Al contrario de lo que se suele pensar, la Ilustración es fruto de la historia cristiana. Resulta paradójico, si lo pensamos, que la ideología ilustrada se afirme tanto como una oposición radical frente a la tradición cristiana y el principio de autoridad de la religión en la Europa moderna de los siglos XVII y XVIII. Un periodo marcado, por un lado, por las guerras de religión (o mejor dicho, de política religiosa, justo después de la reforma luterana) que estallaron sobre todo entre católicos y protestantes; y por otro lado, por la lucha por el control y la moralización de la vida política por parte de las iglesias. Con la consiguiente búsqueda de una “tolerancia” posible que salvara, gracias al uso sensato de la razón y del conocimiento, del abuso de una legislación moral de impronta religiosa a toda la sociedad.
En los últimos tiempos ha ido cogiendo fuerza la idea de que existe un fenómeno llamado “ideología de género” que estaría haciéndose con el dominio cultural, mediático y, cada vez más, político de nuestra sociedad. Con ello se correría el riesgo de que dicha ideología se convierta en el pensamiento oficial del Estado, inaugurando una nueva era de totalitarismo.
Quienes ven esta amenaza a menudo parecen convencidos de que se trata de una nueva arma del marxismo cultural. Un mismo perro que vuelve con distinto collar para tratar de abolir el régimen de libertades en que se basan las democracias liberales. Sin embargo, esta visión prácticamente no nos dice nada acerca de dicha ideología y cuál es la cosmovisión en la que se asienta. Conocer estos rasgos es fundamental para analizar su proyecto político y su visión acerca del hombre. También es requisito para discutirlas, dado que no es posible refutar lo que no se alcanza a comprender.
Tres detonaciones oscurecen el horizonte del siglo XXI: los atentados del 11 de septiembre de 2001, la crisis financiera mundial de 2008 y la pandemia de la Covid19. Seguridad, prosperidad y salud se tambalean. Entra en escena el miedo, la desesperanza ante al futuro y la desconfianza hacia el otro. La incertidumbre altera la arquitectura de las sociedades democráticas que habían derrotado al fascismo y al nazismo en 1945 y al comunismo en 1989. Entran en escena populismos de signo variado: igualitarios y transversales, libertarios y autoritarios. Se instala la sospecha de la ciudadanía frente a las instituciones. En plena pandemia se produce el asalto al Capitolio, lugar simbólico donde descansa la soberanía del país más poderoso del mundo. ¿Involución? ¿Crisis civilizatoria? ¿Neofascismo?
El profesor español José María Lasalle asegura que nos encontramos ante un “momento refundacional de la humanidad”. En su libro El liberalismo herido, publicado por Arpa, el autor realiza un profundo análisis sobre lo que está en juego, partiendo de una idea fuerza: el liberalismo está siendo eclipsando por el neoliberalismo. El libro es una continuación de otras dos obras: Contra el populismo (2017) y Ciberleviatán (2019). Sigue leyendo
Nacionalismo identitario vs. liberalismo progresista como dialéctica ideológica en el siglo XXI Una convocatoria electoral, intrascendente tradicionalmente, señaló la esencia
Desayuné no hace mucho con un amigo mío en un hotel de Nueva York. El Covid aún no era ni la sombra de una idea. Quizá fuese insustancial especificar la ubicación, pero en este mundo de redes sociales y ¨postureo¨, creía fundamental agasajar al lector con un escenario pequeñoburgués para mi primera colaboración.
