La impresión que podemos haber recibido del Salvaje Oeste a través de la literatura, el cine o la cultura popular puede que no se corresponda demasiado con la realidad histórica, lo que no hubiera dado tantas películas interesantes. De hecho, hasta el propio nombre no tiene mucho de cierto, porque la frontera salvaje no era un sitio tan poco civilizado como uno podría pensar, donde el caos reinaba y no había respeto por la propiedad o la vida.
Tampoco era así el mito del indio salvaje que vivía en extensas praderas rodeadas de montañas por las que ellos galopaban sobre magníficos caballos y que nos ha llegado a través de incontables películas, novelas o tebeos. Esos indios parecían obsesionados con atacar al pobre hombre blanco que intentaba asentarse con sus familias sobre unos terrenos que estaban a su disposición. Sigue leyendo
La historia de la caída de Númenor nos presenta un mundo (Arda) presidido por un Dios creador trascendente y lejano, Ilúvatar, y unos espíritus inferiores que custodian y gobiernan el mundo en su nombre, los Valar. Estos son una mezcla de dioses olímpicos, ángeles y fuerzas de la naturaleza, que protegen Arda al servicio de los hijos de Ilúvatar, que son los elfos y los hombres. Uno de ellos, Morgoth, se rebeló contra la “Música” de Ilúvatar, contra su plan, y buscó engañar y someter a elfos y hombres bajo su poder en vez de servirlos.
(Este artículo examina la antropología teológica contenida en ‘El Silmarillion‘, el libro en el que J.R.R. Tolkien relata el origen e historia de la Tierra Media, en la que tiene lugar la saga de ‘El señor de los anillos’ y ‘El hobbit’.)Sigue leyendo
Me despertaba esta mañana con la noticia de que Wizards of the Coast, la empresa responsable de juegos de fantasía tan importantes como Magic: the Gathering o Dragones y Mazmorras, decidía alejarse de los estereotipos raciales en sus juegos relajando los rasgos que caracterizan a las razas de fantasía que aparecen en ellos, en pos de una mayor diversidad. Una noticia enmarcada en las recientes polémicas raciales que azotan el mundo occidental, especialmente el anglosajón, y que vendría a ser un paso más de un proceso que esta empresa comenzó hace ya unos años por ser más inclusiva.
Cuando entré en el General Hospital de Southampton, lo primero que hice fue perderme. Llegaba desde una ciudad de provincias española, con varios títulos universitarios de dudosa utilidad y un inglés de jelou y jau arr you. Desde entonces han pasado más de cuatro años, cuando todavía se decía: «¡Salid, formaos mientras dure la crisis y volved con experiencia!» Confiando en aquella promesa tan difusa, y dispuesto a trabajar en lo que fuera, comencé limpiando los suelos y recogiendo las basuras de este hospital. Así, cada día en una planta distinta, no tuve más remedio que aprenderme cada rincón de esta mole como la palma de mi mano. Tanto, que cuando me convertí en auxiliar de enfermería -aquí no se requiere ninguna formación específica- pude recitar de memoria cada una de sus unidades. Aunque, por muy grande que sea, lo que más impresionaba era su ritmo, como una ciudad dentro de la propia ciudad. Ahora, desde que ha estallado la crisis del Coronavirus, todo es muy distinto.
Un Gobierno no es un “think tank”. Es un Gobierno. Para hacer las funciones de un “think tank” ya están los “think tank”. El razonamiento, digno de Groucho Marx, resulta pertinente cuando se piensa en el ejecutivo de Pedro Sánchez. La presente crisis pone en cuestión las prioridades que han marcado el debate público en los últimos tiempos. Se acuerda ahora uno del “pin parental” y se le dibuja en el rostro la sonrisa condescendiente de quién evoca alguna gansada juvenil. ¡Éramos tan tontos! Abundan las bolas de cristal con prolijas predicciones del futuro. Aquí no vamos a llegar tan lejos. Pero sí dejaremos constancia de un pálpito: los grises gestores, pendientes de antemano de aquello que su ciudadano todavía no puede saber que le preocupa, cotizarán al alza frente a líderes carismáticos construidos a base de markéting político e ideas-fuerza paradójicamente débiles. Los acuerdos prácticos para el conjunto de la sociedad deberían imponerse al enfrentamiento prefabricado que busca del votante la adhesión propia de un hincha futbolístico.
