Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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La enseñanza política de Spinoza o qué diantres pasa con Cataluña

En Cultura política por

 

No creo que esté de más, en estos momentos en que seguimos inmersos en el desafío de los independentistas catalanes, volver la vista atrás y recuperar los argumentos vertidos por Spinoza en el capítulo XX de su celebérrimo Tratado teológico-político (1670). Dicho capítulo se titula “Se demuestra que en un Estado libre está permitido que cada uno piense lo que quiera y diga lo que piensa” y puede considerarse una de las exposiciones más lúcidas, elegantes, persuasivas y sucintas de lo que es e implica un Estado de derecho. Sobre esta entidad política, tenemos actualmente una idea bastante confusa que, creo, está siendo utilizada con descarado oportunismo por los independentistas para arrimar el ascua a su sardina. Estos no se cansan de repetir que la acción judicial emprendida contra ellos es una persecución ideológica y atenta contra su libertad de expresión, contraviniendo la cláusula fundamental de una democracia que se pregona como pluralista y liberal. Es decir, que tal acción judicial, y la línea política y gubernamental que supuestamente la ampara y dirige, demostrarían que España no es un Estado de derecho porque los poderes no están efectivamente divididos, y las opiniones políticas de una parte de la población no se encuentran protegidas y son perseguidas.

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Rajoy y Soraya no resuelven el puzzle de Cataluña

En Viñetas por

Todavía no se sabe quién ni cuándo será el nuevo presidente de la Generalidad de Cataluña. Puigdemont sigue de Erasmus en Bruselas y el presidente del Parlament, Roger Torrent, sigue apostando por él como candidato a la presidencia. Mientras tanto, el gobierno de Mariano Rajoy sigue acudiendo a la ley para evitar una investidura orwelliana y delegando en la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Viñeta de Don Cástulo. Más en su blog personal.

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Independencia supersónica de Cataluña

En Viñetas por
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    Decisión firme, pero...
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En un par minutos pueden ocurrir muchas cosas.  Por ejemplo. Proclamar la independencia de un territorio y suspender dicha jugada antes de que los entusiastas bajen los brazos de júbilo. En fin. Lo propio cuando se juega al gobierno de ínsulas y reinos por mentes excesivamente calenturientas.

Viñeta publicada originalmente en Don Castulo Daily Online y reproducida con permiso del autor.

 

Ante el vértigo y manipulación en Cataluña; Democresía y encuentro

En Cataluña/España por

Todos estaremos de acuerdo en que lo que ha ocurrido en Cataluña durante la jornada de ayer y lo que cabe esperar en los próximos días es, desde cualquier punto de vista, descorazonador.  Por los heridos y por los atropellos a la democracia. Urnas tiradas por el suelo, votos arrojados como si fueran colillas, activismo político con niños en los colegios, policía viéndose forzada al uso de la fuerza y aplicándola con una contundencia sobrecogedora…

 

 

Parece más necesario que nunca, que de igual manera que la clase política tiene la obligación moral de promover un diálogo escenificado y con los puntos a tratar extraordinariamente claros entre las partes de una misma nación, los ciudadanos deben asumir la corresponsabilidad  de construir un nuevo marco de convivencia cuando las relaciones están dañadas. Sigue leyendo

ESPECIAL Crisis en Cataluña

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Cuesta encontrar en la historia artefactos ideológicos como el independentismo catalán. Un artefacto que predica la unión entre dos extremos contrarios, la independencia y el hedonismo, esto es, la exigencia moral de la libertad antigua, que permea las luchas contra Estados opresores, y el ejercicio poco ejemplar, pero placentero, de la libertad moderna, inherente a una sociedad ajena a las pasiones políticas.

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A muchos votantes les suele gustar ver a los políticos fuera de su quehacer diario y descubrir que hacen cosas “como uno más”.  Entiendo la gracia, pero si cogiese un mismo ejemplo de un personaje de la cultura como puede ser Vargas Llosa esquiando o dándose piquitos con Isabel Preysler, pues, francamente, mi primer juicio de dicho reportaje sería que estoy ante una tontuna irrelevante.