Lo justo es lo debido, que diría ese racionalista llamado Baruch Spinoza. Durante el confinamiento, el consumo de series ha aumentado considerablemente, y muchos espectadores han visto saciada su sed de cualesquiera series que estaban viendo. Entre ellos, nos encontramos los seguidores de la que, probablemente, sea la mejor producción de HBO desde la cuarta temporada de Juego de Tronos. Eso sí, con la diferencia de que a Juego de Tronos le fueron pagadas sus deudas; mientras que, en nuestro caso, la Justicia no se ha visto satisfecha, y tenemos a Baruch Spinoza –e incluso a alguno más– revolviéndose en su tumba por la infinidad de críticas negativas que se han vertido contra la tercera temporada de Westworld, ya terminada. Un pesimismo generalizado tanto por los números de audiencia, como por su argumento y por “haberse vendido”, realizado tanto desde las redes, como desde medios de comunicación especializados en cine o periódicos con gran difusión.
Pero el mensaje parece no haber llegado, así que este artículo repleto de spoilers y solo apto para haterspretende dar una visión concreta, una lectura alternativa hecha por un abogado del diablo, de lo que es Westworld, no como proyecto audiovisual –ya que sobre eso no hace falta decir nada más– sino como historia, como dilema, como cuestión filosófica y política, y situarla en la posición que se merece. Al César, lo que es del César.
Buenas nuevas: Homo Legens acaba de reeditar la obra Sobre el poder en la modernidad y la posmodernidad, de Javier Barraycoa. Se trata de un brillante trabajo de síntesis, donde su autor recorre la mayoría de las referencias notables y determinantes en la materia; logra trazar el recorrido del concepto de poder desde la modernidad y su necesario e inevitable desarrollo hasta nuestros días, poniendo siempre el punto sobre las íes. El valor de este ensayo reside, precisamente, en lograr describir trayectorias, movimientos, que nos han llevado a un panorama político y social tremendamente erosionado.
Quizá desde que Oswald Spengler publicaraLa decadencia de Occidente (Der Untergang des Abendlandes, 1918), existe una fácil tendencia a asumir que eso que llamamos Occidente está herido de muerte, sin remedio posible. Cuando, con los matices pertinentes, se acepta este pronóstico, lo que queda por discutir es qué habrá después y en qué momento nadie podrá negar que el cadáver hiede. Como el autor alemán basaba su ensayo en un análisis cíclico —amén de forzado— de la historia y de las civilizaciones, el paralelismo con la denominada caída de Roma es inevitable en cada reflexión sobre este tema. Sin embargo, cabría ser cautos, y plantearnos varias preguntas, antes de dar por sentado que nuestro mundo sucumbe mirándose en el espejo romano. La primera pregunta: ¿qué es Occidente? La segunda: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de la “caída del Imperio Romano”?
En octubre de 1926 atraca en el puerto de Nueva York un carguero que contiene una mercancía especial. Se trata de 20 piezas del escultor rumano Constantin Brancusi, entre las que se encuentra Pájaro en el espacio. Cuando el funcionario de aduanas revisa la carga para aplicar la tarifa aduanera correspondiente, no duda en aplicar el artículo 399 de la Tariff Act de 1922, que obliga al propietario a satisfacer el 40% del valor estipulado de la mercancía, en vez del 1.704, por el que quedaban exoneradas de pagar aranceles las esculturas o estatuas originales de las que no existen más de dos réplicas o reproducciones. La misma legislación aportaba ciertos criterios para interpretar los términos “escultura” o “estatua”: producciones de escultores profesionales en alto relieve o en relieve, en bronce, mármol, piedra, tierra cocida, marfil, madera o metal, ya sea talladas o esculpidas, y en todo, caso trabajadas a mano.
“Los mitos que se creen tienden a convertirse en realidad” nos enseñó Orwell. El mito (mythos) se crea para que se crea en él, publicitando a unos y denigrando a otros, y por ello, ha movido y moverá a las masas para un fin concreto. No es solo una simple narración maravillosa, sobrenatural o fantasiosa, de pueblos primitivos sujetos al destino divino o a la intemperie de la naturaleza, fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes heroicos (el “primitivismo religioso” apuntado por Frazer o Tylor). Es, ante todo, una Historia donde los hombres crean personajes arquetípicos o fenómenos deslumbrantes que encarnan aspectos universales de la condición humana a imitar o a superar, desde la extraordinaria admiración o desde la radical animadversión, atribuyéndoles cualidades o excelencias que nunca antes habían tenido. En este caso, la ficción supera, y transforma, la realidad. Para Carpentier, “el mito sólo es reflejo de una realidad” construida.
