Al parecer, ni los gobiernos ni la opinión pública poseen otra analogía mejor para referirse a una situación de extrema gravedad o de emergencia que no sea la guerra. Lo que demuestra por un lado que la guerra –es decir, el conflicto a vida o muerte entre dos o más grupos organizados de personas- es el estado de excepción por excelencia, aquel en el que las sociedades se juegan su supervivencia.
Hace unos días el Tribunal supremo de Australia por unanimidad declaró inocente al Cardenal George Pell del delito de abuso sexual por el que había sido condenado injustamente.
¿Y si tal vez las historias bíblicas estuvieran custodiadas bajo un manto de incomprensibilidad hasta que llegase el momento culminante en que haciéndose carne en alguien empezaran a cobrar vida para él? ¿Y si hubieran sido escritas para cada uno en su momento? Me vinieron a la mente un montón de relatos parecidos a Job, maltratado por sus supuestos amigos, a José perseguido y objeto de un intento de asesinato por sus hermanos, a Juan Bautista decapitado por una veleidad, a Cristo crucificado siendo inocente, como todos, por un tribunal inicuo. Todos esos relatos han sido escritos como arquetipos para dar sentido a historia reales y verdaderas.
No ha habido ola populista ni soberanista en Europa. El extremismo de izquierdas sufre un importante retroceso en las elecciones municipales y autonómicas de España. Todavía es pronto para entonar un canto para despedir a los populares y los socialdemócratas, a las familias políticas tradicionales de la Unión Europea.
El miedo es el hilo conductor de nuestra historia, desde la época de los grandes conflictos en Europa, las “guerras civiles de religión”, los conflictos de clases y la llamada guerra civil europea el siglo pasado, hasta nosotros y el renacimiento del nacionalismo, el llamado soberanismo y el racismo, denominados “supremacismo blanco”. Las situaciones que hemos creado, empezando por el Estado, son hijas del miedo, no de la confianza.
En los últimos años, el independentismo ha experimentado un meteórico ascenso en Catalunya, hasta el punto de crecer de un 16 % a un 48 % entre 2008 y 2013, manteniéndose este último porcentaje hasta hoy con ciertos altibajos. Cabe analizar las causas de tal crecimiento, habida cuenta de las posibles consecuencias decisivas que el independentismo puede acarrear para Catalunya y para el resto de España. De hecho, el auge del independentismo catalán puede ser explicado en un contexto que mezcla crisis económica, fomento de la rivalidad mimética desde la clase política y búsqueda del chivo expiatorio por parte de la sociedad. El objetivo de este artículo, por ello, es explicar la propaganda de los nacionalismos, especialmente la del independentismo catalán, mediante la teoría mimética de René Girard. Sigue leyendo
Puede parecer contradictorio, pero uno de los mejores recursos para suscitar el interés en la trama principal de una historia consiste, precisamente, en contar a la vez otras historias. Qué curioso. ¿Por qué sucede esto? Y, sobre todo, ¿cómo se consigue crear ese diseño final de una trama principal sazonada con varias subtramas?
La palabra «dialéctica» tiene en la antigua Grecia en un sentido técnico. El método, en lo esencial, consiste en que alguien defiende la razonabilidad de una afirmación o una postura al tiempo que otro trata de refutar la validez de esa afirmación o de esa postura. El objetivo final sería llegar a conclusiones que validan, invalidan o matizan el planteamiento inicial.
Aristóteles aclara en su Organum que la dialéctica no es un método adecuado para la ciencia (si el agua hierve a 100 grados centígrados o si el hombre es un animal racional no es algo que se discuta, sino algo que se muestra o se demuestra). Sin embargo, la dialéctica es el método válido para discutir sobre los asuntos humanos: si una interpretación de los hechos (en un caso judicial) es más razonable que otra, o si la aprobación de una determinada ley será conveniente o inconveniente para el conjunto de la ciudad. También subraya Aristóteles que la dialéctica exige cierta actitud y aptitud entre las partes.
