo pasa en el barco, de línea, crucero o yate, y en algunos trenes como el Transiberiano o el Orient Express, con crimen y todo”.

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Pedro y Fabio: dos historias de la Movida Madrileña, vistas desde hoy

En España por

Si alguien espera leer una historia de las dos Españas o un relato de franquistas y anti-franquistas, no encontrará tal cosa en esta “pieza”. Esta es la historia de Fabio y Pedro, o de Pedro y Fabio. Fabio y Pedro no fueron dos destacados representantes de la Movida. Fueron la Movida. Y su suerte ha sido tan radicalmente dispar que casi nos permite mirar hacia esos años con filosófica nostalgia, con cierta admiración por la sabiduría de un destino que ha llenado el tiempo de curiosos matices. Matices bizarros y abstractos, pero con un insólito sentido existencial. Matices y recovecos de historias que ni el más intrépido novelista hubiera podido imaginar.

Partiendo de un común y compartido espíritu libertino, Pedro conoció el éxito, las mieles del triunfo, supo hacer de su espíritu rebelde un medio de expresión para las masas, riéndose de lo divino y, hasta cierto punto, de lo humano. A Fabio, en cambio, el éxito le pasó de lado y ahora le llegan, ay, las hieles del ostracismo y la censura pública. Todo a raíz de unas declaraciones sobre uno de esos temas con los que se pretende distraer la atención respecto de los problemas de verdad: el Valle de los Caídos. Estas declaraciones no han de ser vistas como un discurso político, sino como la performance definitiva de un artista total. Sigue leyendo

Sophie Scholl: mi vida por un panfleto

En Historia por

Sophie Scholl, estudiante alemana de 21 años, junto a su hermano Hans de 24 años fueron decapitados el 22 de febrero de 1943 por el régimen nazi. La condena invocada por el tribunal fue “alta traición”. Habían constituido con varios amigos una organización secreta llamada “la Rosa Blanca” y se dedicaban a difundir panfletos por correo, en la calle y en su universidad. El último documento distribuido era un manifiesto y una llamada a la juventud alemana en contra de Hitler y de sus partidarios. Hans, el día anterior a su ejecución, escribió esta frase de Goethe en la pared de su celda: “En contra de vientos y mareas, saber mantenerse”.

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Recordarse en los otros para no olvidarse de uno mismo

En Democultura/Música por

Andrés Suárez es un cantautor gallego que se atrevió a coger su guitarra y bajar a Madrid para intentar vivir de unas letras y unos cuantos acordes. Pocas garantías y una ciudad ajena y grande, lo que la hace dos veces ajena para todo lo que tenía como meta. Así las cosas, esto no es una biografía: Andrés tocó mucho y en muchos sitios: en locales, bares, en la calle y el Metro. Pasaron muchos meses, varios discos y ahora llena auditorios, teatros, estadios y todo lo que se ha propuesto hasta la fecha. Todos nos hemos sentido alguna vez Toto, instigados por algún Alfredo a dejar Giancaldo y nuestro Cinema Paradiso para vivir un sueño lejos de casa, pero no todos lo hemos vivido o sabremos lo que es hacerlo; Andrés sí lo sabe.

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Navidad: reflexiones de una festividad ancestral

En Religión por

En occidente existen diversas tradiciones que son características de los últimos meses del año y que llegan incluso a traspasar fronteras.  Desde el Halloween anglosajón, pasando por el Día de Todos los Santos, el Día de Muertos en México, o el Thanksgiving Day en Estados Unidos, hasta las festividades propias del mes de diciembre, que nos son comunes en esta parte del hemisferio.

Es acercándonos al final del año cuando, inevitablemente, los medios de comunicación, los establecimientos comerciales y la familia, nos recuerdan que se acerca la Navidad, festividad que pareciera que se prepara con mayor antelación cada año. Ya no es extraño comenzar a ver árboles, luces o decoraciones navideñas en venta desde antes de que pase Halloween. Sigue leyendo

Fernando de Haro: “La vida no hay que redescubrirla en cada generación, sino en cada instante”

En Entrevistas/Periodismo por

Aunque lleva “doble vida”, sus rutinas no son discordantes. “De jueves a domingo me centro en la radio y el resto del tiempo me dedico más a los documentales y a los libros”, tiene dividida la semana pero su vida rebosa coherencia y búsqueda. Fernando de Haro (Madrid, 1965) es un hombre de mirada intensa, un indagador de la realidad que persigue asombrarse con lo sencillo, salir de sí mismo para contemplar el mundo con los ojos de otros.