Alexis de Tocqueville señalaba, en su clásico La democracia en América, que la igualdad no se vincula necesariamente con la felicidad. Al respecto, le llamó poderosamente la atención cómo el estadounidense medio vivía angustiado precisamente por aquello que debía contribuir a su felicidad.
La ciudad de Turín -Torino, en italiano-, es una de las más conocidas y populares de Italia, y particularmente de la región del Piamonte, reconocida a nivel mundial sobre todo por ser el sitio donde se resguarda la Síndone, por ser sede de la Juventus -aquel equipo que tiene penando a los aficionados del Atlético de Madrid tras su eliminación de la Liga de Campeones-, así como por su producción automotriz.
El título de este artículo es ambiguo. ¿Me refiero a la crítica de la religión que elaboró el propio Marx, o a la crítica que hace del marxismo una encubierta aspiración religiosa?
Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, escribió: “El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida”.
Al contrario de lo que se suele pensar, la Ilustración es fruto de la historia cristiana. Resulta paradójico, si lo pensamos, que la ideología ilustrada se afirme tanto como una oposición radical frente a la tradición cristiana y el principio de autoridad de la religión en la Europa moderna de los siglos XVII y XVIII.
En la introducción a la edición de Frankenstein o el moderno Prometeo de 1831, Mary Shelley escribió:
“Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo”.
El proceso de educar es sin lugar a dudas uno de los más complejos y apasionantes a los que se enfrenta el ser humano. La educación necesita de actores que se enfrenten a la ignorancia o la inexistencia absoluta o parcial de cualquier forma de experiencia, con el animo de iluminar el conocimiento ante las encrucijadas que requieran decisiones en el futuro y de construir herramientas eficaces ante los retos que emanan del puro acto de vivir.
Cada ser llegado al mundo, nace sin el discernimiento de lo que es bueno o es malo y sin la capacidad de enfrentarse al dilema moral o ético que se desprende de cada una de nuestras decisiones. Por ello, mientras la educación técnica es acumulativa, pues no se necesita saber que antes de los trenes de alta velocidad existieron los de vapor para entender el funcionamiento y el fin de los primeros, el verdadero dilema es el que se desprende de la educación ética y del reto que representa cada neonato ante la comunidad educativa, social y familiar. Sigue leyendo
Con suma agudeza, Borges advertía que “nombrar es olvidar diferencias” y bien sabemos que sobre este axioma se construyen cada uno de los lenguajes. Por ende, el lenguaje es una ficción que estructura la realidad para más tarde percibirla y pensarla. Análogamente, podemos decir que la religión estructura nuestra realidad social para luego construir nuestra propia sensibilidad.
Entonces, si queremos saber porqué nos desagradan determinados sucesos y nos agradan otros, debemos analizar primeramente nuestra fe; fe en tanto apuesta moral, porque aunque la fe dirige su mirada hacia lo celestial, ella misma no constituye ningún misterio sobrenatural. En otras palabras, tenemos fe en una determinada religión de la misma manera que tenemos fe en la lengua española. Pese al “olvido de diferencias” que nos obliga a practicar un idioma, no por ello lo abandonamos; por el contrario, reforzamos la apuesta. En este sentido, veremos que la religión es un hecho tan ineludible como el resto de los lenguajes. Sigue leyendo
Nos encontramos en la actualidad en una época que podría caracterizarse, entre otras cosas, por un relativismo epistémico y hasta cultural, en el que la negación de verdades unívocas conduce no sólo al escepticismo sino a la confrontación y al conflicto originado por posturas radicales enfrentadas. En este contexto, cuando tras el fin de la Guerra Fría y del mundo bipolar, el extremismo religioso propio del choque de civilizaciones constituye la casus belli de Occidente, cuando desde la reacción la derecha criminaliza a minorías y cuando ciertos colectivos radicalizan sus posturas, conviene recordar lo que pensadores como Voltaire nos legaron hace más de dos siglos.