Buenas nuevas: Homo Legens acaba de reeditar la obra Sobre el poder en la modernidad y la posmodernidad, de Javier Barraycoa. Se trata de un brillante trabajo de síntesis, donde su autor recorre la mayoría de las referencias notables y determinantes en la materia; logra trazar el recorrido del concepto de poder desde la modernidad y su necesario e inevitable desarrollo hasta nuestros días, poniendo siempre el punto sobre las íes. El valor de este ensayo reside, precisamente, en lograr describir trayectorias, movimientos, que nos han llevado a un panorama político y social tremendamente erosionado.
Un videojuego de mundo abierto normalmente obliga al jugador a dedicarle, como mínimo, un centenar de horas. Se dice pronto, cien horas. Pueden ser muchas más si se quiere completar el videojuego al 100%. Este género de videojuego incentiva su total exploración, su total dedicación en confrontación con la vida real del jugador que también debe vivir.
A lo largo de este enero tuve la oportunidad de recorrer los 600 km de autopista costera HW1 que separan San Francisco y Los Angeles acompañado de mi primo, compadre de aventureos y fiel mirmidón afincado en Lubbock (Texas) por algún motivo.
Las próximas líneas no corresponden a una entrevista aunque la categoría de la página así lo indique.
No lo es porque el personaje evita que lo sea. Hay un número más que generoso de respuestas no acotadas con metáforas que caen con más o menos fortuna en el asunto en cuestión. No hay una línea temática prefijada y parece que el tiempo poco importa en este habitáculo de la calle Alfonso XII, en pleno centro de Madrid.
Juan Manuel Cotelo no prepara guiones, se los encuentra. Dice sentirse incómodo en los preparativos, en el papeleo, en el ir agitando la hucha para producir sus películas. También con las preguntas, con lo excesivamente elaborado, pues esto ahoga, o así lo entiende su interlocutor, la maravilla de lo espontáneo. No tiene ni la más mínima intención de salirse de la etiqueta de “ultracatólico” -signifique eso lo que signifique- y no pretende atraer a las salas donde se pasen sus películas a cinéfilos o entendidos del séptimo arte; pues lo suyo es entretener y tocar el corazón.
Su última película, “El mayor regalo”, nos posibilita un rato con él. En esta casi hora de conversación da la sensación de que pasa de todo estando con las piernas cruzadas.
Al llegar al campo un refugiado me dijo que “Rwamwanja no eran más que tres casas antes de que vinieran los refugiados”. Ahora se podría considerar un pueblo grande, que la gente de la zona denomina ‘town’ (ciudad en inglés), donde los más de 70.000 desplazados del Congo que viven en sus aledaños han convertido la localidad en un núcleo comercial del distrito de Kamwenge (situado al oeste de Uganda).
El pasado 16 de febrero, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) anunció que Uganda había alcanzado oficialmente el millón de refugiados procedentes de Sudán del Sur. Si le sumamos el número de refugiados originarios del Congo y otros países limítrofes, la cifra llega hasta 1.400.000 personas.
Uno de los personajes más carismáticos de esa sucia y demencial genialidad shakesperiana llamada Deadwood es sin duda el reverendo, predicador, Henry Weston Smith. El pobre reverendo Smith, que ya tenía bastante con ser protestante, existió de hecho en la realidad, como muchos de los personajes de la serie. El tránsito de su valle de lágrimas –y de barro– a la Vida Eterna, sin embargo, difiere del que le dan en la ficción.