Me he empachado de tanta delicada ternura, de tanta alma bella que exhibe su pureza en Twitter, de tanta patraña dulce y buenista, que he decidido hacerle la guerra a este mundo de arcoíris y vegetales. No sé qué fue lo que colmó el vaso. No sé si fue la absurda y lacrimógena conversación (de la que fui testigo) sobre la muerte de un perrito, no sé si fue un cartel donde aparecía un personaje de la Matanza de Texas con una cabeza sangrienta de vaca y una metralla de frases: “¡Eres cómplice! De la tortura, secuestro y maltrato sádico de seres vivos. Liberación animal YA! Acción Vegana”. O acaso ver a tanta gente dispuesta a rasgarse las vestiduras todos los días de su vida, e imaginarme al señor Amancio Ortega frotándose enérgicamente las manos mientras despacha camiones a reemplazar tejidos rotos. La cuestión es que aquí estoy, en bata sudada, escribiendo la primera de una serie de nauseabundas crónicas sobre este mundo light y bondadoso, que debe cerrar los párpados cada vez que algo desagradable –como mi cuerpo grasiento –se presenta a su vista. Ahí va. Sigue leyendo
Escupitajo sin remordimiento alguno a los que se atreven a especializarse en una materia de las periferias del conocimiento humano y se empeñan en hacernos partícipes de ello
Recientemente, un buen amigo de la universidad acaba de presentar su tesis doctoral.
Le recibimos con vítores comedidos y elogios reservados el grupúsculo de comadrejas intelectuales con los que el futuro doctor se junta de vez en cuando. Manos blandas. Palmadas sin el cariño esperado. Por dentro nos regurgitaba la pregunta.
La ambición de los agentes antidemocráticos en el cine de superhéroes es oceánica. La lucha por proteger la democracia de los ataques del totalitarismo(ver artículo anterior) es una empresa que requiere plena dedicación por parte del superhéroe. Se da la circunstancia de que no es el FBI, ni las fuerzas del orden, ni el ejército quienes tienen los mecanismos definitivos para luchar contra los supervillanos; no así el superhéroe.
La lucha contra criminales y supervillanos detrás de una máscara conlleva circunstancias incómodas: Sigue leyendo
Espinosa Martínez acaba de publicar en Democresía una erudita arenga contra ese desagradable insecto volador llamado mosca. Al terminar de leer sus seductoras palabras, confieso que corrí a abrir las ventanas de casa, con la intención de atrapar una de esas malditas y poder pasar la tarde torturándola, quitándole las alas para dejarla confundida en un hormiguero. Esos ojos rojos desorbitados, el cuerpo gordo y las patas pequeñas, insecto desproporcionado, escándalo de Apolo. “Comemierda, regocijo infinito, espejo vivo” ¡Ajá! Espejo vivo. Walter White luchando por borrar todo vestigio de culpa.
España aún persigue su quimera, la independencia de los medios, y ayer sobrevivió una vez más a las miradas furtivas.
Los periódicos protestan por el reciente ataque de Pablo al derecho a la información; un discurso en la UCM ante alumnos de Filosofía que reían sus gracias, representando con algo de jira la realidad editorial. Eso de que el jefe del periódico manda sobre el redactor y de que el pez gordo manda sobre el jefe, y que entrambos son capaces de alterar noticias y hasta mentir dolosamente si les conviene. Ha sido poco elegante, pero ayer llevaba en la punta de la lengua el blasón de los profetas. Sigue leyendo
En este artículo no van a encontrar ningún posicionamiento ideológico, ninguna declaración del gurú de turno salido de la think tank de la factoria aznariana. Tampoco un discurso nacionalista, histórico ni salves al orgullo patrio (alguno por ahí arriba cree nos morimos de ganas de volver a la cota de malla y a las ballestas para reconquistar sus ideas).
Estas líneas son una reflexión en voz bajita sobre los millones de personas que en esa comunidad autónoma han asistido progresivamente, desde el parto democrático, a una estafa piramidal de sus derechos de ser representados y gobernados por la responsabilidad y la virtud moral, máxima escondida en los cajones más mohosos del ejercicio de la política.
El catalán ha visto atónito como sus expectativas de futuro y de estabilidad, principio básico de los estados modernos actuales, corría con travesura en un juego de vasos que han pilotado tipos más pillos que el mejor de los trileros gaditanos en tiempos de “La Pepa”. Sigue leyendo
Al principio todo va bien, los trabajadores se unen en función de sus intereses y los dos grupos mayoritarios se van alternando el poder. Los hijos de los trabajadores se educan en las escuelas y todos reciben asistencia sanitaria gratuita.
Pronto, las dos agrupaciones se van acomodando en el poder. Aceptan sobornos, roban el dinero de la empresa, despilfarran los recursos y recortan las partidas destinadas a sanidad y educación.