El economista David Anisi aprovechó la que sería una de sus últimas intervenciones públicas para denunciar la extendida -y errónea- tendencia de sus compañeros a creer que la Economía es ya una ciencia. Una posición tan apabullante que incluso se atreven ya a denominar a sus escuelas como facultades de Ciencias Económicas.
Como recoge Alvey (PDF, páginas 53-54), esta es una tendencia mayoritaria en la economía que ve la sociedad como si estuviera regida por “leyes naturales” (asimilables a las que rigen la química o la física), y que aspira a un desarrollo académico en ausencia de consideraciones éticas o juicios de valor. Sigue leyendo
«Piensa mal y te quedarás corto», dice un reciente refrán. A estas alturas de siglo, ya nadie duda ni tiene miedo de afirmar públicamente –sin ser tachado de lunático– que la intervención militar estadounidense en Afganistán (2001) e Irak (2003) fue por intereses económicos; es decir, una petroguerra que se justificó con muchísimas mentiras y falsedades para ganarse la opinión pública (como las no encontradas armas de destrucción masiva), y para dinamitar «legalmente» los principios de integridad territorial e independencia política de los Estados estipulados por la ONU en la carta de San Francisco; que en otras ocasiones han defendido a capa y espada como parte de su juego geopolítico: «Las guerras modernas se han convertido en la forma en que las naciones realizan sus negocios», afirmaba el militar alemán Colmar von der Goltz en el siglo XIX. Sin embargo… ¿qué son la geopolítica y la geoestrategia?
Pedro Baños (Fuente: geoestratego.com).
¿Por qué Japón no vería con buenos ojos la unificación coreana? ¿Por qué EE. UU. mira con recelos a China tras la creación de un sistema de transacción monetaria que no utiliza el dólar? ¿Qué intereses económicos hay en Libia? ¿Y en Siria? ¿Por qué los africanos ven con simpatía la expansión de China en su tierra y, en cambio, desconfían de los países occidentales? ¿Por qué este país asiático protege al gobernante sudanés Omar al Bashir, acusado de crímenes contra la humanidad? ¿Por qué, entre otras muchísimas preguntas que nos hayamos podido hacer analizando la actualidad o la historia, «con frecuencia, los Estados que muestran mayor interés por la conservación de la paz son los que acumulan más armamentos»? Pues bien, si quieren responder a estas y otras cuestiones, es muy recomendable el libro Así se domina el mundo: desvelando las claves del poder mundial (Ariel, 2017): «Los fuertes hacen lo que desean y los débiles sufren sus abusos», expresó no hace mucho tiempo el historiador griego Tucídides.
Firmado por el coronel del ejército español Pedro Baños, uno de los mayores expertos en geopolítica, relaciones internacionales, terrorismo, estrategia, defensa y seguridad del mundo, en este libro desvela las pretensiones, los objetivos y las tácticas que emplean los países más poderosos para influir, dominar y controlar el panorama internacional. Dividido en seis capítulos escritos de manera muy pedagógica, con numerosos ejemplos, alegorías, mapas e ilustraciones para comprender mejor las lecciones (y con subtítulos tan sugerentes como «El mundo visto como patio de un colegio» o «El que parte y reparte se queda con la mejor parte»), el autor comienza la obra explicando los conceptos clave del juego geopolítico para entender cómo es el mundo actual (la ambición, la hipocresía, la rivalidad, el ambiguo concepto de «rebelde», el uso de la violencia o, entre otros temas, las dificultades que tiene el diálogo para solucionar conflictos cuando la irracionalidad se apropia de alguna de las partes).