Según consta en una carta de Seth Bullock (célebre personalidad del oeste norteamericano, encarnado en la serie por Timothy Olyphant), al reverendo Smith lo mataron los indios yendo hacia Crook City a predicar, tal y como rezaba la nota que dejó en el pueblo antes de marcharse, en el año de gracia de 1876. En la serie su final es un delirio causado por un tumor cerebral que desencadena toda clase de escenas, como las de esta secuencia, realmente notables. Su agonía termina con lo que eufemísticamente podríamos calificar de eutanasia, a instancia de una figura realmente abyecta (tanto en la realidad como en la ficción), la del proxeneta Al Swearengen, uno de los hombres más populares y ricos del entonces asentamiento de Deadwood. Sigue leyendo
Hubo una época donde los “bichos raros” se agolpaban en torno al televisor por la noche.
En esa franja delirante comprendida entre la 01:30 de la mañana y las 06:00 de la mañana, místicos en calzoncillos, beocios sin remedio, perezosas de toda clase y condición, insomnes empedernidos o padres primerizos con restos de baba neonatal en el pijama, se agolpaban frente a la caja de luz a ver una y otra vez las bondades de determinada lijadora, de una mopa que limpiaba hasta el pasado, un concierto de jazz de tres al cuarto, documentales del cine húngaro de los años 30 o, para los más decididos o más voluntariosamente despistados, una variedad extraordinaria de películas pornográficas; especialmente burdas y especialmente frecuentes en las cadenas locales y regionales.
Lo que ahora revisa Zuckerberg en cada whatsapp calenturiento, antes se ocupaba un mandao de la programación de la tele del barrio.
En este último caso, antes de que Tinder nos pusiera a discernir sobre el eros, uno se podía encontrar, entre embestidas y diálogos de lo absurdo, un tablón de anuncios para los ahogados en la soledad más picosa que, como decía Florentino Ariza en lo que Fermina Daza le abría las sábanas de su cama, es la de la carne.
Era en esa franja extraña de la noche donde antes de la aparición de las redes sociales todo se mezclaba. El olor a gato de la casa, la cerveza medio abierta, un calcetín en disposición confesional… Lo que ahora revisa -cuando tiene tiempo- el bueno de Zuckerberg en cada whatsapp calenturiento, antes se ocupaba un mandao, que no cabe hacer distinción de género en la parrilla de la tele del barrio.
Lo que más me despertaba la atención en ese momento, por lo jocoso y la curiosidad impertinente por encima del apetito básico, era que en la pequeña pantalla, ante el aderezo sexual que ocupaba la parte superior del recuadro azul, un hirviente chat primitivo se desarrollaba con vigor y frenesí. Los mensajes eran escuetos, con su propia mecánica sintáctica y lingüística. La necesaria economización de las palabras a las que nos sometía la dictadura del SMS dotaba a las oraciones simples (o copulativas) -baluarte del flirteo televisivo- un aire sodomita de cantina del lejano oeste o un triste tablón de desaparecidos en la playa.
“Se busca pedazo de carne para ayuntamiento carnal”.
“Activo busca pasivo. Pasivo busca subjuntivo”.
“Hombre moreno, corpulento e interesante busca a delfín madurito. Esta noche en Palencia”.
“Mujer muda busca monstruo del pantano para lo que surja”.
Porque al final, esto es lo que ha quedado de “La forma del agua”, la última producción oscarizada de Guillermo del Toro.
La última travesura del director mexicano no es otra cosa que la clásica historia de amor, bien barnizada, eso sí, por el ingenio intangible y merecidamente reconocido del creador del Laberinto del Fauno o Mimic.
Hay una estética cuidada, una trama con sentido, un universo coherente, un desarrollo de personajes algo dubitativo pero sostenible y de pronto, casi al final, se corre una cortina de baño cincuentero para sobreentender que entre la chica muda y el monstruo del pantano va a haber tema.
Los hay, claro está, que han buscado hacer un atrevido y seguramente acertado razonamiento para la vida moderna sobre esa “conexión sexual” que no conoce de especies ni de géneros. Como una reivindicación de la imaginación fetichista que por fin desembarca en Hollywood tras cruzar el océano nipón, donde el Hentai llevaba fantaseando con plantas y cuerdas sinuosas destinadas para la dominación y el placer femenino desde hace décadas.