Su versatilidad le ha llevado a trabajar en todos los campos del periodismo, ahora alaba el gusto de los madrugadores del fin de semana en COPE. Pese a ser “una palabra manida”, reconoce que difícilmente hay algo que supere al amor. No obstante, entiende el término con anchura. Fernando se casó “para el mundo” y siempre ha querido que su familia se pareciera a sus singulares viajes por Oriente. Es difícil encontrar una comparación para él, pero si la pasión se personificara, tal vez llevaría sus zapatos y un periódico bajo el brazo.
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La fuerza de la creatividad y de la iniciativa

En Democultura/Música/Musical Thinkers por

La música es probablemente el arte en el que se condensa más creatividad en menor tiempo. Imaginemos por un momento edificios moldeables, que se transforman a cada instante. Alguna vez se me ha ocurrido definir la música como arquitectura, o escultura en movimiento, que el compositor diseña y el intérprete moldea.

Esto es algo que forma parte de su grandeza y misterio. Y luego ¡paf!, desaparece y “solo” queda el recuerdo, quizá algo de la emoción vivida, imposible de fotografiar.

En la música, una pequeña partícula, puede desencadenar una construcción que se va desarrollando en el tiempo pulso a pulso, compás a compás. Si la lógica interna es buena, la construcción prevalece, si no, pierde su interés. Todo depende también del intérprete, quién puede convertir la mejor de las construcciones en una caricatura de sí misma o dignificar una construcción desequilibrada o incompleta gracias a su capacidad de dar sentido, superando en ocasiones al creador de la misma…

Desde que empecé a generar actividades musicales para el desarrollo de equipos profesionales, son muchos los que han visto en la música un elemento clave para impulsar actitudes creativas.

Lo contrario de la creatividad es la omisión de ideas, es decir no hacerme caso a mí mismo cuando tengo una idea  o a los demás cuándo la tienen, y la falta de confianza y el miedo tienen precisamente este efecto en las personas.

Además, cada vez existe un mayor interés en promover la proactividad en los equipos. Ya no basta con hacer lo que se espera de ti sin fallar, sino que en muchos equipos se valora y exige iniciativa creativa.

Una lógica reacción a esa exigencia, es afirmar que no todo el mundo es creativo, y una sólida respuesta a la misma es puntualizar que lo que nos distingue de máquinas y animales es precisamente esa capacidad de crear, que es además, la que nos va a dar mayor valor añadido como profesionales en cualquier campo, más ahora que son precisamente las máquinas, las que pueden ejecutar aquellas labores más repetitivas y analíticas.

El primer error de base es pensar que o se es o no se es creativo. Puede haber personas con más capacidad creativa y personas con menos, pero en todo caso, todos tenemos un grado, mayor o menor de creatividad. Esa capacidad depende en gran medida de la educación recibida, del entorno y de la confianza que tenemos en nosotros mismos para adoptar esa actitud, porque en definitiva, la actitud es probablemente nuestro mayor aliado para crear. Y aun así, a veces no basta, porque no deja de haber algo misterioso en la creación (por eso siempre hablamos de “inspiración”).

Lo contrario de la creatividad es la omisión de ideas, es decir no hacerme caso a mí mismo cuando tengo una idea  o a los demás cuándo la tienen, y la falta de confianza y el miedo tienen precisamente este efecto en las personas. El miedo a fallar puede bloquear hasta tal punto a un músico, que le produzca temblores en las manos que le lleven precisamente al fallo. Casi todos los músicos de cuerda que hemos tenido que tocar ante tribunales conocemos esa sensación de “tiritera del arco”.

El paso del miedo a la creación podría parecer un click, pero no lo es, porque nuestra psique tiende a traicionarnos e igual que uno arrastra vicios en la postura corporal que nos acarrean dolores y resultan difíciles de corregir, es normal que también existan vicios en la actitud difíciles de cambiar. Es como una especie de síndrome de Estocolmo.

A mi modo de ver el camino para la creatividad es soñar con ella, que es lo mismo que soñar con algo que no se conoce bien, y que en el fondo, valga la redundancia, es exactamente lo que pasa cuando uno sueña de verdad.

Y creer en el poder de la creatividad es imaginar, casi palpándolo, que existe un universo de posibilidades que uno ni siquiera conoce. Y lo más interesante de todo: crear es configurar elementos de la realidad en la medida en que uno mismo puede abarcarlos, o lo que es lo mismo, sentir como propia la relación que generamos con ellos de manera espontánea e instantánea. He aquí que una de las mayores fortalezas que concede la creación a su creador es el sentido de identificación con ella, hasta tal punto, que a veces resulta difícil distinguir si la creación pertenece al que la crea o viceversa.

