Pedro Sánchez, el hombre que todavía puede ser rey
De todas las anomalías políticas que ha habido en la historia reciente de España, mi favorita es la de Pedro Sánchez.
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Sigue leyendo“Gobernar es pactar; pactar no es ceder”, decía Gustave Le Bond. El miércoles, el Congreso tumbó los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Ejecutivo. “Los más sociales”, decían. Los autónomos, no obstante, respiran tranquilos. Ahora toca esperar. Nuevos comicios. Pedro Sánchez, el campeador parece -ya sí- haber muerto.
— Mañana viene el Sánchez.
— ¿Cómo es eso? ¿Aquí? ¿A Puerto Quejumbre?
— Sí, sí. Que me acaba de decir el Basilio.
La nueva andanza de Pedro Sánchez al frente del Partido Socialista es una continuidad más liviana, en tanto que sus ideas y pretensiones están más depuradas de críticas en el seno del partido. No obstante, esta nueva etapa trae consigo para Pedro Sánchez dos herramientas que, combinadas, creo que ayudan a entender el “estado líquido” desde el que podemos mirar al PSOE hoy: el discurso y la coyuntura.
Se ha roto el maleficio de alianzas entre Pedro Sánchez y Podemos. A golpe de militancia. Como hiciera en diciembre de su primer mandato, se aseguró de contar con el apoyo de los socialistas de calle para que cualquier amago de disensión pusiera al intrépido osado frente a las masas. Sigue leyendo
Pedro Sánchez es el nuevo-viejo secretario general del PSOE.
Comienza una andadura que aparenta un tropiezo.
Viñeta publicada originalmente en Don Castulo Daily Online y reproducida con permiso del autor.
Cuenta la leyenda de Mio Cid que, tras media vida de batalla en batalla, Rodrigo Díaz de Vivar fue finalmente herido de muerte en combate y exhaló el último aliento dentro de los muros de Valencia. Cuenta también que, viéndose rodeados de enemigos, los fieles al “sïdi” hicieron correr un rumor entre las huestes enemigas: “El Cid vive”.
Tanto es así que, cuando fue requerido abrir las puertas de la ciudad y romper el cerco al que les tenían sometidos, junto con ellos salió a lomos de Babieca el cadáver del héroe leonés, cuya estampa fue suficiente para mellar la moral de las tropas moras, al verle de nuevo sobre su cabalgadura. Valencia permaneció en manos cristianas durante algunos años más. Sigue leyendo
Pedro Sánchez ha sido una anomalía de Matrix. Siendo el candidato más desconocido al comienzo de las elecciones internas del Partido Socialista, se convirtió en el secretario general por encima de los favoritos de otros. Las malas lenguas de la política española (que son muchas), dicen que todo consistió en posicionar un liderazgo endeble para facilitar el ascenso de otro liderazgo que optó por permanecer en “la sombra”.
Hoy, varios meses después, Pedro Sánchez afronta su primer reto electoral como candidato de un partido que, según distintas encuestas, parece condenado a una importancia en declive. El histórico partido del Pablo Iglesias, de las 4 victorias de Felipe González, y los dos gobiernos de Zapatero, se ve hoy en una lucha incesante por ver quién será la cabeza de la oposición. El objetivo formal es ganar, pero el subyacente es sobrevivir.
Cuando se pensaba que había tocado el suelo, en el PSOE sacaron las palas y comenzaron a cavar más profundo, buscando oro se encontraron con un pozo sin fondo. La “radicalización” del programa socialista, no redundó en mejoras electorales. Por el contrario, a los cerca de 40 diputados que el PSOE perdió entre 2008 y 2011, hay que agregar que los sondeos de estas semanas estiman que están cerca de perder otros 30 escaños. Sigue leyendo
En 1957, Ignacio Aldecoa escribió Young Sánchez. Se trata de un relato callejero rico en charcos, ganchos y carajillos de barra metálica; un joven boxeador, Paco Sánchez, se prepara para un combate crucial dentro de su corta carrera pugilística. Si logra vencer a su rival, pasará de ser un luchador aficionado a una auténtica promesa nacional.