En este aspecto cabe resaltar la noticia que ha recogido la sección de “SModa” de El País, donde tras el estreno de “La forma del agua”, se han vendido como roscas recién horneadas consoladores que especulaban con la forma, longitud y aspecto del falo del anfibio antropomórfico.
Ahora toca al lector disculpar a los mediocres, simples y “noséquepatriarcales”, que sencillamente hemos visto en la película una historia interesante que tiene como premisa a una mujer muda terriblemente necesitada de amor, cariño y comprensión que se entrega en cuerpo y alma a un monstruo encerrado en una charca metálica. Ahí está el drama de la tensión dramática. Donde, todo sea dicho de paso, en realidad no cabe espetar la relación en cuanto a la posibilidad de encuentro, reconocimiento y afecto. Sin embargo consideramos gratuito o sintomático de una sociedad de juego de braguetas el marcar o evidenciar la relación de la chica muda y el bicho hasta el punto de dotarle de genitalidad. Todo ello cuando no queda muy claro si ese “recurso” ayuda a contar la historia; dejando un olor pantanoso a fruto ideológico (propio de la Academia y con el que comulga Guillermo del Toro. Veánse los rostros franquistas del Laberinto del Fauno), que termina por despistar y sacar de la película a algunos de sus espectadores. Como los mensajes de alta carga erótica-festiva de mi cadena local.
Dicho lo cual, acudan raudos al cine. Se sorprenderán (si es lo que piden al comprar una entrada).
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A partir del siguiente párrafo revelaré datos del argumento de Spider-Man: Homecoming (Jon Watts, 2017). Si no quiere conocerlos le recomiendo que abandone esta lectura.
Los acentos de Spider-Man: Homecoming están puestos en dos aspectos. Uno de ellos es elfalso dilemaen el que vive gran parte del cine de superhéroes: ¿por qué una persona, por el hecho de tener superpoderes, pasa a ser responsable de los destinos de tantos? Al igual que Rousseau en El contrato social me pregunto, ¿por qué de la superfuerza se desprende una moralidad? O, mejor, ¿por qué el superpoderoso, por su condición de “súper”, está sujeto a una ley moral diferente a la del resto de personas? Qué a gusto transita este falso dilema en el cine de superhéroes. Sigue leyendo
En este artículo se da por hecho que el lector: o bien ha visto e, incluso, goza de un recuerdo fresco de Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017); o no tiene cuidado de conocer el argumento de la película mentada.
Pretendo enunciar una teoría que no concierne solamente a Thor: Ragnarok, sino que implica a la saga entera del Dios del Trueno y al presente y futuro del universo cinematográfico de Marvel (especialmente Vengadores y Guardianes de la galaxia). A continuación, propongo una ruta trazada por pequeños descubrimientos cinematográficos que desvelan un cambio de paradigma narrativo en este subgénero cinematográfico. Sigue leyendo
Artículo escrito por Ane Armentia Touza y Laura Martín García.
La verdadera historia del cine es el nombre que recibe el documental realizado en 1995 por los cineastas Peter Jackson y Costa Botes. El director de El señor de los anillos demostró tener una imaginación desbordante antes de adentrarse en la Tierra Media y hacer de un libro casi una religión. La única verdad dentro de este documental se encuentra en el título.
Las terrazas ya están puestas. El calor empieza a apretar. El aire acondicionado en el interior de los estudios de COPE atiende poco a las gargantas de locutores y visitantes, claramente marcados con la pegatina oportuna.
Cristina Platero, la productora de La Linterna, nos viene a buscar y nos lleva por esos pasillos de un blanco un tanto mortecino; que tan pronto pueden hacer las veces de medio de comunicación como clínica de un dentista venido a más.
Vamos al estudio de “por si las cosas fallan en el principal”. Lugar repleto de micrófonos, logos y sillas para muchos tertulianos.
“Ahora baja Juan Pablo”, nos marca con una sonrisa Cristina. Sigue leyendo
Una indagación en el parentesco dramático y temático entre El caballero oscuro y El hombre que mató a Liberty Valance.