Esta es la fantástica relación entre la creación y el sentido de pertenencia, cuyos efectos quedan patentes en los procesos creativos de los equipos. La fuerza de la creatividad compartida no recae solamente en el valor de aquello que se genera sino muy especialmente en el compromiso que implica en todos los participantes esa creación, que tiene en sí más energía que la de ningún salario. El tiempo invertido en ella es a mi entender eso: una inversión.

La conclusión es sencilla: no permitir el error genera miedo, el miedo genera falta de confianza, y la falta de confianza bloquea la creatividad, la inexistencia de participación creativa rebaja la motivación y los resultados son inferiores a lo esperado. El desgaste humano es importante y la fuga del talento inevitable.

Al contrario, admitir la posibilidad del error, pero al mismo tiempo la posibilidad de la genialidad, genera confianza, que a su vez genera compromiso y estimula la capacidad creativa. La participación creativa genera sentido de pertenencia y se despliegan nuevas expectativas que superan las anteriores. El entusiasmo se retroalimenta y el talento se desarrolla y se atrae naturalmente.


Algunos, adivinando esta comparación que hago con los equipos de trabajo podrán pensar que ni tanto, ni tan calvo, que la mayor parte de las veces tienes que aplicar la creación de otros, asumiendo como propias estrategias que nada tienen que ver con la propia creatividad.

A éstos les diría que esa la labor es la que tenemos los intérpretes, los “re-creadores” de obras que otros diseñan, quienes aplicamos nuestros esfuerzos para dar sentido y apropiarnos de la obra interpretada. Eso sí, mejor si la obra que te toca es de Beethoven que si es un “Despasito”. Y si es el Gran Tango de Piazzolla, tampoco está mal.

  • Este artículo ha sido publicado anteriormente en Musical Thinkers y es reproducido aquí de forma exclusiva con el consentimiento de su autor.

Patria, el relato de los resentidos

En Literatura por

La ciudad y los libros. Estas eran las razones que esgrimía Fernando Aramburu, autor de Patria -uno de los éxitos editoriales de España en los últimos dos años- para haberse salvado de ETA. En una entrevista concedida a La Linterna de Juan Pablo Colmenarejo, el autor donostiarra explicaba lo sencillo que podría haber sido para él haber terminado arrojando un cóctel molotov contra los txakurras en el centro de San Sebastián.

— “Si yo estuve en el mismo lugar, sometido a las mismas condiciones sociales, al mismo adoctrinamiento, cerca de la misma estética. ¿Por qué yo no empuñé armas y ese otro sí? El hecho de haber vivido en una ciudad es una gran diferencia respecto a haberlo hecho en un pueblo pequeño donde todos se conocen y donde el control de los ciudadanos es mucho más sencillo. Sigue leyendo

Rilke al joven poeta: «Entre en usted. Excave en sí mismo. Ahí está el sentido»

En Democultura/Dialogical Creativity por

«Nadie puede aconsejarle, nadie. Hay un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se privara de escribir. […] ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, […] entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. […] Y si de ese giro hacia dentro, brotan versos, no se le ocurrirá preguntarle a nadie si son buenos versos».

Es el no-consejo que Rainer María Rilke comparte con el joven Kappus en la primera de las que hoy llamamos Cartas a un joven poeta. Esta joya de la literatura universal, que nos revela la intimidad de Rilke como pocas de sus otras obras, se la debemos a un joven y desconocido poeta que se atrevió, sin conocerle de nada, a escribir al maestro y pedirle consejo sobre sus versos. El atrevimiento de ese joven y la dispuesta y generosa respuesta de Rilke hicieron el resto. Hoy contamos con 10 de esas hermosas cartas.
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La vida es para el verano (I)