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Yo soy de esos románticos que besan las prendas de su amada cuando su olor les recuerda a ella. Se me olvida que las cosas son materia. La última fue una bufanda que se dejó, la muy friolera, en este mes de octubre que de tan cálido se ha llevado hasta las ganas de llorar. Desprendía su perfume y no pude evitar la tentación; besé un puñetero trapo.

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Qué bien nos iría a todos y a todas si los independentistas considerasen que todos y todas los animales y las animalas humanos y no humanos, humanas y no humanas somos iguales y compartimos una misma dignidad natural… Ciertamente, pensé, mientras un gato tuerto y patizambo me observaba agazapado entre las sombras, prefiero esta “¡li-be-ra-ción a-ni-mal!” que pone el foco en las bestias a esa otra liberación animal.

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No puede sonar igual cuando quien pronuncia esta frase forma parte de una agrupación política que no condena el terrorismo, que cada vez que les ponen un micrófono delante todo lo que se escucha es una mezcolanza de comunismo rancio y dialéctica tumefacta. Alguien que tiene de su lado una guerrilla que, además de cuenta de Twitter, también va equipada con mochila violenta a manifestaciones o a lo que se preste.

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No sigamos hablando de hacia dónde nos llevan los políticos, porque la vida en las calles es de los ciudadanos. Y somos nosotros quienes decidimos si llega la sangre al río, si paramos de una vez por todas a las masas obtusas. Ojalá pusiéramos pause, hiciéramos por unos momentos examen de conciencia y nos diésemos cuenta de la responsabilidad que hemos tenido en la diseminación del odio.

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Nací, como otros hombres, en un trozo de tierra que amo porque allí jugué de niño, allí me enamoré y platiqué con mis amigos en noches celestiales. Y ahora me siento perplejo. ¿Por qué deberían ser una nimiedad esos jardincitos en los que declaramos nuestro amor o esas calles de las que sacamos a nuestros muertos? ¿Por qué tendrían que ser un absurdo? 

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Algunos piensan que existe subsidiariedad por el simple hecho de que ciertos gastos se deciden a nivel regional. Pero la verdadera subsidiariedad solo se daría si las personas y familias fueran capaces de tomar las decisiones últimas respecto de asuntos como, por ejemplo, la educación de sus hijos.

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Quizás, el aprendizaje que nos quede por delante sea el de llegar a entender al fin, tras cuarenta años de convivencia en libertad, que la democracia, en primera instancia, no es una oportunidad, sino un límite sin el cual toda oportunidad corre el riesgo de derivar en desmesura, terror y tiranía. Incluidas las oportunidadessentidas como más legítimas, puras e indiscutibles.

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Los acontecimientos de los últimos días dan cuenta de que el famoso procés el tono de un movimiento revolucionario. En Cataluña se han dado cita dos fenómenos sociales que dan cuenta de una sociedad que –como muchas otras en todo el Occidente– sufre los espamos de una infantilización que se aprecia de manera dramática tanto en sus odios como en sus amores, y que en su pataleta amenaza con tirar abajo la civilización occidental.

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 En Cataluña hay mucho Pancho Sánchez, como diría Julian Assange, que sueña con una utopía catalana y no está mal soñar con utopías. Oscar Wilde ya dijo que un mapa donde no apareciera señalado la utopía no merecía ser mirado. Las utopías nos mueven hacia lugares, normas y comportamientos mejores, pero cuidado con tomar muy en serio nuestros delirios.

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Los chavales no piden más, vana encontrar algo de conocimiento, reírse, comentar sobre el partido de liga del pasado fin de semana, quizás echarle una miradita a alguna chica y largarse. Sin embargo, los niños en Cataluña se encuentran con algo muy distinto (chicos, chicas, mayores y pequeños).  Este lunes, a primera hora y delante de toda la clase, un profesor de Sant Andreu de la Barca espetó a un niño, hijo de Guardia Civil: “estarás contento con lo que hizo tu padre ayer”.