No les falta razón a quienes, desde el PP, baten palmas con las orejas ante el más que previsible acuerdo entre IU y Podemos. Un acuerdo que, si aceptamos como válida la radiografía que arrojó el mapa electoral del 20D, colocaría a dicha coalición como segunda fuerza política, con 6,1 millones de votos (1,1 millones menos que el PP y cerca de 600.000 votos más que el PSOE). Sigue leyendo
¿Qué votaron los españoles el pasado 20 de diciembre? Hay muchos tipos de respuesta a esta pregunta. Unos aseguran, insistentemente, que se votó “cambio”. También se ha repetido, desde muchos foros, que los españoles han impuesto a los diputados la “obligación” de “dialogar y entenderse”, para llegar a “acuerdos y pactos”, sin que haya consenso en quién debe formar parte de ese diálogo y ese entendimiento. Sigue leyendo
Una de las peores cosas de esta década de procés es cómo ha contaminado la ética y la estética de la protesta política. Hagan la prueba de sustituir mentalmente por esteladas las banderas españolas de las manifestaciones de algunos barrios madrileños. El paralelismo viene de lejos. (O de todo lo lejos que cabe en este paréntesis que ha detenido el tiempo).
Sigue leyendo‘A veces estamos demasiado
dispuestos a creer que el presente
es el único estado posible de las cosas’
(Marcel Proust)
Sigue leyendoResulta conocido por todos que los cursis han formado parte del imaginario colectivo de los españoles desde hace generaciones. Algunos estudiosos del tema como Noël Valis, profesora de literatura española en Yale, en su libro La cultura de la cursilería, mal gusto, clase y kitsch en la España moderna define el surgimiento del “señorito” español de mediados del S. XIX como el momento fundacional de la cursilería en nuestro país.
Sigue leyendoUn Gobierno no es un “think tank”. Es un Gobierno. Para hacer las funciones de un “think tank” ya están los “think tank”. El razonamiento, digno de Groucho Marx, resulta pertinente cuando se piensa en el ejecutivo de Pedro Sánchez. La presente crisis pone en cuestión las prioridades que han marcado el debate público en los últimos tiempos. Se acuerda ahora uno del “pin parental” y se le dibuja en el rostro la sonrisa condescendiente de quién evoca alguna gansada juvenil. ¡Éramos tan tontos! Abundan las bolas de cristal con prolijas predicciones del futuro. Aquí no vamos a llegar tan lejos. Pero sí dejaremos constancia de un pálpito: los grises gestores, pendientes de antemano de aquello que su ciudadano todavía no puede saber que le preocupa, cotizarán al alza frente a líderes carismáticos construidos a base de markéting político e ideas-fuerza paradójicamente débiles. Los acuerdos prácticos para el conjunto de la sociedad deberían imponerse al enfrentamiento prefabricado que busca del votante la adhesión propia de un hincha futbolístico.
Sigue leyendoDecía Milan Kundera que las personas entendemos nuestras vidas con la forma de un relato, que imponemos al recuerdo una presentación, un nudo y un desenlace, y que según estos vivimos siguiendo un guión y una simbología concreta. Son los relatos más que la verdad en crudo los que dan un sentido operativo a la vida. Si ciertamente el hombre es un ser narrativo, antes aun que social, el género de la humanidad en su conjunto debe de ser el satírico; y es que a estas fechas de cuarentena ya cuecen las redes sociales y los pucheros del esperpento están que echan humo.
Sigue leyendoSe nos ha hecho extrañamente familiar abrir (la ventana de) un periódico y encontrar análisis de la situación política nacional en clave guerracivilista. Como en el famoso epigrama de Ángel González, parece ya una perogrullada decir que la historia, como la morcilla, se hace con sangre y se repite. Ya saben, España es una herida sin cicatrizar y todo eso.
Queramos o no, basta dar una opinión sobre cualquier tema nimio para vernos emplazados en uno de los frentes de un gran conflicto que, al parecer, hará añicos el país. Los políticos, versados en las creencias del pueblo al que gobiernan, con una mano hacen desaparecer problemas acuciantes de nuestra realidad material y con la otra sacan conejos simbólicos que nos dividen en los hunos y los hotros. Al invocar la historia y hacerla pasar por el embudo de su discurso, creen, y con ellos nosotros, que la domeñan, ignorando que nuestra historia la escribirán los que nos sucedan.