[AVISO: ARGUMENTOS DESTRIPADOS]
Vaqueros y superhéroes han dejado una profunda huella en el imaginario mitológico estadounidense y han moldeado la cultura popular moderna. Por ello, y a pesar de una aparente disparidad, no es casual que existan grandes semejanzas entre el cine de superhéroes y el western. La relación de espejos entre las películas El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008) y El Hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962) es uno de los ejemplos más representativos, por tres motivos principales. El planteamiento dramático y los personajes de la segunda entrega de la saga de Nolan tienen su equivalente directo en el clásico de Ford. Temas como la justicia, la violencia y el relato público también reciben un tratamiento muy similar en ambas películas, sobre todo en el desenlace. Y por último, la iconografía del Caballero oscuro bebe directamente, si no del Hombre que mató a Liberty Valance, de la cinematografía más característica del western: la del duelo.
Y elúltimo enemigo en ser derrotado será la muerte” (1 Cor, 15,26)
¿Qué significa ser hombre? ¿Cuál es su destino? La evolución de la tecnología y las profecías del movimiento transhumanista parecen proponer nuevas respuestas y horizontes a estas preguntas, con sus promesas de mejorar e incluso transformar al ser humano, dotándole de más inteligencia, salud, bienestar emotivo, de la personalidad, etc. No cabe duda de que, hoy más que nunca, es necesario que el desarrollo tecnológico sea acompañado por una reflexión antropológica y ética. Y reflexión que no quiere decir necesariamente miedo, conservadurismo o rechazo a toda costa.
Cuando se busca lo que es natural y bueno para el hombre, no nos referimos a lo biológicamente natural. Nada más natural que el dolor de cabeza, y ninguno se privaría de una aspirina en base a semejante argumento. No. Lo natural es lo metafísicamente, axiológicamente natural, es decir lo que concuerda con la identidad profunda del hombre, que nos ilumina sobre qué caminos conducen a su realización, y qué vías, en cambio, son callejones sin salida que no traerán sino destrucción. Sigue leyendo
El 13 de septiembre de 2016 el Parlamento europeo, en sesión monográfica y extraordinaria, se reunió para debatir, y condenar, la considerada como “deriva autoritaria” del Gobierno de Polonia, dominado desde el año anterior por el partido conservador Ley y Justicia (Prawo i Sprawiedliwość, PiS). Se denunciaba, especialmente desde los grupos socialistas y liberales de la Eurocámara, el proceso de crecimiento de sus posturas eurofóbicas contrarias a los Derechos humanos. Así se cuestionaban públicamente, y en primer lugar, sus intentos de reforma unilateral del Tribunal constitucional; en segundo lugar, el control de los medios de comunicación, tanto públicos como privados; en tercer lugar, su postura antiinmigración contraria a la acogida de refugiados; y en cuarto lugar, sus medidas de protección de la Familia natural y de limitación del aborto. Sigue leyendo
Nacionalismo identitario vs. liberalismo progresista como dialéctica ideológica en el siglo XXI Una convocatoria electoral, intrascendente tradicionalmente, señaló la esencia
Ya han pasado dos semanas desde el acontecimiento mundial de la llegada de Trump a la presidencia de la primera potencia mundial. Empieza a ser momento de acallar al gallinero y extraer algunas claves que permitan, más allá de la consternación (poco amiga de la reflexión), comprender qué es lo que ocurre y poder, así, actuar y pensar en consecuencia.
Decía Valentín Carrera, en un artículo publicado en esta casa, que desde el mero análisis de los datos demográficos de las votaciones en EEUU, se advertía una importante fractura en la sociedad estadounidense, que habría permitido la llegada al poder de un líder populista como Donald Trump.
Ahora bien, ¿qué características tiene esta fractura? Casi como una respuesta, el experto en relaciones internacionales Florentino Portero dio la semana pasada algunas pinceladas sobre la sociedad estadounidense que pueden ayudarnos a comprender de qué hablamos cuando hablamos de esta fractura. No basta con constatar los datos, sino que es necesario darles un contenido y un significado: Sigue leyendo