Geopolítica. Ilustración de Robert Maguire.
De esta forma, Baños se adentra en los principios constantes que han regido la geopolítica a lo largo de la historia (la situación de los recursos naturales en el planeta –coltán, oro, caucho…–, la energía –gas, electricidad, petróleo…– y el desarrollo tecnológico), con el propósito de entender por qué han sido y son fuente de conflictividad entre los países. A este respecto, además de analizar el papel que tendrán los recursos extraterrestres (de la Luna, de Marte, de satélites, etc.) como generadores de nuevos problemas entre las naciones, el estratega se apoya en numerosos hechos históricos universales para demostrar sus argumentos (desde las guerras Púnicas –s. III-II a. C.– hasta la actual situación en Ucrania y Rusia, pasando por los conflictos en Oriente Medio, las raíces de la I y II GM, la guerra de Cuba, los intereses que hubo para atacar Libia, los que hay actualmente en Siria, etc.).
Baños se adentra en los principios constantes que han regido la geopolítica a lo largo de la historia con el propósito de entender por qué han sido y son fuente de conflictividad entre los países.
Asimismo, entre otros interesantes temas que descubrirán sumergiéndose en la lectura, el autor nos revelará las extrañas, interesadas y efímeras alianzas entre países (Japón y Alemania, la URSS y los nazis, EE. UU e Irak, Rusia y EE. UU. etc.) y por qué «en las guerras futuras se multiplicarán las hostilidades financieras, en las que un país será subyugado sin que se derrame una gota de sangre». También, a lo largo de las páginas, podrán comprender a través de innumerables ejemplos históricos, las infalibles artimañas y estrategias que han llevado a cabo los Estados más fuertes –de toda índole política e ideológica–, y algunas organizaciones terroristas (como Daesh, Hamás, etc.), para conseguir sus objetivos (intimidaciones, controles, manipulaciones, disuasiones, engaños, operaciones de falsa bandera, cercos, espionajes, desinformaciones, presiones, abusos, divisiones, debilitamientos, dominaciones, interferencias, fraudes, trampas, mentiras y un largo etcétera): «El enemigo con problemas internos está maduro para ser conquistado», señaló hace poco el teórico de la política italiano Nicolás Maquiavelo.
Finalmente, Baños profundiza en los errores geopolíticos que han provocado que los países se tropiecen una y otra vez contra la misma piedra, imposibilitando el alcance de sus objetivos: como la ignorancia sobre la idiosincrasia de los pueblos (por ejemplo, Afganistán, Vietnam, Somalia, Rusia, etc.), la subestimación del enemigo, la exposición de las debilidades, el exceso de información y de confianza o la carencia de flexibilidad, entre otros. Por último, nos expone «los pecados capitales de la geopolítica» (el egoísmo, la soberbia, la avaricia, la gula, la pereza, la ira, la envidia e incluso la lujuria) como desencadenantes de los conflictos internacionales: «Las pasiones y las motivaciones humanas han cambiado poco en el transcurso de los milenios», dijo el periodista y analista político Robert D. Kaplan.
En definitiva, como afirma el autor, si quieren estar «alerta y no acabar manejados como meros títeres en manos de los grandes artífices del mundo»; si buscan conocer aún más la condición humana y saber cómo funciona el mundo desde el punto de vista geopolítico; por qué hay tantas desigualdades, injusticias e hipocresía, cuáles son las causas de los enfrentamientos actuales, de las guerras pretéritas y futuras, cómo nos afectan las decisiones de nuestros gobernantes, o las que emiten los que gobiernan a nuestros políticos y economistas… esta obra –que muy pronto se convertirá en un clásico de las relaciones internacionales– es una magnífica oportunidad para responder a sus inquietudes.
Este artículo ha sido reproducido aquí con el permiso expreso de Homo Viator