Los empleados empiezan a enfadarse. Cada vez viven peor, sus sueldos son más bajos, los precios más altos y la corrupción es escandalosa. Un buen día, uno de ellos alza la voz y denuncia los desmanes de los gobernantes. Pero no para ahí. Dice también que la culpa es de las normas que la dueña de la empresa estableció en su día. Por ellas, dice, se ha llegado a esa situación. Ergo la culpa es de ella. De la democracia. Sigue leyendo
Nos hemos acostumbrado ya a que los telediarios abran con noticias sobre corrupción, detenciones, irregularidades, contratos un tanto sospechosos y adjudicaciones
Este artículo contiene gran cantidad de revelaciones argumentales de la cinta Avengers: Infinity War (Anthony Russo y Joe Russo, 2018).
En él me contento con mencionar algunos aspectos cinematográficos que me han llamado la atención; no busco elaborar la summa definitiva acerca de la película.
Sólo pretendo compartir reflexiones misceláneas sobre los aspectos hermosos (bueno, algunos muy hermosos no son) que he descubierto en este filme.
La importancia del morado
Es más morado que violeta, ¿no? ¿O es lila? Me refiero a la epidermis de Thanos. El morado, ese color tan difícil, pero que ha sido tan bien utilizado por algunos, como el departamento de arte de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013) que vinculó este color a Marie Schrader. Lo violetacio tiene una gran importancia narrativa en Avengers: Infinity War. Vean.
El color morado está particularmente bien integrado en las secuencias espaciales. La fotografía de Avengers: Infinity War, en esas secuencias en las que los personajes rondan cerca de alguna cristalera de una nave espacial en plena travesía, consigue que resulte igual de creíble una iluminación espacial blanca pura que una morada/violeta intensa. Miren estos dos fragmentos de fotograma:
No en pocas ocasiones la fotografía de la cinta prefiere la opción lila y opino que, por lo general, escoge la moradez con una intención narrativa muy concreta: la anticipación de la desgracias, la preparación de la pena capital, el anuncio del desastre.
Thanos es el titán de la muerte y su color es el morado. Por este motivo, no sería extraño encontrar un cierto vínculo entre el morado y la muerte. Desde el comienzo, en la secuencia en la que Thanos y los suyos exterminan prácticamente todo signo de vida en la nave asgardiana, se marca una tendencia: cuando en el espacio la luz morada se posa sobre los personajes o sobre su entorno: o bien identifica al responsable último de la muerte que ha alcanzado a esos personajes (Thanos) o bien anuncia que más adelante les sobrevendrá la muerte (y que Thanos será su causa eficiente). Véase, por ejemplo, la exageración de la luz morada en la conversación entre Peter Quill y Gamora (un poco más arriba). Ambos -en diversos momentos- serán inmolados por Thanos.
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Este color marca su propio camino narrativo en la historia. No en vano la primera gema del guante(lete) de Thanos es de color morado y, por si con lo dicho hasta ahora no quedaba claro, el titán lila parece utilizar precisamente esta gema, la del poder, que es de color morado, para torturar a Thor (hasta la muerte, si fuera necesario). Incluso las llamas que destruyen la nave del pueblo asgardiano son moradas (y en botella).
Fíjense en la siguiente secuencia y valoren por ustedes mismos si la narrativa del morado en Avengers: Infinity War no es el relato de la muerte, su anuncio o su escenario. Es más, pareciera que esta muerte de Gamora sintetizase lo esencial de la gran masacre final de Thanos: las muertes de unos garantizan que otros vivan.
Se trata de la enésima mutación de la muerte sacrificial que busca que los que permanecen con vida vivan en paz a costa de los chivos expiatorios disponibles. Esta gran muerte a escala galáctica que pone en marcha Thanos nos recuerda a otros planes como el de Ozymandias en Watchmen (Zack Snyder, 2009): matar a millones de personas para garantizar que la guerra no acabe con más personas. Es la cosificación del otro, su reducción a ofrenda para obtener la paz social. Por si esta reminiscencia al sistema sacrificial arcaico todavía resulta borrosa para algunos, recomiendo prestar atención al lugar del sacrificio en el fragmento anterior: un altar antiguo tan exagerado como magnífico.