Si bien la dialéctica guerracivilista se remonta, por lo menos, a los debates suscitados por la Ley de Memoria Histórica, la confrontación frentista sí que parece una novedad de esta legislatura. Paradójicamente, las dos citas de Manuel Azaña, que Pedro Sánchez mencionó en tono conciliador durante el debate de investidura, tienen más bien un tono funesto para el que conoce su contexto. La primera cita proviene del famoso discurso Paz, piedad y Perdón, pronunciado el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona, en la antesala de la Batalla del Ebro:
“Se comprobará una vez más lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: Que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río“.
La segunda procede de una sesión de las Cortes, el 27 de mayo de 1932, que se centró en el proyecto de Estatuto de autonomía de Cataluña:
“Nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo“.
Entre las dos citas median, por cierto, tres golpes de estado contra la joven República, entendida, como la entendía Azaña, como una democracia liberal: La Sanjurjada en 1932, la Revolución de 1934 y el último y definitivo comandado por Francisco Franco en 1936.
La maldición que nos determina a tropezar dos veces con la misma piedra puede ser exorcizada, según creemos, si conocemos los entresijos de la historia. No parece conveniente, por ejemplo, extraer citas ad hoc que contradigan el sentido general del párrafo o del texto. La cita de Sánchez sobre el patriotismo obvia, por ejemplo, que en el mismo párrafo Azaña advierte que las soluciones políticas, además de patrióticas, han de ser acertadas, y que dos soluciones patrióticas enfrentadas pueden ser igualmente erróneas. Sin embargo, eso no lo más importante si queremos conocer los hechos pasados tal como sucedieron y no como un refrito ideológico presentista. Lo fundamental, y más difícil, es que atribuir a los actores históricos, en sus textos y acciones dentro de sus circunstancias, el conocimiento de los acontecimientos posteriores, o los valores con los que hoy juzgamos el mundo, nos conducen a conclusiones históricas poco fiables, cuando no engañosas o directamente erróneas. Nadie sabe, tampoco Sánchez, cuando citó solemnemente a “don Manuel Azaña, presidente de la República”, ni los que lo censuraron, en qué frente se situaría Azaña en la paradójica “monarquía republicana” actual, tal como la describe Javier Cercas.
En la historicidad en la que están embebidos, ambos discursos son, indudablemente, ejemplos de la gran oratoria azañista, cuya hondura intelectual sería impensable en nuestro contexto de política de memes y pokemons identitarios. También son ejemplos de la desacertada visión política de su autor, pues ni en 1932 fue capaz de predecir la deriva nacionalista catalana en los siguientes años, ni en 1938 supo calibrar el grado de recrudecimiento de ambos bandos. No obstante, es en estos desaciertos, por los que la República se le fue a Azaña de las manos, en los que se vislumbran destellos de un patriotismo optimista y bienintencionado que nos invita a reflexionar y a aprender sobre los errores anteriores.
Como muestra, extraigo dos fragmentos de los discursos, sobre los que no me voy a detener para que cada lector extraiga sus propias conclusiones. En el discurso de 1932, cuando el autonomismo es una empresa nueva y, por lo tanto, no exenta de riesgos e incertidumbre, Azaña confía en que, del proceso de descentralización del poder, España saldrá fortalecida:
“[…] no se puede entender la autonomía, no se juzgarán jamás con acierto los problemas orgánicos de la autonomía, si no nos libramos de una preocupación: que las regiones autónomas –no digo Cataluña-, las regiones, después que tengan autonomía, no son el extranjero; son España, tan España como lo son hoy; quizá más, porque estarán más contentas”. Más adelante dirá que la forma más inteligente de entender la política es como “una tradición corregida por la razón”.
En el discurso de 1938, resulta asombroso, en el contexto fratricida en el que, recordemos, Azaña confiaba en la victoria militar, su tono conciliador, que no sólo no le quita carta de españolidad a los sublevados, sino que los retrata como las víctimas, junto a sus demás compatriotas, de un proceso colectivo ciego de odio y de destrucción:
“[…] la guerra actual no es una guerra contra el Gobierno, ni una guerra contra los gobiernos republicanos, ni siquiera una guerra contra un sistema político: es una guerra contra la nación española entera, incluso contra los propios fascistas, en cuanto españoles, porque será la nación entera, y ya está siendo, quien la sufra en su cuerpo y en su alma”.