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Frente al ruido y rumorología, nuestra labor es la formación y el actuar ético. Corresponde al que opina saber utilizar categorías que se salgan de la composición de lo que es un hecho noticiable en la era del “Little rocket man”, del twitteo compulsivo sin filtro consciente. Hay que hacer una reflexión desde el plano de las ideas, conceptos y estructuras mentales que se han desarrollado hasta el 1 de Octubre.

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Los procesos segregacionistas derivados de postulados nacionalistas son por lo general, propuestas revolucionarias camufladas en falsas democracias para que las clases acomodadas y burguesas, previo adoctrinamiento y agitación de una parte de la sociedad, se hagan con el control total de las instituciones de un territorio administrativo (económicas, mediáticas, legislativas etc.) y así asegurarse un poder incontestable.

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Ya no existen vías -al menos las lógicas y presumibles para hacer siquiera un amago de actividad democrática- para que el Referéndum pueda llevarse a cabo. ¿Qué recuento se va a llevar a cabo sin disposición de medios físicos para ello? ¿Cómo van a ser estas nuevas papeletas y quién las va a financiar o imprimir si no es un organismo privado que per se, por su propia naturaleza, perdería toda legitimidad de ser una cuestión común?

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Ocurre como sucedió con ETA, que logró colar, entre otras, la expresión “impuesto revolucionario” para referirse a la extorsión y al chantaje a que sometió a empresarios, etc. (...) Pues en el caso de Cataluña los partidarios de la separación política han logrado, repito, que las palabras que más se utilicen...

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Es necesario cambiar la dialéctica de ‘ellos contra nosotros’, y regresar al básico ‘tú y yo’, al pensamiento dialógico. Cambiar las trincheras por un lugar de encuentro, no sólo entre políticos y entre Gobierno y Generalitat, sino dentro la propia sociedad. Repito, probablemente es ya demasiado tarde

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En el fondo de esta reivindicación, lo que reside es un concepto de soberanía que necesita ser analizado para que entendamos porque, mientras unos dicen que “democracia es votar” otros digan que lo que está ocurriendo en Cataluña es una aberración que conduce casi inevitablemente al fin de la democracia.

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Ante la falta de shem, de una palabra que revele algo de verdad en todo este batiburrillo, los zarandeadores del régimen independentista han apostado por otros sucedáneos, metiendo a bulto palabras como “¡Mierda! ¡Fascista!” en el golem catalán. (...) Cada día que pasa sin revisar las bases de este desafío dialéctico, se están apuntalando las murallas  del fraccionamiento social de una sociedad que ya se ha dividido en demasía.

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El manido tema catalán ha puesto sobre la mesa, en los términos de todo o nada, una elección al pie del abismo entre una Cataluña unida a España, luego diversa, plural y tolerante, y una Cataluña separada de España, luego lingüística y culturalmente homogénea, liberticida e intolerante.

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Cataluña y España: regreso al tú y el yo

En Cataluña/España por

Hay ocasiones en que la verdad llama a la puerta. Abrimos airados y replicamos: “¡Largo de aquí! Estoy buscando la verdad”. Esta reflexión aparece en ‘El zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta’ de Robert Pirsing. Un libro extremadamente popular en los 70.

La verdad lleva años llamando a la puerta del Gobierno central, pero este ha preferido darle con el picaporte en las narices. Esa verdad es un nacionalismo catalán que año tras año ha crecido de manera rampante. ¿A cambio de qué? De unos votos para esto, de un apoyo para aquello. Sigue leyendo

Por qué el procés en Cataluña no es democrático

En Cataluña/Cultura política por

Los sucesos de los últimos días en Cataluña tienen el aroma de un destino trágico. La persistencia de mis paisanos en avanzar hacia el abismo –creo sinceramente que lo es– nos deja al resto de catalanes con la sospecha de que algún dios se ha conjurado contra nosotros y de que la caída en las garras de las más ocultas fuerzas de la historia fue anunciada mucho antes de que empezara la obra, antes de que se pudiera hacer nada para evitarlo.