Seguramente,el personaje más luminoso de todos (en cierto sentido) sea Thanos. Su pretensión, reconocida como villana, no está muy lejos de lo que muchos organismos internacionales buscan: controlar la población mundial por medio todo tipo de estrategias demográficas. Thanos y nuestros dirigentes comparten una supuesta buena intención: hacer la vida de las personas mejor (y si para ello hay que jubilar de la existencia a muchos congéneres, pues, oyes, se hace y punto). En el caso de Thanos toda la operación es tan clara que no existe ambigüedad moral en su calificación; no así en lo referente a los ideólogos a los que tanto les pirra la “gestión” de la sociedad por medio de todo tipo de mecanismos de control de la fertilidad o incluso de la eliminación directa de seres humanos, especialmente los más desprotegidos.
Estoy totalmente convencido de que este paralelismo que descubro no está buscado por los creadores de la cinta (aunque algunas declaraciones de los creadores pueden dar a entender todo lo contrario) pero, claro, cuando el escritor profundiza en la lógica de su mundo ficcional termina pronunciando palabras muy significativas para el (mundo) nuestro.
La preguntita por los vínculos fuertes del superpoderoso
Tras mucho altibajo en su relación, Tony Stark/Iron Man y Pepper Pots por fin “vuelven” y hasta parece que están dispuestos a criar hijos. El proyecto familiar promete. Evidentemente, este gran cambio de rumbo en la relación de los tortolitos sólo aparece en pantalla para ser destruido minutos después y, de esta manera, perpetuar: a) el paradigma de la soledad crónica del superhéroe; b) y la maldición de las promesas que nunca se pueden cumplir (de eso que no falte). Además, si la promesa puede prometer, a su vez, otra promesa (es decir, ser una promesa de una promesa) mejor. Cuando la promesa es un recurso retórico y no se formula con al intención honesta de responder a su ser, entonces, la relación entre los implicados se ve dañada forzosamente. Ya ven que en el primer tráiler de la continuación de esta película Stark -que gira sobre su propio eje en una galaxia muy lejana- le manda un audio de guasap a su amada declarando una serie de sensiblerías que no se cree nadie.
Una de las virtudes de la película es la función ordenadora de Thanos: al señorito Stark, ese megalómano tan necesitado de realidad, le pone en su sitio en un santiamén. La muerte nos ayuda a situarnos ante la existencia, la de verdad, no la que nos hemos fabricado. La obra de Stark, el constructor, no resiste la prueba del algodón, es decir, el reto del pendenciero galáctico. El siguiente vídeo reúne los fragmentos de la batalla entre ambos, diseminada en varias secuencias que llegan hasta el comienzo del último acto. Moraito deja suave al buen Tony.
Si mal no recuerdo, las secuencias que muestran las muertes por espolvoreo (al Odin style en Thor: Ragnarok, Taiki Waititi, 2017) tras el chasquido de dedos de Thanos no dan noticia de la muerte de Pepper. Ahí lo dejo, para pensar.
El debate sobre la calidad de la película
Algunos la consideran una de las mejores películas del cine de superhéroes. Otros, como Jordi Costa, son más moderados y sencillamente se congratulan. Algunos, por el contrario, consideran que la cinta de los Russo es tan aburrida como “chupar un clavo”.
Personalmente, creo que si nos atenemos a cuestiones puramente cinematográficas (imagino que si se trata de juzgar una película, este criterio debiera ser el primero y el más relevante) filmes como Unbreakable (M. Nigt Shyamalan, 2000), The Incredibles (Brad Bird, 2004), The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), Chronicle (Josh Trank, 2012), X-Men (Bryan Singer, 2000) o Logan (James Mangold, 2017), sólo por dar algunos ejemplos, globalmente son superiores al relato que nos ocupa.
Avengers: Infinity War está repleta de errores cinematográficos que hacen que la factura de la película descienda; véanse, por ejemplo: el fallo de rácord en la posición de Tony Stark/Iron Man durante el primer acto, cuando se apoya en una antigüedad alojada en el magnífico recibidor de la mansión de Stephen Strange/Dr. Extraño; de nuevo en esta secuencia, cuando Bruce Banner/Hulk comienza a hablar con Stark sobre Steve Rogers/Capitán América existe otro error de rácord de posición en algunos contra planos que retratan la conversación entre estos dos superhéroes; en la primera secuencia, el CGI del estrangulamiento de Loki a manos del Sr. Lila no está terminado. La lista es larga. Fíjense que aquí sólo he hablado de cuestiones visuales y de realización que están localizadas en el primer acto (si bien es cierto que seguramente este tramo de la narración sea especialmente crítico en el aspecto que trato).