En el conocido final del discurso, Azaña hablaría de la guerra como la oportunidad de dejar a un lado los ideales grandiosos y fundar un nuevo contrato social entre hombres libres de rencor.
Hasta aquí, tal vez he podido dar la idea de que le atribuyo a la historia un poder, al menos en potencia, salvífico. Nada más lejos de mi intención. Esto, no nos engañemos, no va de historia, sino de batalla de discursos, de ideología. Como Azaña en 1932 o 1938, nada sabemos del futuro que nos aguarda. Y lo que podamos adivinar, ayudados por el conocimiento del pasado, se revelará, previsiblemente, como un falso indicio de una forma u otra. Bastante ardua parece ya la tarea de sacar algo en claro del guirigay presente, como para hacer previsiones fiables sobre el futuro.
Una de las pocas certezas que tengo de este presente es, sin embargo, la necesidad de entender que, bajo la hojarasca de las políticas populistas y las dualidades míticas de izquierda y derecha, se esconde la grieta, verbalizada de manera explícita en el artículo 2 de la Constitución, entre dos concepciones diferentes del estado y de la nación, es decir, de la ciudadanía. Los pactos y alianzas del gobierno actual parecen apuntar a una nueva dinámica de frentes sobre cuyos resultados sólo podemos conjeturar, sobre todo porque ambos frentes, bajo su apariencia homogénea, esconden, a su vez, elementos disgregadores.
Por un lado, el frente de izquierdas, impulsado por una acción centrífuga, se orienta al desarrollo de una confederación asimétrica que se estructuraría en identidades regionalistas. Dicho proyecto promete el encaje de los separatistas en el estado mediante privilegios. El de derechas, por su parte, concentra sus fuerzas en el mantenimiento de la nación política española, fuertemente unida al sistema monárquico-parlamentario actual. En el primero, el estado es un administrador de las regiones, que en mayor o menor medida tienen voluntad nacionalista. En el segundo, el estado emana de la soberanía nacional, quedando las autonomías como instituciones regionales administradoras, sin menoscabo de sus identidades culturales (en este grupo las propuestas territoriales varían, desde el centralismo de Vox al autonomismo fuerte del PP gallego, por ejemplo).
Sin quererlo, volvemos a encontrarnos de bruces con un destino que ya estaba escrito desde el principio. Tal vez los padres de la Constitución, en su patriotismo optimista y bienintencionado, minusvaloraron que “el enemigo de un español es siempre otro español”. Eso también lo dijo Azaña.
La principal lógica de un sistema electoral con segunda vuelta es evitar una repetición de elecciones. O mejor dicho, evitar perder el tiempo de los políticos, de hacerselo perder a los ciudadanos evidenciando la bajeza de miras de los representantes públicos, y de reducir los costes de reorganizar toda la infrastructura electoral desde cero.
Sigue leyendoUn eurodiputado es un hombre o mujer, medio diputado. Lo esperable sería que su condición política, de alcance europeo, hiciera de estos políticos europeos unos representantes absolutamente imbricados en la representación de la opinión pública europea. Ésta es, hoy por hoy, inexistente, salvo quizá por los 20 millones de europeos que viven en otros países europeos distintos al suyo, los seguidores de la Champions y de Eurovisión.
Sigue leyendoPues verán… ¿Qué quieren que les diga? A mí, el debate del lunes me decepcionó bastante. Sospechaba, visto lo visto, que iba a ocurrirme lo mismo con el debate del martes, pero no fue así. Cierto que el lunes hubo un claro ganador de la contienda, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pero la realidad es que fue un debate decepcionante. No dejó de sorprenderme el modo en que Pablo Casado, candidato del PP, desaprovechó esa primera oportunidad ofreciendo una imagen excesivamente moderada en comparación con la que venía siendo su actitud durante la campaña electoral, cediendo todo el espacio de liderazgo de la derecha a Albert Rivera, quién al mismo tiempo que le robaba ese puesto a Casado hacía todo lo posible por distanciarse del corrillo de la derecha para posicionarse en el centro político.
Sigue leyendoFotógrafa, retratista, artista… Lupe de la Vallina inmortaliza con su cámara. Plasma a un persona que, generalmente, está a otra cosa, respondiendo a cuestiones sobre su vida, sobre lo que le ha convertido en alguien socialmente interesante, o simplemente contándose.
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