Acentúa su carácter trágico la dificultad para encontrar en todo ello culpables en el sentido más grave del término. No dudo ni por un momento de que, salvando un puñado de actores interesados a quienes sí es atribuible responsabilidad grave, la inmensa mayoría de quienes abogan por la ruptura con España a costa de la ruptura de la ley –entre ellos amigos y personas cercanas a mí– lo hacen en nombre del bien y de la democracia, sin saber que las fuerzas que están dispuestos a liberar no traerán ni lo uno ni lo otro. Sigue leyendo

Cataluña imposible

En Cataluña/España por

Hay que reconocer que ERC estuvo elegante al echarse a un lado para permitir que el Berlusconi catalán (el último cadáver de moda en Europa) liderase un proyecto que creía más importante que sus propias aspiraciones de Gobierno o el afán de protagonizar la “historia”. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que la oposición de CiU (hoy quebrada) a presentar listas separadas con un mismo programa para el 27 se debía en buena parte a la estrategia de enmascarar el desplome de Mas bajo la pujanza de la izquierda encabezada por Junqueras.

Si bien la debacle electoral de la derecha catalanista era más que previsible, ERC le concedió al “molt honorable” el beneficio de la duda para no lastrar el “proces” con el juego de las sillas propio del politiqueo más tradicional.

De este modo, CDC (ya separada de Unió) se evitó el mal trago de tener que reconocer que buena parte de los 62 escaños de JxSí pertenecen realmente a ERC, tal como se comprobó en las pasadas elecciones generales del 20D, a las que concurrieron en listas separadas. Sigue leyendo

Órdago a la chica en Cataluña

En Cataluña/España por

“Jugador de chica, perdedor de mus”, dicen quienes conocen los entresijos de este juego que hay que dominar para poder fanfarronear en cualquier bar castellano que se precie. Lamento decir que no me cuento entre ellos.

El caso es que lo vivido ayer en Cataluña, una declaración de independencia en diferido, con toda su pomposidad y su épica no es sino la única opción que permiten los resultados de las pasadas elecciones catalanas. Eso, o tirar la toalla e irse cada uno a su casa.

Si hubieran tenido “pantalones” o, en realidad, si el movimiento independentista contara con la legitimidad que de cara al público pretende para sí —si fuera capaz de movilizar realmente al “pueblo catalán” (ese sujeto indeterminado)– es difícil pensar que la cámara autonómica hubiera apostado por seguir “pinchando” al Estado para tratar de forzar una reacción con la que poder seguir jugando a la víctima ante el resto del mundo. Sigue leyendo

Cataluña: nacionalidad, independencia y Ley

En Cataluña/Elecciones 27S/España por

Parece que el presidente Rajoy no tiene nada claro qué pasaría con la nacionalidad de los catalanes si finalmente ocurriera una hipotética independencia, como ha quedado patente en su entrevista con el periodista Carlos Alsina en Onda Cero.

[pueden escucharla íntegra en Onda Cero ]

Pues bien, nosotros vamos a explicar qué pasaría con la nacionalidad de los catalanes en el muy improbable caso de que Cataluña consiguiera declararse y mantenerse independiente –muy improbable pues, recordemos, es inconstitucional y antidemocrático y solo podría llegar a ocurrir si una amplia mayoría los españoles respaldase una reforma agravada de la constitución (con su artículo 168) que lo permitiera (a día de hoy inconcebible) o si por cobardía se diera la combinación de que el gobierno se negase a aplicar el artículo 155 de la Constitución, nuestras fuerzas armadas se negasen a aplicar el 8.1 y el conjunto de los españoles se negasen a cumplir el deber recogido en el artículo 30.1, dejando por los suelos nuestro Estado de Derecho, y en papel mojado nuestra Constitución–.