En La angustia de vivir por
Acabo de terminar de leer un libro. Fue hace un par de noches. El libro me ha gustado. Ha sido más que un buen compañero, mucho más de lo que fue Alfredo para Elisa De Santis. No sé en qué campaña publicitaria he escuchado que los libros son para el verano. Mi eterna pose de intelectual me impide suscribir al cien por cien un eslogan, pero he de decir que hay algo de real en ello. La verdad es que los libros son para cualquier momento. Pero en verano se tienen más momentos. Ay, el verano. El mensaje hace una clara referencia al título de la obra de Fernando Fernán-Gómez: Las bicicletas son para el verano. Con eso también estoy de acuerdo, pero no se puede entrar en todo.
Volvamos a esa noche. Pasé la última página. La siguiente estaba en blanco. Y la siguiente.  Las pasé con decisión. No sé muy bien la razón pero soy un verdadero escéptico con el final de las obras de ficción (bueno, con cualquier cosa). Siempre doy una oportunidad más. Igual hay otro capítulo corto esperándome, en todos los sentidos. Creo firmemente que es uno de los traumas propios de una generación que ha crecido con escenas después de los créditos de las películas de animación.
He de decir que me tomo esta clase de momentos muy en serio. El mundo para de girar. Respiré profundamente y me quedé un rato mirando por la ventana. Puede que en tu pueblo de veraneo no, pero en Madrid esta clase de cosas le dan a uno un cierto aire de nostálgico. Terminar un libro que te ha gustado es comparable a los grandes momentos de una vida posmoderna tipo: el final de temporada de tu serie favorita, la primera copa que te tomas, un cigarrillo a escondidas, el beso de una chica en una noche de verano o la primera vez que ves el césped del Bernabéu. Conforma una suerte de síndrome de Stendhal para un millennial como yo, los patos de mi Central Park particular.
Únicamente las noches de julio y agosto brindan la oportunidad de apreciar estos incorruptibles suspiros del tiempo y permiten hacer una irracional (aunque no por ello menos veraz) radiografía de la coyuntura. Porque en verano siempre se está al borde del precipicio. Y eso lo cambia todo. Como decía Cuartango en El club de los corazones solitarios: “Esa conciencia de la fugacidad hace más precioso cada instante, porque en él se condensa toda la eternidad”.  Ay, el verano. La vida es para el verano. 

La mísera vida de ciudad

En Democultura/Pensamiento por

Lo decía el gran Dámaso Alonso, aquel poeta enhollinado de la era franquista: subía la demografía en la capital española y se situó por primera vez sobre el millón de habitantes. Los residentes de la gran villa aplaudían orgullosos de que su ciudad creciera, y esbozaban sonrisas de altanería y superioridad. Y mientras los titulares de los diarios afamaban el nombre de Madrid, él escribía en Hijos de la ira:

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres, según las últimas estadísticas.

¡Ah! ¡Cadáveres…! Madrid era un sepulcro, y sus habitantes sacos de hueso y ceniza. Sigue leyendo

Taxi Driver, hombre occidental en busca de sentido

En Cine por

“Por la noche salen bichos de todas clases: furcias, macarras, maleantes, maricas, lesbianas, drogadictos, traficantes de droga… Tipos raros. Algún día llegará una verdadera lluvia que limpiará las calles de esta escoria”. Este demoledor texto surgió de la alcoholizada mente de Paul Schrader en 1973.

‘Taxi Driver’ (1976), la obra maestra de Martin Scorsese, se gestó en la perturbada psique de un Schrader divorciado, desempleado, perdedor, alcohólico y “a punto de volverse un psicópata”, en sus propias palabras. Bien es cierto que las drogas han sido fuente de inspiración para exultantes autores, como Hemingway o Bukowski. Aunque también es verdad que a otros, como Edgar Allan Poe, les anulaba por completo. Sigue leyendo

Nueve películas que deberías haber visto en navidades

En Cine/Religión por

Una lista de películas que deberían haber sido vistas en Navidad. Bien. Empecemos mal. Obviaré el criterio de la temática navideña para elegir los filmes. Me guiaré por el siguiente mantra: películas que pueden acompañarnos en lo que queda de estas fiestas.

Para ello, he escogido algunas ideas que puede suscitar el misterio de la Natividad y he acudido a películas en las que ese aspecto tenga cierta importancia. Desde diversos puntos de vista podemos afirmar que el acontecimiento de la Navidad es: histórico, surrealista, tierno, sobrecogedor, inesperado, alegre, sanador, salvífico y revelador. Seguro que me dejo algo. Ya me perdonaréis. Sigue leyendo

Feliz Navidad, Carmena

En Asuntos sociales/España/Religión por

(La Navidad…) «es cristiana y la belleza de esa fiesta es que ha desbordado su contenido y sus valores y ha hecho que sea una fiesta internacional» (1 de diciembre de 2016).

Esta frase no es de la última carta pastoral del obispo de Madrid, ni del último discurso del Papa Francisco en el último ángelus. Es una cita de la alcaldesa de Madrid, la Excma. Sra. Manuela Carmena.

A veces asombra la intuición que tienen los de fuera para explicar lo que hay por dentro. El cristianismo nunca ha tenido el menor reparo en compartir su fe. Se quiera o no, su vocación es católica, término cuya etimología griega apunta a la universalidad (“kata”- sobre; “olos”- todo). Sigue leyendo

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