En esta película el trigo se mezcla con la cizaña de manera formidable. Sin abandonar ese momento del primer acto en los dominios del Dr. Extraño, encontramos que después de una realización accidentada de la conversación a cuatro en la mansión del hechicero, por el contrario, la manera de mostrar el descubrimiento visual de los villanos en el exterior es muy interesante (desde que sienten que algo no va bien, para ser más exactos).
A modo de complemento sobre este asunto que comento, creo que, fundamentalmente, el siguiente vídeo dice verdad:
Habitualmente las historias reclaman la “suspensión voluntaria de la incredulidad”. Esta disposición es invocada por el mundo ficcional, pero, para que dicha concesión del lector se mantenga, el relato debe ser coherente y la acción de los personajes ha de respetar lo posible, lo verosímil.
En el caso de Avengers: Infinity War existen demasiadas renuncias a la verosimilitud narrativa en favor del espectáculo, el fanservice, las sorpresas y el lucimiento de Moradín. Dicho de otra forma: la inconsistencia narrativa del filme no la toleraríamos prácticamente en ninguna otra película, pero aquí lo perdonamos porque nos han hecho el favor de gastar millones de dólares en juntar a la mayor parte de nuestros personajes favoritos en una gran historia coral con final devastador. No quiero ser tiquismiquis, pero el pesado fardo del delirio narrativo en el conflicto entre Iron Man y Capitán América en Captain America: Civil War (Anthony Russo y Joe Russo, 2016) no ayuda a elevar el nivel de verosimilitud del relato.
En este sentido, creo que no es demérito alguno para el espectáculo visual y afectivo que propone la película el reconocerle un valor de entretenimiento poéticamente defectuoso pero industrialmente satisfactorio. Lo que ofrece no es una buena historia, sino otra cosa; y eso no tiene por qué perturbar a ningún “fan” siempre que detectemos que esto que tenemos delante es un subproducto y que, como tal, funciona bien.
Sobre la psicología de los personajes
Si el desorden y la arbitrariedad con los que hasta el momento he ido aspergiéndoles la información no les ha desconcertado lo suficiente, aquí va otro apartado bastante heterogéneo. En cierto sentido creo que el caos de mi texto es adecuado e, incluso, proporcional a la película que comenta.
Aunque es digno de celebración que el bueno de Thor haya vuelto ligeramente a ser ese dios nórdico solemne, lo cierto es que es difícil no recordar el episodio alocado de Taiki Waititi. No creo que el dios del Trueno limpie con facilidad esa mancha, ese error de rácord psicológico. No obstante, pienso que el trabajo con Thor en esta película merece un reconocimiento en cuanto a lo que a la reconstrucción de su dignidad se refiere.
En este vídeo se muestran los últimos momentos de Thor: Ragnarok y los primeros de la última entrega de los Vengadores. Fíjense en el contraste.
Por otro lado, sea o no un guiño, es agradable contemplar a Peter Parker/Spider-Man, a Stephen Strange/Dr. Extraño y a Tony Stark/Iron Man encerrados en la misma nave en alta mar espacial. No olvidemos que la adaptación cinematográfica del grave y apesadumbrado personaje de cómic Iron Man fue llevada a cabo a imagen y semejanza de la psicología de Spider-Man, ese lenguaraz y escéptico enmascarado lleno de ingenio verbal. Por otro lado, esa misma fórmula fue repetida en la transcripción del personaje del hechicero al celuloide. Si las secuencias que comparte la Terna Cínica no es un homenaje consciente a esta herencia arácnida, podrían ejercer como tal perfectamente.
Hablemos ahora de Ebony Maw, este sujeto de frente generosa.
De nuevo, al personaje más siniestro de todos, que no es Thanos, sino su lacayo ultrapoderoso, le dotan de una suerte de verborrea y ademanes profético-sacerdotales (siempre según ciertas imágenes estereotipadas). Este personaje entronca con tantos y tantos secundarios que nos recuerdan la extrañeza con la que el hombre de nuestros días observa a aquellos que se tienen por siervos de un ser superior. A excepción del cirujano metido a vidente, los personajes más místicos y espirituales de la película son presentados como auténticos dementes aparentemente serenos. Pienso que este dato es significativo y debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar el papel de lo trascendente en el universo cinematográfico de Marvel.