Pero pongámonos en la ficticia situación de que esto llegara a ocurrir. ¿Perderían los catalanes la nacionalidad española o la ciudadanía europea en caso de independencia como planteaba Rajoy? La respuesta es un rotundo NO. Sigue leyendo

Cataluña y la Constitución

En Cataluña/Elecciones 27S/España por

Fuente: Wikimedia
Fuente: Wikimedia

El 6 de diciembre de 1978 se celebró en toda España el Referéndum para la ratificación del Proyecto de Constitución. Los resultados fueron abrumadoramente favorables al sí con un 87,87% de apoyo que en Cataluña fue aún mayor con un 90,46% de los votos, quedando patente un amplísimo respaldo social y político.

Esa Constitución que tanto respaldo recibió en Cataluña fue la que trajo la libertad y la democracia, la que dio al catalán el estatus de lengua cooficial y la que le dio a Cataluña su autonomía, su autogobierno y sus numerosísimas competencias. Gracias a ella hay elecciones democráticas en Cataluña y de ella emanan los poderes de las instituciones catalanas.

Pero en esa Constitución democrática que tanto apoyo tuvo en Cataluña también quedaban meridianamente claros la indisoluble unidad de la nación española, la soberanía del pueblo español, la solidaridad e igualdad territorial y el imperio de la ley. Sigue leyendo

Cataluña: de la independencia al bono basura

En Cataluña/Economía/Elecciones 27S/España por

No les desvelaré nada si les digo que España y la UE se encuentran inmersos en una recesión económica grave y profunda, cuyas causas van mucho más allá –al menos en los países denominados como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España)– de las recesiones cíclicas que, según los economistas, experimentan las economías de vez en cuando, para después volver a la senda del crecimiento económico.

A diferencia del famoso Crack del 29 (la mayor depresión económica que ha conocido el mundo hasta hoy) o de otros periodos de recesión más o menos largos y profundos, la actual recesión económica mundial (debido a la explosión de una burbuja financiera) ha derivado en algunos países (los PIGS, entre ellos) en una crisis de deuda, producida a su vez por un déficit de competitividad que hace a estos países imposible remontar sus cuentas en el mercado global. Sigue leyendo

Faunos, ninfas y trasgos de la Cataluña independiente

En Cataluña/España por

Hacia delante y hacia detrás. Se mire como se mire, la promesa de una Tierra Prometida al oeste del Mediterráneo tiene todos los rasgos de una epopeya de carácter mítico, de una lucha milenaria entre el bien y el mal, entre la opresión y la libertad de un pueblo que, una vez emancipado, tendrá “helado de postre todos los días”. Sigue leyendo

Cataluña 2015: Tres escenarios posibles

En Cataluña/España por

Foto: Pedro Madueño
Foto: Pedro Madueño

Pasó el 9N y, como era de esperar, todo el mundo ha ganado: la ley y la ilegalidad, la democracia y el autoritarismo, la realidad y la imaginación, los hechos y la propaganda. Hay veredictos para todos los gustos. La pregunta que nos ocupa ahora, y que nadie se afana o acierta a responder con claridad es: ¿Y ahora qué?

Es cierto que es poco periodístico hablar de futuribles, pero en esta ocasión permitirán que haga una excepción, realice un pequeño ejercicio de prospectiva y plantee tres hipótesis de lo que puede acontencer en los próximos 14 meses y un poco más allá. Sigue leyendo

Apología del límite

En Antropología filosófica/Filosofía/Pensamiento por
limite dolor muerte

El límite es aquello que define cualquier cosa, convirtiéndola en determinable. Si no lo hubiese, sería imposible comprenderla, como mucho podríamos intuirla pero, en ningún caso, dominarla. Así es lo infinito, lo eterno, el ser, el tiempo, lo omnipotente, la divinidad, la libertad y, antes que todo ello, la existencia humana.

Las preguntas fundamentales nos provocan crisis porque son, al fin y al cabo, indefinibles: ¿Qué es el tiempo? ¿la eternidad? ¿el ser? ¿la libertad? Cualquier fórmula con que uno intente decir de una vez por todas estos conceptos, le deja siempre insatisfecho, testificando así la propia impotencia intelectual.

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En defensa del Parlamentarismo: de los espacios de copertenencia a la representación indirecta

En Cultura política por
Parlamentarismo Cortes de Cádiz Salvador Viniegra

Desde hace algunos años se recurre mucho a la comparación de los acontecimientos de nuestro siglo con los del periodo de Entreguerras del anterior. En términos generales, el populismo de derechas se ha identificado con el fascismo y el de izquierdas con el comunismo, y dentro de nuestras fronteras, se buscan parecidos de políticos conservadores con Franco, se analiza la “podemización” del PSOE a la luz de la “bolchevización” de este partido en los años treinta, o se rastrea la conexión entre Puigdemont y Torra con Macià y Companys. Todo ello en función de la ideología del analista, a veces con acierto y otras con propaganda, y no solamente en la política: gran parte del mundo ha redescubierto la mal llamada “Gripe Española” de 1917 a raíz del Coronavirus, y algunas marcas han resucitado en sus anuncios comerciales el espíritu de los Felices Años Veinte para transmitir optimismo en la venta de sus productos.

Estos análisis son muchas veces derivación del anacronismo, una tentación que siempre acecha al observador del mundo. Pero como escribía Jacques Maritain, “todo error encierra una verdad”. Es decir, todo lo malo o equivocado suele tener un atisbo de bien, indicándonos una tendencia del ser humano que, por la razón que fuere, no se ha desarrollado correctamente. En el caso del pensar anacrónico, nos anuncia que la persona es un animal histórico, y detectarlo a tiempo nos invita a buscar similitudes con el pretérito que hagan de la historia Magistra vitae en lugar de arma política. Con esta intención me gustaría reflexionar sobre un aspecto que me parece de los más característicos de la política actual, y que se presenta al comenzar los años veinte del siglo XXI con unas notas similares –aunque por supuesto, para nada idénticas– a las que eran evidentes en los del XX: la crisis del parlamentarismo. Y lo haré esencialmente de la mano de alguien que lo analizó por aquel entonces, y cuyas reflexiones siempre intento traer a colación por lo perspicaces que fueron: José Ortega y Gasset.

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¿Dónde están los cristianos? Estar en el mundo sin ser del mundo

En Asuntos sociales/Religión por

Durante los últimos meses se ha iniciado un interesante diálogo en medios de comunicación acerca de la presencia cristiana en la sociedad. ¿Dónde están los cristianos?, se preguntaba Diego S. Garrocho en el diario El Mundo. El artículo recibió numerosas réplicas, entre ellas las del filósofo Miguel Ángel Quintana en El Subjetivo, José María Torralba en El Español, Miguel Brugarolas en El Independiente y otras muchas publicaciones. La llamada de atención de Garrocho ponía de relieve la aparente incomparecencia de actores específicamente cristianos en la llamada «batalla cultural». Aquellos que, se supone, representan la fe sobre la que se construyeron Europa y la civilización occidental, ¿qué tienen que decir hoy? ¿Dónde están escondidos? Es más: ¿por qué están escondidos?

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Catalanicidad fecundante

En España por

Una de las peores cosas de esta década de procés es cómo ha contaminado la ética y la estética de la protesta política. Hagan la prueba de sustituir mentalmente por esteladas las banderas españolas de las manifestaciones de algunos barrios madrileños. El paralelismo viene de lejos. (O de todo lo lejos que cabe en este paréntesis que ha detenido el tiempo).

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Jimina y el Rey: crónicas de la imaginación paranoica

En Distopía/Periodismo por

Decía Milan Kundera que las personas entendemos nuestras vidas con la forma de un relato, que imponemos al recuerdo una presentación, un nudo y un desenlace, y que según estos vivimos siguiendo un guión y  una simbología concreta. Son los relatos más que la verdad en crudo los que dan un sentido operativo a la vida. Si ciertamente el hombre es un ser narrativo, antes aun que social, el género de la humanidad en su conjunto debe de ser el satírico; y es que a estas fechas de cuarentena ya cuecen las redes sociales y los pucheros del esperpento están que echan humo.