La fábula más valiosa
De entre todas las fábulas que contiene la película de superhéroes más taquillera de la historia, posiblemente la más valiosa sea la que verán aproximadamente en el minuto 1:52 del siguiente vídeo. Pienso que la importancia del momento narrativo en el que se encuentra (un amago de clímax que podría suponer una suerte de punto medio, quizá demasiado débil para merecer ésta última denominación) es un buen argumento para señalar esta secuencia como una de las grandes fábulas, o la mejor, de la cinta.
Me parece que, para apreciar bien la construcción de la fabula hay que discriminar entre Peter Quill/Star-Lord y el resto del supergrupo. Sus compañeros muestran una implicación bastante física en la inmovilización del violento violeta, mientras que Star-Lord contribuye con la activación de algunos cacharros lanzados a distancias prudenciales y, realmente, se acerca a Thanos cuando éste ya se encuentra a su merced. Los otros superpoderosos han hecho el trabajo difícil, él sólo debe contribuir a extraer el guante de la mano del villano. Precisamente el que menos debe aportar en el momento fatal es el menos autorizado para salirse del guion… y lo hace.
Esta conexión entre la ociosidad (entiéndase bien el término, que no es total, sino relativo y referido al contraste momentáneo) y la equivocación me resulta de lo más sugerente. Quizá no buscaron esta imagen, pero el cuadro final presenta a los superhéroes absolutamente implicados en una tarea que reclama todas sus fuerzas mientras que Peter Quill se permite el lujo de acercarse chulescamente a Don Bribón y poner sobre la mesa un asunto que no corresponde. Esta desconexión de Quill con respecto a la realidad (de la muerte, es decir, de Thanos) habla de un desorden afectivo que tendrán repercusiones cósmicas.
¿Sólo el titán presenta deficiencias cognitivas y volitivas en este momento? ¿No existe un cierto paralelismo entre Thanos, que ha perdido el control sobre sus movimientos porque Mantis ha “entrado” en su mente, y el alfeñique de Peter Quill, que también ha perdido el control porque su mente está nublada por la pérdida de Gamora?
La moraleja está clara: quién se deja llevar por la pasión de la irá acaba siendo consumido por ella. No sin motivo, Star-Lord termina desintegrado al final de la película (síííí, sé que una mala conducta no es el motivo para ser espolvoreado, lo séééé). La victoria estaba más cerca que nunca, pero la respuesta irracional del joven contribuye a que los protagonistas vuelvan a una posición de inferioridad con respecto a Thanos. A partir de aquí no habrá nada que hacer. Es posible que en este punto exagere (más que en el resto) pero detecto en esta torpeza concreta de Peter Quill algo así como un (quizá “el”) punto de referencia para comprender el verdadero motivo de la victoria del plan de Thanos.
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En Match Point,Woody Allen desarrolla con maestría una secuencia clave dentro de su filmografía.
Ocurre después de que un desesperado Chris Wilton, al ver que su estatus de vida pende de una bola de mentiras insostenible, decida dar matarile a su amante, al bebé que hay en sus entrañas y a la vieja que, cosas de la caprichosa rueda de la fortuna, tenía que morir para servirle de coartada. Sigue leyendo
El comportamiento autómata en la sociedad no es un fenómeno en absoluto contemporáneo. De todas las épocas emana una sociedad purista y bienpensante cuyos postulados ideológicos y doctrinas, son impuestos sobre el colectivo general blandiendo como única razón una supremacía moral e ideológica arraigada en los más profundos convencimientos adquiridos a través de la norma, la ignorancia y la costumbre.
Los totalitarismos ideológicos y espirituales, son intrínsecos a la condición humana en su forma más visceral, ya que unificar el pensamiento en una doctrina que aniquile la capacidad individual de discernimiento es la herramienta de conducción más antigua forjada por la mente. Sigue leyendo
Vivimos en una sociedad que ha desterrado la necesaria posibilidad de estar equivocado, de errar y de, por qué no, aceptar la probabilidad del fracaso en aquello que se comienza. Todo se nos debe ofrecer y todo ha de ser conseguido sin asomarnos a la posibilidad de lo contrario, pues se nos ha inoculado de manera incesante el axioma que obliga a la vida a hacernos perennemente felices por la única razón de creernos merecedores de ello.
De un tiempo a esta parte, el discurso político-social se ha radicalizado, y no sólo en estas vertientes, sino que lo ha hecho en cualquier lugar donde la sociedad haya colocado su imperfecta presencia. Hemos elevado nuestras causas a los altares de las verdades irrefutables que no pueden, bajo ningún concepto, dar espacio a lo contrario. Sigue leyendo