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Suenan tambores de guerra: a propósito de Azaña y el frentismo español actual

En España por
manuel azaña cataluña

Se nos ha hecho extrañamente familiar abrir (la ventana de) un periódico y encontrar análisis de la situación política nacional en clave guerracivilista. Como en el famoso epigrama de Ángel González, parece ya una perogrullada decir que la historia, como la morcilla, se hace con sangre y se repite. Ya saben, España es una herida sin cicatrizar y todo eso.

Queramos o no, basta dar una opinión sobre cualquier tema nimio para vernos emplazados en uno de los frentes de un gran conflicto que, al parecer, hará añicos el país. Los políticos, versados en las creencias del pueblo al que gobiernan, con una mano hacen desaparecer problemas acuciantes de nuestra realidad material y con la otra sacan conejos simbólicos que nos dividen en los hunos y los hotros. Al invocar la historia y hacerla pasar por el embudo de su discurso, creen, y con ellos nosotros, que la domeñan, ignorando que nuestra historia la escribirán los que nos sucedan.

Si bien la dialéctica guerracivilista se remonta, por lo menos, a los debates suscitados por la Ley de Memoria Histórica, la confrontación frentista sí que parece una novedad de esta legislatura. Paradójicamente, las dos citas de Manuel Azaña, que Pedro Sánchez mencionó en tono conciliador durante el debate de investidura, tienen más bien un tono funesto para el que conoce su contexto. La primera cita proviene del famoso discurso Paz, piedad y Perdón, pronunciado el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona, en la antesala de la Batalla del Ebro:

“Se comprobará una vez más lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: Que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río“.

La segunda procede de una sesión de las Cortes, el 27 de mayo de 1932, que se centró en el proyecto de Estatuto de autonomía de Cataluña:

Nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo“.

Entre las dos citas median, por cierto, tres golpes de estado contra la joven República, entendida, como la entendía Azaña, como una democracia liberal: La Sanjurjada en 1932, la Revolución de 1934 y el último y definitivo comandado por Francisco Franco en 1936.

La maldición que nos determina a tropezar dos veces con la misma piedra puede ser exorcizada, según creemos, si conocemos los entresijos de la historia. No parece conveniente, por ejemplo, extraer citas ad hoc que contradigan el sentido general del párrafo o del texto. La cita de Sánchez sobre el patriotismo obvia, por ejemplo, que en el mismo párrafo Azaña advierte que las soluciones políticas, además de patrióticas, han de ser acertadas, y que dos soluciones patrióticas enfrentadas pueden ser igualmente erróneas. Sin embargo, eso no lo más importante si queremos conocer los hechos pasados tal como sucedieron y no como un refrito ideológico presentista. Lo fundamental, y más difícil, es que atribuir a los actores históricos, en sus textos y acciones dentro de sus circunstancias, el conocimiento de los acontecimientos posteriores, o los valores con los que hoy juzgamos el mundo, nos conducen a conclusiones históricas poco fiables, cuando no engañosas o directamente erróneas. Nadie sabe, tampoco Sánchez, cuando citó solemnemente a “don Manuel Azaña, presidente de la República”, ni los que lo censuraron, en qué frente se situaría Azaña en la paradójica “monarquía republicana” actual, tal como la describe Javier Cercas.

En la historicidad en la que están embebidos, ambos discursos son, indudablemente, ejemplos de la gran oratoria azañista, cuya hondura intelectual sería impensable en nuestro contexto de política de memes y pokemons identitarios. También son ejemplos de la desacertada visión política de su autor, pues ni en 1932 fue capaz de predecir la deriva nacionalista catalana en los siguientes años, ni en 1938 supo calibrar el grado de recrudecimiento de ambos bandos. No obstante, es en estos desaciertos, por los que la República se le fue a Azaña de las manos, en los que se vislumbran destellos de un patriotismo optimista y bienintencionado que nos invita a reflexionar y a aprender sobre los errores anteriores.

Como muestra, extraigo dos fragmentos de los discursos, sobre los que no me voy a detener para que cada lector extraiga sus propias conclusiones. En el discurso de 1932, cuando el autonomismo es una empresa nueva y, por lo tanto, no exenta de riesgos e incertidumbre, Azaña confía en que, del proceso de descentralización del poder, España saldrá fortalecida:

“[…] no se puede entender la autonomía, no se juzgarán jamás con acierto los problemas orgánicos de la autonomía, si no nos libramos de una preocupación: que las regiones autónomas –no digo Cataluña-, las regiones, después que tengan autonomía, no son el extranjero; son España, tan España como lo son hoy; quizá más, porque estarán más contentas”. Más adelante dirá que la forma más inteligente de entender la política es como “una tradición corregida por la razón”.

En el discurso de 1938, resulta asombroso, en el contexto fratricida en el que, recordemos, Azaña confiaba en la victoria militar, su tono conciliador, que no sólo no le quita carta de españolidad a los sublevados, sino que los retrata como las víctimas, junto a sus demás compatriotas, de un proceso colectivo ciego de odio y de destrucción:

“[…] la guerra actual no es una guerra contra el Gobierno, ni una guerra contra los gobiernos republicanos, ni siquiera una guerra contra un sistema político: es una guerra contra la nación española entera, incluso contra los propios fascistas, en cuanto españoles, porque será la nación entera, y ya está siendo, quien la sufra en su cuerpo y en su alma”.

En el conocido final del discurso, Azaña hablaría de la guerra como la oportunidad de dejar a un lado los ideales grandiosos y fundar un nuevo contrato social entre hombres libres de rencor.

Hasta aquí, tal vez he podido dar la idea de que le atribuyo a la historia un poder, al menos en potencia, salvífico. Nada más lejos de mi intención. Esto, no nos engañemos, no va de historia, sino de batalla de discursos, de ideología. Como Azaña en 1932 o 1938, nada sabemos del futuro que nos aguarda. Y lo que podamos adivinar, ayudados por el conocimiento del pasado, se revelará, previsiblemente, como un falso indicio de una forma u otra. Bastante ardua parece ya la tarea de sacar algo en claro del guirigay presente, como para hacer previsiones fiables sobre el futuro.

Una de las pocas certezas que tengo de este presente es, sin embargo, la necesidad de entender que, bajo la hojarasca de las políticas populistas y las dualidades míticas de izquierda y derecha, se esconde la grieta, verbalizada de manera explícita en el artículo 2 de la Constitución, entre dos concepciones diferentes del estado y de la nación, es decir, de la ciudadanía. Los pactos y alianzas del gobierno actual parecen apuntar a una nueva dinámica de frentes sobre cuyos resultados sólo podemos conjeturar, sobre todo porque ambos frentes, bajo su apariencia homogénea, esconden, a su vez, elementos disgregadores.

Por un lado, el frente de izquierdas, impulsado por una acción centrífuga, se orienta al desarrollo de una confederación asimétrica que se estructuraría en identidades regionalistas. Dicho proyecto promete el encaje de los separatistas en el estado mediante privilegios. El de derechas, por su parte, concentra sus fuerzas en el mantenimiento de la nación política española, fuertemente unida al sistema monárquico-parlamentario actual. En el primero, el estado es un administrador de las regiones, que en mayor o menor medida tienen voluntad nacionalista. En el segundo, el estado emana de la soberanía nacional, quedando las autonomías como instituciones regionales administradoras, sin menoscabo de sus identidades culturales (en este grupo las propuestas territoriales varían, desde el centralismo de Vox al autonomismo fuerte del PP gallego, por ejemplo).

Sin quererlo, volvemos a encontrarnos de bruces con un destino que ya estaba escrito desde el principio. Tal vez los padres de la Constitución, en su patriotismo optimista y bienintencionado, minusvaloraron que “el enemigo de un español es siempre otro español”. Eso también lo dijo Azaña.

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